Cotelo: «Dios siempre nos pide algo que supera nuestras fuerzas» - Alfa y Omega

Cotelo: «Dios siempre nos pide algo que supera nuestras fuerzas»

¿Puede una película lograr conversiones? A esta pregunta, respondió el sábado el director y productor Juan Manuel Cotelo, durante el XI Encuentro de Comunicadores Sociales del Arzobispado de Madrid. Confiesa Cotelo: «Yo le pido constantemente a Dios que me rodee de un ejército de insensatos, de torpes, de pobres, de inexpertos…, que den su vida por Cristo y por los demás, porque ya he comprobado que los grandes, expertos, sensatos, sabios y ricos frenan las iniciativas de Dios, puesto que condicionan los resultados al límite de su inteligencia o de su propia capacidad». Ofrecemos la segunda y última parte de la entrevista:

José Calderero de Aldecoa
Fotograma del video Te puede pasar a ti

La última cima, Te puede pasar a ti… son películas que hablan de personas que cuentan cómo otras personas, de repente, se han encontrado a Cristo, pero ¿puede una película lograr conversiones?
Algunos encontraron a Dios de golpe; antes no habían bastado las suaves llamadas de Dios, permanentes. Otros, en cambio, lo descubrimos poco a poco, con la lentitud del crecimiento de un árbol. Otros huyeron de Dios por el mal de ejemplo de un cristiano al que no supieron perdonar o por la experiencia de sus propios fracasos en el amor… Y Dios se sirve de un sinfín de recursos para alcanzar o recuperar el corazón de cada uno. Un libro, una sonrisa, un gesto de amor, una persona sufriente a nuestro lado, un milagro portentoso y repentino, una obra de arte, una casualidad aparente, un accidente… Incluso de nuestro pecado se sirve Dios para conquistarnos. Todo eso está en el Evangelio. Hubo quien conoció y amó a Jesús porque presenció un milagro, otro se convirtió por un diálogo inesperado con Él, otro porque le escupió y recibió a cambio una mirada llena de amor… No hay dos casos iguales. Pero no hay película, ni libro, ni dinero, ni argumento que pueda ganar para Dios un solo corazón, si Dios no está por medio. A lo sumo, puede lograrse una adhesión o un convencimiento intelectual. Pero el amor es cosa de dos: Dios y cada persona. Dios no falla en esa relación. La persona, sí.

Te puede pasar a ti presenta a gente de la calle, historias de conversión, de felicidad… ¿Cuál es la reacción de la gente cuando usted les habla de Dios sin tapujos?
En un porcentaje elevadísimo, diría que el 99 % de las personas, lo reciben con interés y apertura. A veces, los prejuicios son un obstáculo enorme. Si te han hablado de una religión antipática, de un dios que estropea tu vida… es natural que rechaces de plano la conversación. Si has conocido a un cristiano que te ha tratado duramente, sucede lo mismo. Pero la verdad de Dios Padre, que podemos conocer a través de Jesucristo, ejerce una atracción irresistible. La sola idea de que Dios es un Ser que me ha creado y me ama sin condiciones… es tremendamente seductora. Merece la pena darse la opción de comprobar si eso es cierto. Merece la pena dejar de hablar sobre Dios y pasar a los hechos: hablar directamente con Él, a solas, en el silencio del corazón. Merece la pena poner a prueba la receta de amar a los demás sin condiciones, para constatar su eficacia: el amor que damos a otros nos es devuelto con una paz interior insuperable.

En La última cima, no hubo inversión en publicidad; la película se recomendó boca a boca… ¿Qué nos dice esto del papel de los medios de comunicación en la transmisión de la fe?
Los medios son un puro altavoz, y no han de tener el protagonismo; no han de ser el fin de la comunicación. No importa los medios, importa el mensaje. A Dios le sirve tanto un medio multitudinario como una palabra susurrada al oído de un amigo. Dios no conquista masas, ni grupos, ni países, ni mercados. No dispara con metralla, sino que lanza sus dardos de uno en uno, apuntando a una sola diana: mi corazón, tu corazón, su corazón. Dios no sabe sumar más allá del 1. Él llama a 1 + 1 + 1 + 1…, y nunca calcula un resultado final que supere la cifra del 1. Quienes trabajamos con los medios de comunicación masivos hemos de pensar con esos mismos parámetros. Esta película, o este libro, o este programa… ¿tiene capacidad de llevar el amor de Dios a un solo corazón? Si es así, Dios hará el resto. Pero si nos preocupamos de llegar a muchos, es posible que alcancemos una cifra numérica alta, sin llegar a tocar uno solo de los corazones que reciban el mensaje. Porque no nos ha importado cada persona, sino la suma de todas ellas.

¿Cuál es el motor de su productora, Infinito +1?
El motor exclusivo de cualquier intento de evangelización es la oración, porque sólo de la oración nace el conocimiento de la voluntad de Dios. Sólo en la oración se pone las cosas en su sitio, dejando a Dios el protagonismo de la iniciativa y de los resultados: «Sin Mí, no podéis hacer nada». Tenemos el mal hábito de delegar, en la práctica, el protagonismo a nuestros esfuerzos, a nuestra capacidad, confiando en el dinero, en los contactos, en las personas influyentes o en nuestra experiencia. Es como si tratáramos de vencer a Goliat con las armas de Goliat…, y así nos va cuando confiamos en nuestras fuerzas: nos agotamos y perdemos la paz. En el mejor de los casos, podemos tener éxito humano aparente, éxito empresarial y éxito económico. Es decir, le dejamos a Dios con las manos vacías, quedándonos nosotros con la recompensa. Dios es eficaz, quiere usarnos, nos da la inteligencia y los medios suficientes, que siempre son inferiores al tamaño de la misión. Siempre nos pide algo que supera nuestras fuerzas y que solamente podemos obtener confiando en Él. Quienes concentran todo su esfuerzo en analizar sus posibilidades de éxito provocan el fracaso de Dios en ellos, su ineficacia como apóstoles. Yo le pido constantemente a Dios que me rodee de un ejército de insensatos, de torpes, de pobres, de inexpertos…, que den su vida por Cristo y por los demás, porque ya he comprobado que los grandes, expertos, sensatos, sabios y ricos frenan las iniciativas de Dios, puesto que condicionan los resultados al límite de su inteligencia o de su propia capacidad. Como también he comprobado la eficacia de quienes tienen fe.

Con respecto al dinero, es un medio, un simple medio, con el que también puede servirse a Dios. Ponerlo como fin o como condición indispensable para servir a Dios es matar la iniciativa apostólica. Nosotros lo buscamos, lo pedimos y lo gastamos, sin quedarnos un céntimo de beneficio. Todo lo que recibimos se invierte en trabajar para Dios y para las personas, a través de nuevas producciones. Si algún día nuestras cuentas estuvieran boyantes es que estamos haciendo algo mal.

¿Quiénes «somos una familia que reza», como se presenta la productora?
Primero, fuimos mi mujer y yo, que pusimos en marcha la empresa, sin tener nada sólido, salvo un CIF. Cuando nos lo dieron, lo celebramos con un café. Luego, antes de disponer de un céntimo para poder sostener a nuestra familia con esta empresa ni para contratar a nadie, se sumó Raúl, desde Nueva York, que apostó por esta aventura de modo fulminante, tras experimentar personalmente el amor de Dios, a los 31 años. El siguiente fue Alexis, un amigo de 25 años quien también apostó por Infinito +1, renunciando a otras opciones de trabajo más seguras. La llegada de un primer grupo de locos inversores, que pronto se convirtieron en donantes, renunciando a todo beneficio, posibilitó la producción del primer trabajo, la película La última cima. Desde entonces, esta familia ha crecido de modo constante e incalculable, con miles de personas diversas, inclasificables, repartidas por todo el mundo, que han surgido en nuestro camino con una generosidad que nos impresiona cada día. Personas cuyo motor exclusivo es el amor desinteresado a Dios y a los demás. Entre ellas, muchas eran hasta hace poco ateas. O creyentes que tenían su fe en el congelador. Hoy son personas que invierten en Infinito +1 una donación de valor incalculable, porque nos sostienen con su oración. No tenemos el aparato que pueda medir su eficacia, pero creemos en el poder de la oración. Sólo por la intervención de Dios, se justifican los constantes milagros de conversión de los que somos testigos privilegiados, como un goteo incesante. Todo es gracias a Dios, nosotros solamente somos unos afortunados, que tenemos la opción de ser sus colaboradores y aplaudir su eficacia, llenos de agradecimiento.

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