«Muchos niños nacen de adolescentes porque sus familias están rotas. La Iglesia tiene que acogerlas» - Alfa y Omega

«Muchos niños nacen de adolescentes porque sus familias están rotas. La Iglesia tiene que acogerlas»

La Fundación Madrina colabora en la preparación del Sínodo de la Familia. «Muchos niños están naciendo de adolescentes porque la familia está rota», y ellas buscan «crear la que no han tenido. La Iglesia tiene que ser la familia que acoja a estas nuevas familias» enfermas. El Presidente de la Fundación Madrina, Conrado Giménez, ha llevado al Vaticano en dos ocasiones este mensaje. Tanto esta idea como las soluciones en las que esta entidad lleva años trabajando han sido acogidos con gran interés dentro de los preparativos del Sínodo de la Familia

María Martínez López

¿Qué participación ha tenido la Fundación que preside en los preparativos del Sínodo hasta ahora?
Somos consultores del Pontificio Consejo de la Familia. En otoño, llamaron a cinco instituciones a nivel mundial para un pequeño encuentro en noviembre, de preparación para el Sínodo de los Obispos de este año. Sólo estábamos nosotros de España. Nos pidieron una ponencia sobre el trabajo que estamos haciendo en la Fundación, especialmente con madres adolescentes, y tuvo tanto éxito que nos pidieron que se transcribiera para incluirlo en las conclusiones para el Sínodo.

Ahora en enero, 83 movimientos estuvimos cuatro días en Roma, en el Congreso Internacional de Movimientos Familiares. Estuvimos reunidos por idiomas, contestando de forma muy práctica a los temas que se nos plantearon sobre los retos de la Relatio. Había nueve o diez puntos importantes que querían que se trataran, y uno de ellos era el de una nueva pastoral para los adolescentes.

Monseñor Paglia con los representantes de la Fundación Madrina

Un tema que a su Fundación le preocupa mucho. ¿Cuál fue su aportación?
Comentamos que muchos niños están naciendo de adolescentes porque la familia está rota. Como reacción, las adolescentes buscan amar y ser amadas, y algunas entienden que tienen que crear la familia que no han tenido. La Iglesia tiene que ser la familia que acoja a estas nuevas familias. Contamos lo que hacemos en la Fundación, por ejemplo con nuestro programa SAMMI (Servicio de Acogida y Atención a la Mujer e Infancia), que busca una intervención integral, clínica, social, laboral, formativa y pastoral. Este planteamiento está gustando bastante, y de hecho están viniendo de los Centros de Orientación Familiar de distintos sitios para ver cómo funcionamos. Nuestras propuestas van en la línea del acompañamiento físico con madrinas, padrinos, familias y abuelos; y también espiritual, porque estas personas también hacen un acompañamiento en la vida cristiana, y con sacerdotes especializados en este tipo de problemática, el ministerio del buen samaritano. Se tiene que promover mucho que familias sanas se abran a acoger a estas familias enfermas.

Hablé de otro tema importante: la ecología de la familia. La infancia y la maternidad deben ser un patrimonio de la humanidad, y la Iglesia debe defenderlas de la mercantilización. La maternidad se ha convertido en una commodity, un recurso escaso que se compra y se vende. No todas las mujeres se pueden permitir ser madres porque implica muchos gastos. A la vez, se mercantiliza con la reproducción artificial, o con lo caro que resulta adoptar.

Las parroquias, santuarios de vida

Ha hablado de la importancia de que haya sacerdotes especializados en este ámbito. ¿Cuál sería su papel?
Estas niñas y familias vienen con una problemática muy importante. Hablamos de heridas como el rechazo desde el seno materno, el abuso en la infancia, la violación, la prostitución, el aborto… No se puede curar sólo con atención clínica -médicos y psicólogos-; sólo con la ayuda de los sacramentos y los sacramentales, incluso con un sacramental de liberación y sanación. Hay que cuidar esto mucho. Hemos pedido que haya un rito anterior al bautismo, la presentación del bebé en el seno materno al Señor. También que, en el sacramento de la reconciliación, se aconsejen más veces como penitencia las obras de caridad: que, si se peca contra la familia, se ofrezca como solución una obra de caridad como la nuestra, que apoya a la familia. Esto redime bastante.

Además, hemos planteado que las parroquias sean santuarios de vida, que estén abiertas el mayor tiempo posible y que la base de la pastoral sea la Eucaristía y la adoración. Es muy importante también la consagración a la Virgen, y en especial la devoción a la Virgen de Guadalupe, que tiene que ser la base para la unidad de la familia. También sugerimos que en las distintas diócesis haya comisiones de seguimiento con distintas entidades que trabajan sobre el terreno.

¿Qué acogida tuvieron estas propuestas?
Interesaron mucho y, como ya contábamos con el apoyo de monseñor Vincenzo Paglia, el Presidente del Consejo, se incluyeron en las conclusiones finales.

¿Qué otras ideas y propuestas surgieron en su grupo de trabajo?
Había una organización chilena que trabaja en síndrome post-aborto; y otra argentina de familias que acompañan a familias. Había muchos movimientos familiares cuyo sustrato eran las familias como misioneras. Desde México y otros lugares también se planteaba que la escuela es un campo de pastoral y de misión, porque la fe que reciben los niños en la escuela luego la pueden transmitir a su familia. Y también salió la cuestión de que hay que trabajar para las familias que están sanas, no sólo para las enfermas; y la necesidad de que, igual que hay formación y talleres de discernimiento para la vida consagrada, los haya para los matrimonios. Se ha pedido más formación a los sacerdotes, más involucración familia-sacerdocio, y más formación de los obispos.

¿Cómo fue el ambiente?
Fenomenal. Lo que ves, y doy gracias a Dios por ello, es la riqueza en la Iglesia. El Espíritu Santo ha suscitado cantidad de movimientos que quieren ayudar a la vida y la familia, desde distintas posiciones, tanto eclesiales como las que por estrategia se declaran laicas. Te das cuenta de que la misma problemática está en todos los países, pero que también se están suscitando personas y grupos en la Iglesia, en todas partes del mundo, para resolver todos estos problemas. La Iglesia -parroquias y diócesis- tienen que abrirse a estas nuevas realidades.