La voz de la Iglesia desde las antípodas - Alfa y Omega

La voz de la Iglesia desde las antípodas

El Papa quiere que dos nuevos cardenales aporten a la Iglesia la voz de Oceanía: monseñor John Dew, arzobispo de Wellington y presidente de la Conferencia Episcopal Neozelandesa; y monseñor Soane Patita Paini Mafi, obispo de Tonga y presidente de la Conferencia Episcopal del Pacífico, que, con 53 años, será el cardenal más joven del colegio cardenalicio

María Martínez López
Los monseñores John Dew y Soane Patita Paini Mafi

¿Cómo es la vida de la Iglesia en sus países?

+ Mafi: Tonga fue fundado por misioneros maristas en torno a 1842. Pero a pesar de ser todavía un bebé, es un país bastante activo y vibrante. Algunos de sus puntos fuertes son, por ejemplo, la implicación de los laicos en muchas tareas y su disponibilidad para colaborar, también económicamente, a pesar de ser pobres; y el amor por lo sagrado y la participación en la liturgia. Entre nuestras prioridades, está profundizar en la fe de los laicos; centrarnos en las cuestiones de la familia y en su necesidad de estar bien formada y dar testimonio; y en la educación católica. Nuestras escuelas apenas salen adelante económicamente, y también necesitamos ayuda para la formación de sacerdotes, religiosos y laicos. Afortunadamente, tenemos sacerdotes suficientes para atender a los católicos en todas las islas —52 habitadas—, y les ayudan líderes laicos.

+ Dew: Históricamente, la Iglesia ha sido muy fuerte. El primer Vicario Apostólico de Oceanía estuvo presente en la firma del Tratado de Waitangi, entre la Corona y el pueblo maorí, al que seguimos atendiendo de forma especial. Hoy, el secularismo ha tomado fuerza, pero los católicos todavía son una presencia significativa: en el último censo, la Iglesia católica es la confesión con más fieles —antes era la anglicana— [10-15 %]. La Iglesia está presente en la sociedad y no duda en alzar la voz en cuestiones morales y sociales. El sistema educativo católico es reconocido y admirado. Otro punto fuerte es el número de personas que conocen la doctrina social de la Iglesia y la llevan a sus diversas ocupaciones. Además, muchos católicos son voluntarios y se reconoce que las Iglesias tienen una presencia fuerte en el cuidado de los desfavorecidos. Entre los desafíos, está el descenso del número de sacerdotes, y cómo atender a las necesidades espirituales, pastorales y educativas del gran número de asiáticos que han llegado recientemente.

¿Cómo refleja su biografía el modo en que se vive la fe en su país?

+ Mafi: Crecí en un entorno familiar fuertemente católico. Todos mis padres, tíos y primos estaban comprometidos activamente en la Iglesia. Fui a colegios católicos. De joven, me impliqué en la escuela dominical y en la pastoral juvenil. Desde que me ordenaron, en 1991, he estado trabajando en parroquias y disfrutando de estar con la gente. También he aprendido bastante de muchos de ellos, de su fe y dedicación.

+ Dew: Tuve el privilegio de crecer en una zona donde había presencia del pueblo maorí, y no era infrecuente que nos mezcláramos con ellos. Por tanto, me sentí cómodo aprendiendo algo de su idioma, de su cultura, lo que me ha venido bien en mi ministerio.

¿Qué pueden aportar estas Iglesias, jóvenes y en las antípodas geográficas de Roma, a la Iglesia?

+ Mafi: La pregunta me recuerda a la de: ¿Acaso de Nazaret puede salir algo bueno? Creo que el Papa quiere mostrar que las Iglesias pequeñas son parte de la Iglesia y que se cuenta con ellas, no es sólo una Iglesia de ricos y poderosos. Todos pueden aportar algo, siempre que el otro tenga ojos de fe, humildad y amor para verlo y recibirlo. Nuestros dones para la Iglesia pueden ser nuestra sencillez y humildad; la forma de mostrar y expresar nuestra fe; nuestra tendencia a vivir como comunidad, más que a ser individualistas; nuestro amor y respeto por el entorno natural, y el economizar bien lo poco que tenemos.

+ Dew: Monseñor Paini Mafi y yo tenemos una amplia experiencia en tratar con la gente en nuestros países. Somos países pequeños, pero podemos escuchar las voces de nuestro pueblo y, en los Sínodos en Roma y ahora en los consistorios, ser una voz de la Iglesia en esta parte del mundo.