Jesucristo, esperanza de España - Alfa y Omega

Jesucristo, esperanza de España

El cardenal arzobispo de Madrid presidió la Santa Misa y la procesión que tuvieron lugar el domingo, con motivo de la solemnidad del Corpus Christi. En la homilía aseguró que «las causas más profundas de las carencias materiales y de la pobreza física tienen que ver con los fallos morales y la indigencia espiritual»

José Calderero de Aldecoa

El cardenal arzobispo de Madrid presidió el domingo la celebración de la solemnidad del Corpus Christi, que contó con la presencia del Nuncio apostólico. El cardenal celebró la Eucaristía en la Plaza de la Almudena, tras la cual se produjo la tradicional procesión por las calles del centro de Madrid, donde miles de madrileños acompañaron a Jesucristo sacramentado y le pusieron una alfombra de rosas.

La fiesta del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, que este año se enmarcaba bajo el lema Venid hambrientos y sedientos, terminó con una bendición final en la Puerta del Sol. Miles de fieles abarrotaron la Plaza de la Almudena, que presentaba un lleno absoluto, a pesar de coincidir con el primer partido de la selección española de fútbol en la Eurocopa de fútbol.

En la homilía, el arzobispo de Madrid explicó a todos los fieles que, al portar por las calles «¡a Cristo Sacramentado!, proclamamos y mostramos a todos nuestros ciudadanos —¡a la sociedad y al mundo!— que hay verdad, que hay esperanza, que hay auténtico amor: ¡que hay salvación! La salvación es Cristo». Esta «proclamación será tanto más creíble, cuanto más vaya acompañada y sustentada por una actitud de adoración».

«La adoración y la comunión eucarística, por la naturaleza misma de las cosas —prosiguió—, van estrechamente entrelazadas en la vivencia de una auténtica piedad litúrgica, en la experiencia más espiritual de la oración individual y comunitaria y, muy señaladamente, a la hora del testimonio de la fe y de la profesión del amor fraterno».

Coyuntura histórica

Ante la grave situación económica que se vive en España, «amar y ser amados por Cristo eucarístico implica, sobre todo», «el respeto exquisito y el trato esmerado de la dignidad de toda persona humana», «la búsqueda y el servicio al bien común, tarea primordial y responsabilidad primera de la comunidad política y de los que en ella ejercen la autoridad» y «una defensa incondicional de la dignidad de la persona humana y un impulso y fomento decidido del bien común, apoyados en principios y estilos de conducta y de convivencia marcados por la gratuidad».

El arzobispo de Madrid rescató de la memoria de todos la noche del pasado 20 de agosto, durante la vigilia de la JMJ, donde se pudo «conocer y vivir una honda y conmovedora forma de adorarle a Él en el Santísimo Sacramento del Altar». Esta «lección espiritual» «no podemos ni queremos ni debemos olvidarla nunca en nuestra propia experiencia personal de la vida de oración», ni «en la concepción inspiradora de todos nuestros proyectos y propósitos de Nueva Evangelización».

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