Una selección de relatos de Luz Casanova contra la violencia de género: «Hoy no toca salir, princesa» - Alfa y Omega

Una selección de relatos de Luz Casanova contra la violencia de género: «Hoy no toca salir, princesa»

Cristina Sánchez Aguilar
Foto: ABC/Fernando Rubio

Desde el viernes 26 hasta el 11 de junio tendrá lugar la Feria del Libro en el madrileño parque del Retiro, con miles de títulos que buscan llegar a manos de ávidos lectores. Uno de ellos es Lágrimas de esperanza, publicado por la editorial San Pablo y compuesto por 22 relatos de autores desconocidos, seleccionados entre los más de 500 textos presentados al I Concurso Internacional de Relatos Cortos sobre Violencia de Género organizado por la Fundación Luz Casanova.

Solo en 2016, 53 mujeres murieron en España como víctimas de la ira machista. En lo que llevamos de 2017 ya han fallecido alrededor de 20. Pero estas cifras, que muestran la cara más trágica de una relación basada en la violencia y el abuso, no contemplan el número real de mujeres que, día tras día, soportan amenazas, violaciones, gritos y palizas. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada tres mujeres en el mundo ha sufrido violencia física por parte de un hombre de confianza en algún momento de su vida.

Recordar a la población que esta lacra existe y que se desarrolla tras los muros de muchos de nuestros vecinos es uno de los objetivos principales de este libro. El segundo, ofrecer una luz de esperanza, porque «pese a las vicisitudes por las que tienen que pasar las mujeres que dan el paso para dejar atrás la violencia, el futuro se abre paso en sus vidas y en las de sus hijos desde el momento en que son capaces de tomar la decisión de cortar con la situación de violencia en la que viven», como señaló hace unos días Julia Almansa, directora de la Fundación Luz Casanova, durante la presentación de volumen en la librería San Pablo de Madrid.

El primer premio del certamen fue para Los ancianos sabios, de la mexicana María Isabel Hess, un texto que subraya la capacidad de resiliencia de la mujer maltratada y pone de manifiesto que la violencia que sufre la mujer no solo es personal, sino que se da también en el ámbito social. En este caso, los ancianos sabios del pueblo son los que decretan la paliza y la encarcelación de la protagonista. En el segundo premio el autor, Miguel Pereira, escribe a través de los ojos de una niña pequeña, hija de una víctima de malos tratos, que no quiere ser princesa porque este es el nombre que precede siempre a los golpes que su padre da a su madre.

Varios de los textos finalistas llaman a la conciencia de quienes rodean a las víctimas: reflejan el silencio cómplice del vecino que escucha gritos cada noche pero no se atreve a denunciar. O de los amigos de la chica, que se preguntan cómo puede ser que «ella, que tiene tanto carácter, permita que su marido la envíe al hospital. No hay quien lo entienda».

Ella hablaba mucho […] y vestía ropa de muchos colores y se maquillaba bastante y tenía siempre una sonrisa en la boca. Pero, desde que es princesa, todo ha cambiado. Ya no queda para ir a cenar con los amigos, y a mí no me deja en casa de los abuelos nunca […]. El cargo de princesa es un rollo. Mi padrastro al principio siempre decía: “Princesa, con quién hablas”, “princesa, no te pongas esto”, “hoy no toca salir de casa, princesa”. Ha convertido a mi madre en otra persona. Está siempre viendo la tele y de vez en cuando rompe a llorar».

Miguel Pereira (Dos Hermanas, Sevilla)

«No podría saber qué quería, pero sí supo que no quería eso, nunca más. Miró a la casa, el camino, y puso rumbo a la escuela. Estudiaría, buscaría las respuestas, algo le decía que ser mujer era más que lavar platos y saciar los deseos de cualquiera».

Roxana Andrea Medina (Estado de México)

«Le aterroriza contar lo que pasa al otro lado de la pared. Piensa en cómo se enfrentará a todos cuando se enteren de que fue él, el vecino, el que lo denunció. Pero a lo que más miedo tiene es a tener que declarar el tiempo que calló antes de tener el valor de alzar la mano y llamar por teléfono a la Policía».

Belén Gonzalvo (La Puebla de Alfindén, Zaragoza)

«“Estoy buscando una cosa”, contestó el crió, que inspeccionaba la arena […]. Papá pega y grita a mamá, y ella llora y dice que ha perdido la esperanza. Se ha ido, creo que para buscar eso que ha perdido… yo solo quiero ayudarla a encontrarlo, para que vuelva».

Belén Conde (Torremolinos, Málaga)

«A solas con mi recién estrenado marido intento no sentir. Me olvido del dolor, del asco, de la rabia, de las malditas tradiciones, del beneplácito de las autoridades, de la vergüenza y la indignación y dejo la mente volar por los paisajes de mi querido Kirguistán. Un viejo refrán dice que todo buen matrimonio debe comenzar con lágrimas».

Concha Fernández (Guadalajara)

«“Te quiero, te quiero, te quiero”. Lo repetí mil veces hasta sentirlo. Por primera vez en muchos años me estaba queriendo de verdad […]. Fue en aquel momento cuando, decidida, rompí su foto en mil pedazos y los arrojé por la ventana. Era la foto del mal llamado amor».

María Teresa Rubira (Alicante)