Los medios caminan, edifican y confiesan - Alfa y Omega

Este domingo celebramos la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, que el Papa Francisco ha convocado este año con el lema Comunicar esperanza y confianza en nuestros tiempos. Creo que hay una maestra con el arte verdadero de la comunicación. Ella sabe dónde está el manantial de la esperanza y la confianza. Permitidme hablaros de la singularidad de esta artista que es la Virgen María. Ella nos dio la noticia más importante que existe y mantiene su vigencia, y también fue la que mejor comunicó la misma. La misión de la Iglesia es dar la gran noticia de Jesucristo a los hombres con hechos y palabras y, ahora que terminamos el mes de mayo, me parece oportuno poner a la Virgen como una propuesta de comunicadora que siempre construye y que nos une a los hombres. A un mundo que vive con una rapidez inusitada procesos de cambio y de transformación, Ella le puede entregar lo más necesario: a Jesucristo. Con los ojos de María vemos que esta época –mucho más que otros momentos– requiere un crecimiento en la cultura de la comunicación, que lo es de escucha y de diálogo. Atrevámonos a hacerlo todos y asumamos esta responsabilidad.

Cuando uno se pone a pensar en cómo la Iglesia debe hacer la comunicación, inmediatamente, por lo menos a mí, aparece la Santísima Virgen María. No es extraño que el Concilio Vaticano II, en la constitución Lumen gentium, diga sobre María: «Esta unión de la Madre con el Hijo en la obra de la salvación se manifiesta desde el momento de la concepción virginal de Cristo hasta la muerte» (LG 57), «la Madre de Dios es figura de la Iglesia, como enseñaba san Ambrosio: en el orden de la fe, del amor y de la unión perfecta con Cristo» (LG 63). Es de Ella, por Ella y con Ella con la que debemos vivir el aprendizaje de la comunicación a todos los hombres. ¿Por qué será que a la Virgen todos la escuchan y atienden, hasta los que parece que están y son más distantes? ¿Qué es lo que provoca en el corazón?

Mucho me gustaría que ahora que termina este mes de mayo acogiésemos el regalo de María de la comunicación. ¿Cómo? Caminando como Ella, edificando como Ella y confesando como Ella. Que sea la Virgen quien nos regale la comunión que tenemos que tener con Cristo, esa que tan bellamente describe Ella en su vida, en los momentos más importantes de la vida del Hijo de Dios con los hombres. Hemos recibido y estamos estudiando y respondiendo al documento preparatorio del próximo Sínodo de los Obispos, dedicado a Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional. Es oportuno pedir a María que nos regale su unidad y comunión con Cristo para ver, para poder descubrir que todos tenemos una vocación al amor que asumir y que tenemos que concretarla en la vida cotidiana a través de una serie de opciones que van a articular un estado de vida.

En esta Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales ofrezcamos el camino de María, que es tan sugerente para vivir y mantener en todas las circunstancias un encuentro de honda existencia, para comunicar una noticia que configura una manera de ser, estar, vivir y construir nuestra sociedad. Me agradaría que hiciéramos el mismo itinerario que María. Su capacidad de comunicación y de entrar en el corazón de los hombres llevando la noticia que hace al mundo diferente y a los hombres nuevos, se nos manifiesta y revela en su historia personal: a) desde el primer instante en que recibe la noticia de que va a ser Madre de Dios, se pone en camino; b) cuando nace Jesús en Belén, allí con los pastores y los magos, muestra a su Hijo; c) cuando presenta a Jesús en el templo y el anciano Simeón, tomándole en sus brazos, exclama: «Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos, luz para alumbrar a las naciones»; d) cuando, perdido Jesús en el templo de Jerusalén, lo encuentran sus padres y les dice que está «ocupado en las cosas de su Padre»; e) en las bodas de Caná, cuando, movida por compasión, pide a su Hijo que realice el primer milagro y promueva la alegría de la fiesta entre aquellas gentes; f) cuando oye cómo su Hijo pone y propone el Reino por encima de consideraciones y de lazos de la carne y de la sangre, diciendo que son felices quienes escuchan y guardan la Palabra de Dios; g) cuando el Señor nos la entrega como Madre de todos los hombres, y h) en los inicios de la Iglesia, cuando los discípulos perseveraban en la oración unidos, allí estaba Ella también.

Tres tareas

Al repasar esta trayectoria, podemos sacar tres tareas que nos da Santa María para ser comunicadores según el Evangelio:

1. Caminar como Santa María: no te pongas en el camino de la vida sin llevar noticias que dan vida y horizontes, formulan y construyen caminos de fraternidad, de unidad. Deseamos ser un pueblo, una familia única. ¿Qué llevamos en y para el camino? ¿Nos detenemos a dialogar con todos los hombres? ¿Somos capaces de formular con hechos la cultura del encuentro? Hay que saber decir a la Virgen que queremos ser un solo pueblo, no queremos estar peleados y divididos; deseamos ser familia, no hablamos de revanchas; deseamos cuidar unos de otros, necesitamos vivir como hermanos y por eso eliminar la envidia, la discordia, la violencia. Es necesario recuperar la memoria de cómo se vive como hermanos. En ti, Madre de todos los hombres, recuperamos esa memoria. Hay que caminar para encontrar al otro y hacerle experimentar la fuerza de Dios que se manifiesta en nuestras vidas, como lo hizo María: atravesó regiones montañosas, hizo saltar de gozo a un niño que aún no había nacido y prorrumpir de alegría a una mujer que sintió el gozo de la presencia de Dios.

2. Edificar como Santa María: se edifica escuchando a Dios, siguiendo la orientación que Él nos da con su Palabra. María es maestra en el arte de escuchar. Sepamos detenernos a escuchar al otro, detenernos en su vida, en su corazón, no pasar de largo. ¿Tenemos miedo a escuchar? ¡Cuántas cosas cambiarían si escuchásemos! Así se edifica sobre roca, sobre la realidad y no sobre arena. Dejemos que el otro entre en nuestra vida. Que sepamos sentir lo que tienen los demás en su corazón. ¡Cuánto cambiaría nuestro mundo! Que sepamos escuchar para recibir lo que otros tienen en sus vidas y necesitan contárnoslo. Que nunca seamos una ventanilla oficial que damos o nos entregan papeles, pero no nos dejan comunicar lo que más necesita el ser humano. Hay que edificar sobre un terreno que debemos saber cómo es y qué tiene.

3. Confesar como Santa María: se es testigo del Señor cuando se le confiesa con nuestra vida. Cuando sabemos que tenemos que vivir con las palabras que salieron de la boca de la Virgen María: «Haced lo que Él os diga». La alegría llega a la vida de cada uno de nosotros y a todos los hombres cuando hay coherencia y somos capaces de mantener la esperanza, sabiendo y teniendo la certeza de que el Señor siempre camina a nuestro lado y ni un instante nos abandona. Nunca apaguemos el corazón a esta confianza, seamos luz de esperanza como María. Comuniquemos esta luz. Dejémonos siempre sorprender por Dios, también cuando llegan las dificultades, ya que Él siempre nos sorprende con su amor. Alejados de Él nada podemos comunicar, ni alegría, ni esperanza. Fuera de Él nada podemos confesar. Como le gustaba decir al Papa Benedicto XVI, «el discípulo sabe que sin Cristo no hay luz, no hay esperanza, no hay amor, no hay futuro».