Cinco días para decir sí - Alfa y Omega

Cinco días para decir sí

En una semana repleta de importantes nombramientos en los dicasterios vaticanos, la atención pública ha estado, sin embargo, centrada en la figura de un asesor: un periodista norteamericano, fichado como asesor de la Secretaría de Estado. Así lo ha contado L’Osservatore Romano, el diario de la Santa Sede:

Giulia Galeotti

«Era junio de 2009: llamé a mi amigo Carlo Ancelotti que había firmado con el Chelsea y me ofrecí como profesor de inglés» recuerda Greg Burke con una amplia sonrisa. Evidentemente después algo se torció, y el corresponsal desde el Vaticano y desde Italia del canal Fox News permaneció firme en su puesto.

Al menos por algunos años todavía: de hecho, ni siquiera hace un mes, Burke -de cincuenta y dos años y de Misuri- recibió una llamada telefónica casi histórica. Por lo demás, que el relato y la comunicación estaban de algún modo en su ADN se comprendió muy pronto: en realidad, no puede tratarse de una casualidad que el nuevo asesor de comunicación de la Secretaría de Estado haya empezado a hablar cuando los Estados Unidos eligieron a su primer presidente católico.

Greg Burke nació el 8 de noviembre de 1959 en Saint Louis, en un barrio irlandés-alemán y en una familia católica practicante; y estudió en uno de los institutos de los jesuitas de la ciudad, antes de licenciarse en literatura comparada en la Universidad de Columbia. Son los años en que conoce y entra en el Opus Dei (en el que después se integra como miembro numerario), uno de los puntos firmes de una vida profesional que lo llevaría muy pronto a cambiar muchos trabajos alrededor del mundo. «Estaba muy interesado en la carrera, pero también en la dimensión espiritual» nos cuenta.

Se especializó en periodismo, empezó de cero: primero la crónica de sucesos para un pequeño diario neoyorquino, después el trabajo extenuante en la «United Press International» en Chicago: «tenía turno de noche, y aquello no era vida». Desde allí -además de experiencias para Reuters y el semanario Metropolitan («para el cual, entre otras cosas, conté la jornada tipo de los speedy boys)- el gran salto: el corresponsal desembarca en Roma, enviado por el semanario National Catholic Register.

Paradójicamente, desde entonces Burke -aun saltando de un avión al otro- no ha dejado nunca más Roma, ciudad que lo impresionó quizá aún más de cuanto él mismo quiere admitir (entre otras cosas es un aficionado declarado de la Roma). Burke fue primero colaborador durante cuatro años de Time, y después de 1994 se convirtió en su corresponsal fijo. Es, entre otras cosas, el año en que el semanal nombrará Hombre del año a Juan Pablo II. De aquellos días, Burke recuerda en particular la emoción de la visita al reclinatorio del Papa. «El secretario me invitó a levantar la cubierta: debajo estaban todas las intenciones de oración de Wojtyla, peticiones de intercesiones de todas las partes del mundo. Los fieles del planeta confluían allí, en la meditación del Pontífice».

Después del periodismo de agencia y el del papel impreso llegó -con el 11 de septiembre- el tiempo del televisivo para Fox News: «una paradoja, yo que en el fondo despreciaba un poco aquel mundo». Aquella misma sonrisa con la que Burke cuenta su recorrido profesional, la infunde también en la descripción «de la esperanza y la alegría que vienen de la fe»: la pregunta de si su catolicidad entró alguna vez en conflicto con los periódicos laicos para los que trabajó se da por descontada. Sacude la cabeza: no surgieron problemas ni siquiera en los momentos más críticos, responde; «pienso por ejemplo en el escándalo de los abusos de menores por parte de sacerdotes de la archidiócesis de Boston: yo hice mi trabajo quedando siempre en la mitad del camino». La corrección ha sido recíproca, el único «choque cultural lo tuve con Time en el tiempo de la conferencia sobre la población de El Cairo».

La propuesta por la que hoy Greg Burke está en el centro de la atención llegó a finales de mayo de 2012, «ofrecida primero de una forma no demasiado clara, formalizada después el 4 de junio: y el 5 de junio yo dije no, gracias». Por un lado, ciertamente, es un gran reto profesional, pero por otro, «un trabajo que me gustaba muchísimo, una emisora en crecimiento, un camino estimulante delante de mí». Sin embargo, después, aquel rechazo se convirtió en una duda y al final -el 10 de junio- fue un . De este modo, este periodista americano que aúna el entusiasmo de su gran país, la complejidad católica y la luminosidad romana (desde hace algunas semanas es ciudadano italiano), asume un papel nuevo en un ambiente en donde prelados americanos se han ocupado a menudo de los medios de comunicación. Basta pensar en el largo servicio de los arzobispos presidentes del organismo que se encarga de las comunicaciones sociales vaticanas -Martin John O’Connor, Edward Louis Heston y John Patrick Foley- de 1948 a 2007.

¿Aceptó la propuesta atraído por el nuevo reto profesional o porque sintió una responsabilidad en calidad de creyente? «Al cincuenta por ciento», responde, y aquí la sonrisa se hace más profunda y meditada. «En mi vida profesional me he encontrado dos veces, un poco por casualidad y un poco por suerte, en el lugar adecuado en el momento preciso», como en 1994 para Time, y en 2001 para Fox. «Esta vez, siento que es lo mismo, pero que al mismo tiempo es distinto». Burke sonríe, pero, escuchándolo, no cabe duda de que es consciente de la responsabilidad y del significado de su nuevo cometido. «Sé lo que piensan los periodistas, sé cuál podrá ser la reacción ante un determinado hecho, porque conozco bien cómo funciona el mecanismo de la información»: este es el equipaje que llevará sentándose en su nuevo despacho. Ninguna ínfula de salvador: hay que dar «pequeños pasos en la dirección correcta». El mensaje es: el reto fascinante es comunicarlo.