El Papa y Medjugorje: ¿Considera Francisco que las apariciones son un fraude? - Alfa y Omega

El Papa y Medjugorje: ¿Considera Francisco que las apariciones son un fraude?

La cuestión de Medjugorje emergió al final del viaje del Papa a Fátima. Francisco distinguió entre las primeras apariciones, en 1981, y las que aún hoy aseguran recibir los videntes. Para el Papa, lo fundamental es «la gente que va allí y se convierte»

Ricardo Benjumea
Peregrinos en la colina de las apariciones en 1988. Foto: CNS

Esta vez sí, el Papa ha expresado abiertamente su opinión sobre las supuestas apariciones marianas en Medjugorje. Francisco había transmitido ya algunas dudas, aunque sin aludir explícitamente a este santuario de Bosnia Herzegovina, donde María es venerada como Reina de la Paz. En noviembre, durante un encuentro con los superiores religiosos, contrapuso «la Virgen de verdad» a «la Virgen jefa de una oficina de correos».

¿Considera Francisco que las apariciones son un fraude? Tampoco esta afirmación se correspondería con la realidad. Al ser preguntado sobre Medjugorje en la rueda de prensa a bordo del avión de regreso a Roma, el Pontífice comenzó aclarando que «todas las apariciones o las presuntas apariciones pertenecen a la esfera privada, no son parte del Magisterio público ordinario de la Iglesia. Y recordó que Benedicto XVI formó en 2010 una comisión sobre las apariciones presidida por el cardenal Camillo Ruini, que presentó su informe final a principios de 2014.

Según el Papa, «la relación-Ruini es muy, muy buena». En ella, adelantó Francisco, se da cierta credibilidad a «las primeras apariciones, cuando [los videntes] eran jóvenes», en 1981. «Más o menos dice que se ha de continuar investigando». En cambio, «acerca de las presuntas apariciones actuales, la relación tiene sus dudas». Tres de los seis videntes aseguran seguir recibiendo revelaciones marianas, en un caso cada segundo día de mes, y en los otros dos con una periodicidad de una al año. En total, las apariciones individuales suman en estos 35 años unas 47.000.

Es esta catarata de visiones lo que provoca el escepticismo del Papa, mayor incluso que el de Ruini. «Yo personalmente soy más malo», reconoció a la pregunta de un periodista del diario Avvenire. «Prefiero la Virgen madre, nuestra madre, y no la Virgen jefa de la oficina telegráfica, que todos los días envía un mensaje a tal hora… Esta no es la madre de Jesús. Y estas presuntas apariciones no tienen tanto valor. Y esto lo digo como opinión personal», matizó. «Pero pensar que la Virgen dice: “Venid que mañana a tal hora diré un mensaje a aquel vidente”; no».

No quedaron ahí las confidencias de Francisco, quien aludió a discrepancias en el seno de la Congregación de la Doctrina de la Fe a raíz de este informe. El prefecto decidió incluir en la documentación enviada a la sección encargada de este tema –la llamada feria cuarta, también responsable del estudio de las acusaciones de abusos sexuales en la Iglesia– «los pareceres contrarios a la relación Ruini». Ese proceder «no me pareció correcto», dijo el Papa. «Era como subastar la relación Ruini, que está muy bien hecha». Y entonces escribió una carta al prefecto, el cardenal Müller, pidiéndole que esas opiniones discrepantes se las enviaran a él en su lugar.

«Al final se dirá algo» sobre las apariciones, zanjó el Pontífice, no sin recordar que «el núcleo verdadero y propio de la relación Ruini» es «el hecho espiritual, el hecho pastoral, la gente que va allí y se convierte, la gente que encuentra a Dios, que cambia de vida…», concluyó Francisco, recordando que, para estudiar la respuesta pastoral al fenómeno de Medjugorje, en febrero «se nombró a un obispo capaz, muy capaz».

Una llamada a la conversión

Se trata de monseñor Henryk Hoser, arzobispo de Varsovia-Praga (Polonia), con experiencia como delegado pontificio ya en tres misiones: Togo y Benín –por cuestiones relacionadas con los seminarios–, y Ruanda, tras el genocidio de los años 90.

En Ruanda, donde trabajó como misionero más de 20 años, Hoser fue además miembro de la comisión médica para las apariciones en Kibeho de 1981, estas sí reconocidas por la Iglesia. El mensaje «es muy parecido al de Medjugorje: la llamada a la conversión y a la paz», aseguró el prelado en abril, en una rueda de prensa tras su primera visita al santuario en Bosnia. «Diría –añadió– que por el contexto histórico y por sus parecidos, son dos lugares hermanos». También en Ruanda inicialmente «había muchas dudas sobre si esos videntes eran auténticos». Y en ambos países estallaría una cruenta guerra civil solo una década después.

Foto: www.tourhq.com

Pese a mostrar esta predisposición favorable a las veracidad de las visiones, el arzobispo de Varsovia reiteró que el cometido que le ha encargado el Papa se circunscribe a los aspectos pastorales: cómo atender a los 2,5 millones de peregrinos que cada año acuden a Medjugorje, y cómo resolver las disputas entre la parroquia donde se ubica el santuario, regida por franciscanos, y el obispo de la diócesis, Mostar, que niega categóricamente las apariciones. Todo ello, en el contexto de mejorar la atención en los santuarios en todo el mundo, según las indicaciones del Papa en un motu proprio publicado el 1 de abril por el que se trasladaba la competencia sobre estos lugares de peregrinación de la Congregación para el Clero al Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización.

«Una tierra fértil»

«Medjugorje es una tierra muy fértil desde el punto de vista religioso», aseguró Hoser, aludiendo como ejemplo a las 610 vocaciones sacerdotales y religiosas surgidas de peregrinaciones a este lugar. En esa línea, el delegado papal citó también los retiros anuales para sacerdotes, para matrimonios y otros como el que va a celebrarse a finales de mayo, destinado a personal médico y grupos provida.

La clave de este éxito, a su juicio, es que los visitantes «descubren o redescubren el significado de lo sagrado», porque aquí «reciben lo que no tienen en casa». Por ejemplo, «la confesión individual no existe en muchos de nuestros países», igual que el rezo del rosario o la adoración al Santísimo Sacramento. Unos peregrinos de la Bretaña francesa «me dijeron que la última vez que habían visto rezar el vía crucis fue hace 30 años».

De ahí que, sin negar la existencia también de picaresca y mercantilización en torno a Medjugorje, para el arzobispo de Varsovia es importante cuidar lugares así en los que «la gente viene a saciar su sed de sagrado, de Dios, de contacto con lo divino… con la ayuda de la Virgen María». Así que, si le preguntan, él no lo duda: «Les recomiendo que se apunten a alguno de los retiros en Medjugorje y descubrirán algo que ni siquiera podían soñar».

La postura oficial de la Iglesia

La principal respuesta de la Iglesia a Medjugorje sigue siendo la llamada Declaración de Zadar, realizada por los obispos de la antigua Yugoslavia en 1991, en la que concluían que «no consta» que haya habido «apariciones y revelaciones sobrenaturales». De ahí la prohibición de que diócesis y parroquias organicen peregrinaciones a Medjugorje, cosa que sí pueden hacer grupos privados…, preferentemente acompañados de un sacerdote, pedían curiosamente los obispos balcánicos.

A esta declaración se remitió en 1998 la Congregación para la Doctrina de la Fe, entonces presidida por el cardenal Ratzinger, como «postura oficial» de la Iglesia. Esto, a su vez, distanciaba al Vaticano de la opinión más beligerante del obispo de Mostar, monseñor Peric, según la cual «consta la no sobrenaturalidad» o falsedad de las apariciones.

En octubre de 2013, el entonces nuncio en EE. UU., monseñor Viganò, dirigió una carta los obispos norteamericanos a petición del cardenal Gerhard Müller. Para evitar «el escándalo y la confusión» a raíz de un ciclo de eventos con participación de uno de los videntes, el sucesor de Joseph Ratzinger en Doctrina de la Fe les decía que ni sacerdotes ni fieles están autorizados a «participar en encuentros, conferencias o celebraciones públicas en los que la credibilidad de estas apariciones se dé por cierta». En España, unas semanas después, las diócesis de Toledo y Madrid trasladaban a sus fieles estas disposiciones.

Temas que tocan la fibra sensible

«Lo que ha dicho el Papa sobre las supuestas apariciones en Medjugorje es puro sentido común» y en realidad no hace más que «recordar lo que siempre ha dicho la Iglesia», explica el profesor de Teología Dogmática de la Universidad Pontificia Comillas Ángel Cordovilla: «las revelaciones marianas, en caso de haberlas, no comprometen a todos los fieles», puesto que «la revelación divina quedó cerrada con la muerte del último apóstol». «Eso no significa que Francisco niegue importancia a la devoción mariana o a la piedad popular; todo lo contrario», añade. Como provincial de los jesuitas, por ejemplo, Bergoglio enviaba sistemáticamente a sus novicios en peregrinación al santuario de Luján, mezclados con el pueblo.

Pero al mismo tiempo el Papa insiste en resituar la figura de María, cuyo «título predominante es el de Madre de Dios desde el Concilio de Éfeso», subraya Cordovilla. «Con eso queda dicho prácticamente todo», pese a excesos como «hacer de la Virgen una figura casi divina» o presentarla «con una cercanía mayor a nosotros que un Cristo que pareciera alejado de la vida de los hombres».

En el plano teológico, «hay un gran consenso» sobre la importancia de la figura de María. «Ya no estamos en tiempos en los que la devoción popular, marcada por la Virgen, se miraba de forma despectiva o con distancia», añade el profesor de dogmática.

En el plano pastoral, sin embargo, «algunos elementos todavía tienen que ser reorientados o purificados». Pero «una cosa es la precisión de los conceptos que debe caracterizar el trabajo del teólogo y otra la realidad diaria del pastor. El sacerdote encuentra al pueblo de Dios con determinada devoción que él tiene que cultivar y alimentar. Se necesita mucha paciencia y mucho discernimiento, que es lo que creo que el Papa está intentando hacer», en línea con la mariología de sus predecesores desde el Concilio Vaticano II. «Son temas complejos –concluye el profesor Cordovilla–, porque afectan a la sensibilidad del pueblo de Dios. Hay que tener mucho cuidado: puedes tocar una fibra espiritual y sentimental, y dañar un tejido que luego es muy difícil reparar».