«Sin complejos frente a los ataques del secularismo» - Alfa y Omega

«Sin complejos frente a los ataques del secularismo»

«Hablar de Dios resulta incómodo», pero «ante la incomprensión o el rechazo, no nos debemos atemorizar, ni caer en complejos y miedos frente a los ataques del secularismo. Jesús nos quiere valientes, en camino, activos». Son palabras del arzobispo castrense, monseñor Juan del Río, durante la Eucaristía celebrada el domingo, Víspera de la Virgen del Carmen, patrona de la Armada y del mar, en la fragata Almirante Juan de Borbón. Ésta es su homilía:

Juan del Río Martín

Señor Almirante General Jefe del Estado Mayor de la Armada, Almirantes, Oficiales, Suboficiales y marineros. Queridas familias de estos marinos:

1º. «La vida es un viaje por el mar de la historia» (Benedicto XVI, Spes Salvi, 49) En esta víspera de la festividad de la Virgen del Carmen, patrona de los hombres y mujeres con vocación marinera, la Iglesia en España celebra el Día de las gentes del mar. Con esta Jornada desea hacer una llamada a todos los que trabajan en este apostolado para que sean «testigos de la nueva evangelización» en el complejo mundo marítimo. Los buques y puertos son encrucijadas de culturas, nacionalidades y credos en los cuales no deben faltar el anuncio de la Buena Noticia de Jesucristo. Además, celebramos esta Misa de TVE-2 a bordo de esta fragata de la Armada Española, Almirante Juan de Borbón, que durante su participación en la Operación Unified Protector, en Libia, surcando el mar Mediterráneo, rescató hace un año, un cayuco con 114 inmigrantes que se encontraban en situación de gran peligro.

Los hombres de la Armada, una vez más, sirviendo a España mostraron el rostro humanitario que tiene el formar parte de la milicia. De ahí el reconocimiento a los mandos de la Armada aquí presentes, y de una manera especial, al Comandante de esta Fragata y a toda su dotación.

2º. La liturgia de la Palabra de este domingo décimo quinto del tiempo Ordinario nos sitúa en el trípode esencial de la vida cristiana: llamada, envío, sanación. Hemos nacidos para heredar una Bendición, no una condenación ¿Cuál es? Jesucristo, Hijo de Dios vivo que por «su sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados…ha sido un derroche de gracia para nosotros». San Pablo, en la carta a los Efesios que se acaba de proclamar, nos insta a reconocer, aceptar y amar el misterio de Cristo, donde encontramos el sentido pleno a nuestras vidas, porque ha sido constituido en el «gran timonel» de la Historia. Él único que tiene poder para hacer «de lo imposible, lo posible», el dueño de los vientos y de los oleajes naturales, aquel que nada le impide convertir la dolencia en salud, el odio en amor, la guerra en paz, la muerte en vida. ¡Sin este reconocimiento de la fe en Jesús, no hay envío, no hay misión, no hay salvación!

3º. Tanto el profeta Amos en la primera lectura, como los apóstoles en el Evangelio, son prototipos de creyentes que «escucharon la voz del Señor» (Sal 84) y se sintieron enviados a comunicar con libertad y generosidad un mensaje que a ellos mismos le sobrepasa ¡Que Dios existe, que nos ama y quiere nuestra felicidad! Este anuncio causa risa a los autosuficientes, desprecio de los poderosos de turno, e insensibilidad en los corazones endurecidos por el materialismo dominante. ¡Hoy como ayer hablar de Dios resulta incómodo! Así, el profeta Amos experimentó ese rechazo y fue expulsado del país por el poder oficial. Jesús mismo pone en guardia a sus discípulos para que no se apoyen en las seguridades de este mundo: «no llevéis alforjas, ni dinero…», ni tampoco crean que siempre van a tener éxitos en la predicación del Evangelio. Sucederá que, en ocasiones, ni les reconocerán sus buenas obras con los enfermos y necesitados. ¿No ocurre también esto en nuestros días? ¡Cuánto bien hace la Iglesia católica a la Humanidad con sus instituciones y personas samaritanas! Sin embargo en la actualidad, el catolicismo es la religión más perseguida en muchos lugares del mundo, en otros es silenciada debido a la presión cultural del laicismo. Con ello, son violentados los principios más elementales del derecho a la libertad religiosa que tiene toda persona. Se cumplen, una vez más, las palabras del Señor: «si el mundo os odia, recordad que primero me odió a mí» (Jn 15, 18).

4º. Ante la incomprensión o el rechazo, no nos debemos atemorizar, ni caer en complejos y miedos frente a los ataques del secularismo. Jesús nos quiere valientes, en camino, activos, peregrinos, tras sus pasos. Él nos precede y acompaña. Somos elegidos y llamados por nuestro nombre ¿Por qué precisamente a nosotros y no a otros? Eso pertenece al designio divino, no lo podemos saber. Lo cierto es que el Señor envío a los Doce a «predicar la conversión» de los corazones. Esa misión se actualiza en cada momento histórico y a nosotros nos ha tocado evangelizar a esta sociedad descreída del siglo XXI ¿Cómo lo haremos? siguiendo el estilo de las bienaventuranzas (cf. Mt 5, 42), sin cansarnos de hacer el bien (cf II Tes 3, 13), no devolviendo mal por mal, venciendo el mal a fuerza del bien, y procurando, en lo que dependa de nosotros, vivir en paz con todos los hombres (cf. Rom 12, 17-21). La alternativa del amor cristiano interroga a muchos, porque no se pide nada y se da todo, se ama a fondo perdido, se tiene comprensión con los pecadores y se comparte lo que tenemos con los más necesitados. ¡Por esto nos conocerán que somos discípulos de Cristo!

5º. Vivir de esta manera evangélica es como una «suave brisa» que penetra la aridez moral del hombre contemporáneo. También sucedió que en el siglo IX a. de Cristo, el reino del norte de Israel sufría una tremenda sequía material y espiritual como consecuencia de la idolatría y el olvido de la alianza con Yahvé. El profeta Elías subió al Monte Carmelo y oró intensamente y alcanzó la esperada lluvia. El libro de los Reyes nos dice que: «subió desde el mar una nube pequeña como la palma de una mano» (I Re 18, 44). La tradición cristiana ha interpretado ese nube como figura de María que nos ha traído la lluvia de la gracia de Cristo, monte de salvación. Sobre esta cumbre edifiquemos la fe, fundemos la esperanza, y obremos en caridad.

Que en estos tiempos de tribulaciones y mudanzas, nunca perdamos la calma, porque todo «sucede para el bien de los elegidos» (Rom 8,28). Fijemos nuestra mirada en la Virgen, Madre de Dios que es faro, luz y guía de la vida cristiana, estrella de la Evangelización. Alabemos e invoquemos su nombre sobre los que tan duramente trabajan en la mar y sirven con abnegación a la patria en la Armada. Unamos nuestras voces y sentimientos a todos los hombres y mujeres que durante siglos ha implorado la protección de la Virgen del Carmen con estos versos: «eres la perla más bella que oculta los mares, lucero de la aurora, consuelo del que llora, puerto seguro de nuestra salvación».