Sabe ser grande, siendo pequeña - Alfa y Omega

Sabe ser grande, siendo pequeña

Cuando la Hermana Prema, Superiora General de las Misioneras de la Caridad, visitó Madrid a principios del pasado mes de agosto, venía a una ciudad ya conocida para ella. La sucesora de la Beata Teresa de Calcuta -cuya fiesta se ha celebrado el día 5 de septiembre- ya vivió cinco años en la capital de España, como Hermana Provincial. El autor de este artículo, diácono y voluntario de las Misioneras de la Caridad, pudo conocerla de cerca, y presenta a una religiosa a quien «le encantaba ponerse el delantal y ponerse a limpiar, o curar enfermos, o a fregar el suelo»

Colaborador

¡Qué difícil debe ser ocupar el puesto dejado por personas de la talla de la Beata Teresa de Calcuta, o por la Hermana Nirmala! En el reciente Capítulo General de las Misioneras de la Caridad, celebrado durante los meses de febrero y marzo en Calcuta, ha sido elegida para sustituir a tan carismáticas mujeres una alemana, la Hermana Prema. ¡Parece que es tiempo de alemanes en la Iglesia, teniendo como tenemos a un alemán al frente de la nave de Pedro!

Como Sister Prema desempeñó el cargo de Hermana Provincial, responsable de toda la obra desarrollada por la congregación en Suiza, Francia, España, Portugal y Marruecos, y con sede en Madrid, hemos sido muchos los que la hemos conocido y quedado prendados del testimonio de vida de esta mujer.

Antes de Madrid, fue superiora de una comunidad en Nápoles, y con su traslado como Provincial, arrastró junto a ella voluntarios napolitanos para colaborar en las casas de su nueva región. A alguno lo tenemos, por ello, viviendo en Madrid.

Es una mujer dotada de una gran inteligencia. Habla alemán, italiano, portugués, español, francés, inglés, y seguro que ahora el hindi. En una ocasión, comenté que los gobiernos de los países del Tercer Mundo no dan el trato adecuado a las mujeres, y ella me contestó que muchos de los países desarrollados tienen legalizado el aborto y eso es, desde todos los puntos de vista, verdaderamente preocupante.

Con el delantal y un cuenco de papilla

A los que ocupan puestos directivos, les cuesta, sin duda, hacer los trabajos menos llamativos. Pero a la hermana Prema le encantaba ponerse el delantal y ponerse a limpiar, o a curar enfermos, o a fregar el suelo. Años atrás, nos encontrábamos un grupo de voluntarios de Madrid aprovechando nuestras vacaciones estivales para colaborar en la Casa que las Misioneras de la Caridad tienen en la ciudad norteafricana de Tánger. Uno de esos días, mientras estábamos cuidando a los niños en la guardería que tienen para los hijos de madres solteras, nos anunciaron que la Hermana Provincial tenía prevista su llegada para esa misma tarde.

Tanto la comunidad como los colaboradores esperábamos expectantes su llegada. Tras saludarnos rápidamente, se puso un delantal y cogió un cuenco, lo llenó de papilla, y se puso a servir a los niños. No paró hasta que terminaron de comer todos los pequeños. Al acabar el reparto de papilla, empezó a fregar y limpiar, sin que se le notase el cansancio del largo viaje Madrid-Tánger, que realizó en autobús y barco durante toda la noche.

Siempre la última

En otra ocasión, la Hermana Superiora de Madrid me pidió que trasladase en mi coche a varias de las hermanas, pues tenían que visitar a una joven Misionera que se encontraba hospitalizada por una dolorosa enfermedad. Sobre las nueve de la noche llegamos a la clínica con cuatro de las hermanas, entre ellas la Hermana Prema.

Tras la esperada visita, establecieron turnos para cuidarla. El de la noche lo realizó la Hermana Provincial, la Superiora de las Superioras en la Europa Occidental, escogiendo para sí el peor turno, y cuidando a la enferma durante toda la noche, sentada en una silla y sin poder dormir prácticamente nada. Ella sí que ponía en práctica aquél consejo evangélico que dice «aquél que quiera ser el primero que se haga el último».

Un huésped en Tánger

Hay personas a las que, literalmente, ha salvado la vida. Como a aquel norteafricano que llegó a la puerta de la Casa de las Misioneras de Tánger en un lamentable estado, mezcla de la desnutrición y del cansancio. Se trataba de un corpulento muchacho de raza negra que se veía al límite de sus fuerzas. Llegó desde su país, Nigeria, a Marruecos después de recorrer una infinidad de kilómetros, la mayoría a pie. La policía alahuita le llevó hasta la frontera argelina, obligándole a pasar a Argelia. ¡Todo esto en pleno desierto del Sahara! Una vez se habían marchado los policías, volvió a entrar en Marruecos y allí paró un taxi, indicándole que le llevase a la iglesia más próxima. El taxista paró, pero en vez de llevarle a donde le indicó, le llevó de vuelta a la comisaría, volviéndole a dejar en manos de la Gendarmería Real.

Los policías le llevaron nuevamente a la frontera argelina, pero él volvió a cruzar la frontera de Marruecos. Esta vez, tuvo la precaución de desplazarse por la noche y descansar, escondido, durante el día. Y así consiguió llegar a Tánger y, una vez allí, a la Casa de las Misioneras de la Caridad. Las Misioneras le dieron de comer y le permitieron dormir en la obra de los locales.

«Le debo todo»

Poco a poco, se fue recuperando y empezó a ayudarles en la obra, de forma tan efectiva que, finalmente, se le contrató como a un trabajador más. También empezó a asistir a los actos religiosos, incluidas las misas dominicales en la catedral. El problema llegó al concluir las obras, pues, ya sin trabajo, poco futuro le esperaba en Marruecos. Gracias a las gestiones de la Hermana Prema, consiguió una autorización temporal para viajar a Portugal, mediada por un obispo luso.

Hoy, por fin, tiene un negocio propio en Faro y la documentación que le permite residir legalmente en Portugal. Está casado y tiene un hijo. Recibió el bautismo en Faro, teniendo de madrina a la Hermana Prema y de padrino a un voluntario napolitano. Comenta que «le debe todo a la hermana Prema».

Aunque he escrito a muchas misioneras de la caridad, ninguna me ha contestado -supongo que porque no pueden-, salvo la Hermana Prema, exquisita y dulce en sus cartas. Por eso les recomiendo, a los que pronosticaban que la congregación de las Misioneras de la Caridad iría de capa caída sin Madre Teresa, que conozcan la grandeza de sus hijas. Ellas sí que saben ser grandes siendo pequeñas, y más teniendo como cabeza a la Hermana Prema.

Francisco García-Roca López