Salí de allí con un montón de inscripciones para bautizos, comuniones, bodas, catequesis... - Alfa y Omega

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Hace unos días, una mujer joven estaba sentada en el último banco del templo. Me fijé que lloraba. Me acerqué para hablar con ella. Se veía que lo necesitaba. Estuvimos más de una hora hablando en el confesionario. Soltó todo lo que tenía dentro. Se fue muy aliviada y contenta. Quedamos en ir otro día a bendecir su hogar. Cuando fui a los pocos días, me encontré con un montón de gente en la diminuta casa. Estaban su pareja, sus hijas, las hijas de su pareja, la hermana y su novio con un bebé, la abuela, la prima que acababa de llegar de su país… La mayoría sin bautizar, o sin la Comunión. Ninguno casado. Los niños sin ir a catequesis. Todos con mucha fe, pero sin educar. Fui explicando como pude la necesidad de vivir su fe en la Iglesia. Cuando intentaba explicar algo, me saltaban con más preguntas, y no podía casi responder. Tenían muchas preguntas y pocas certezas.

Total, que salí de allí con un montón de inscripciones para bautizos, comuniones, bodas, catequesis… A cada uno le dije qué día tenía que venir. No sé si perseverarán todos, pero interés tienen, y mucho. A pesar de tener fe, no saben cómo educarla, y muchas veces, les da pereza o miedo acercarse a preguntar. Para este sencillo caso necesitamos toda una batería de implicación eclesial.

Esto suele suceder mucho en todas las parroquias. Cuando te implicas con alguien, tiras del hilo y sale de todo. Luego te falta gente para atender todo esto y le pides a Dios que no abandone a ninguno de sus pobres.