Los secretos del éxito de Fátima - Alfa y Omega

Los secretos del éxito de Fátima

Fátima es mucho más que los tres secretos revelados por la Virgen a los pastorcitos videntes. Es un prodigio místico capaz de atraer a miles de personas, católicas o no. ¿Cómo fue posible que la palabra de tres niños analfabetos haya cambiado el curso de un país y marcado la historia de la humanidad? Con informaciones inéditas descubiertas en el Archivo Secreto Vaticano, Carlos Moreira Azevedo explica los secretos del éxito de este fenómeno, acontecimientos históricos reales que están lejos de ser milagros, pero –no por ello– resultan menos extraordinarios

Andrés Beltramo Álvarez
Bendición de la primera piedra del monumento al Sagrado Corazón de Jesús, el 13 de mayo de 1931. Foto: Santuario de Fátima

Actual delegado del Pontificio Consejo de la Cultura, entre 1998 y 2008 el clérigo presidió la comisión encargada de editar todos los documentos referidos a las visiones de Fátima (1917-1930). Unos 15 tomos que incluyeron cartas, certificados, actas y artículos a favor y en contra del fenómeno que cumplirá un siglo el próximo 13 de mayo.

Ese día el Papa Francisco declarará santos a dos de los tres pastorcitos, los hermanos Francisco y Jacinta Marto. Lo hará durante una Misa en la explanada del santuario ubicado en la Cova da Iria, el valle rural donde los videntes advirtieron por primera vez a una mujer vestida de luz el mediodía de aquel 13 de mayo de 1917.

Pasó poquísimo tiempo entre la primera visión de los niños y el repentino clamor popular que produjo la noticia entre la población portuguesa. «Fue una cosa increíble: en mayo estaban los tres, pero después, en junio, se presentaron unas 60 personas y en octubre, para la última visión, eran ya 50.000 según los periodistas –incluso no católicos– que estaban presentes. Todo sin que la Iglesia se moviese, algo extraordinario», destacó Moreira Azevedo en un encuentro con periodistas en Roma, preparatorio a la visita del Papa a Portugal.

El cardenal Benedetto Aloisi Masella, legado pontificio, corona a la Virgen de Fátima, el 13 de mayo de 1946. Foto: Santuario de Fátima

Este asombroso movimiento popular desbordó a la estructura eclesiástica. La Virgen anticipó a los pequeños que sufrirían mucho, y así ocurrió. Lo primero que padecieron fue la incomprensión de sus respectivas familias. La más escéptica fue la madre de Lucía dos Santos que, junto con el párroco local, hizo de todo por convencer a su hija para que volviese sobre sus pasos. Pero la niña, de 10 años, siempre replicó: «Mamá, tú me enseñaste a ser verdadera y yo soy verdadera, porque vi».

Paradójicamente fueron las publicaciones contrarias a la Iglesia, «masones y anticlericales», los propagandistas más importantes de Fátima. Ellos explicaban lo que estaba ocurriendo, mientras los periódicos católicos guardaban silencio. «Estos decían: mientras no exista una declaración de la Iglesia sobre la veracidad [del fenómeno], nosotros no hablamos», afirmó Moreira.

Tiempo de persecución a la Iglesia

El contexto histórico y eclesiástico tuvo su peso en el impacto social de las visiones. A inicios del siglo pasado, Portugal atravesaba un periodo de inestabilidad. En 1910 cayó la monarquía y se impuso la primera república. Fue un tiempo de persecución violenta contra la Iglesia. La mitad de los obispos del país estaba en el exilio. «La república era un fenómeno urbano, de una élite que no correspondía a la mayoría de la nación», agregó el sacerdote.

Tras siete años de tensiones y anticlericalismo, los mismos clérigos parecían haber perdido la esperanza. Tanto que, en enero de 1917, publicaron una carta pastoral en la que instaron a todos los fieles a involucrarse en cuestiones sociales y políticas. Dos años antes se había fundado el partido Centro Católico, pero no lograba cosechar el consenso de la feligresía porque se le acusaba de ser republicano. Los prelados terminaron su carta con una expresión premonitoria: «¡Ni siquiera un milagro nos puede salvar!». «No esperaban que, en mayo de ese mismo año, la irrupción de lo sobrenatural determinaría el resurgir del ánimo católico en Portugal», precisó Moreira Azevedo.

Un grupo de fieles durante el milagro del sol, el 13 de octubre de 1917. Foto: Santuario de Fátima

El funcionario vaticano arrojó otra clave: la Virgen se apareció en un momento de «gran aspiración de la gente por algo espiritual». De esa forma se explica la «fortuna» de Fátima, en un tiempo en el que existen informaciones de «otras supuestas manifestaciones» en diversos lugares del país. Pero la profundidad del mensaje revelado a los videntes marcó la diferencia.

Escepticismo eclesial

Mientras la respuesta popular fue inmediata, la Iglesia se tomó su tiempo antes de digerir lo que estaba ocurriendo. Uno de los primeros eclesiásticos en convencerse de la veracidad de las visiones fue el canónigo Manuel Nunes Formigão. Inicialmente escéptico, cambió de opinión tras un diálogo con los pastorcitos en septiembre de 1917, y en 1919 comenzó a publicar una serie de relatos que después compiló en el libro Las grandes maravillas de Fátima, que firmó con el seudónimo de Visconde de Montelo.

El párroco de Fátima, algunos días después de las visiones, se entrevistó con los niños y realizó una pequeña investigación. Pero jamás envió sus apuntes al patriarcado de Lisboa, del cual dependía su templo. 15 días antes de la primera manifestación de la Virgen, el Vaticano había dictaminado que la diócesis de Leiria (que incluía Cova da Iria y sus inmediaciones) sería restaurada, tras una anterior supresión. Por eso, el sacerdote prefirió esperar la llegada del nuevo obispo, quien tomaría posesión en 1920.

José Alves Correia Da Silva, responsable de la diócesis de Leiria-Fátima de 1920 a 1957, fue fundamental para el fenómeno. También escéptico en sus inicios, pronto se convenció de la veracidad y decidió comprar los terrenos donde hoy se encuentra el santuario dedicado a la Virgen. Lo hizo pocos meses después del inicio de su pontificado y antes de constituir, en 1922, la comisión oficial cuyas pesquisas le permitieron declarar oficialmente la autenticidad en 1930.

No queda nada por revelar

Sobre los otros secretos de Fátima, los tres ya divulgados por la Iglesia, Moreira está seguro: no queda nada por revelar. Aunque no niega que existan controversias al respecto. «Según mi punto de vista, las discusiones sobre Fátima son inútiles porque no tienen base histórica. Esta polémica sobre un supuesto cuarto secreto es pura imaginación, no existe ninguna base para hablar de esto. Las dudas se pueden presentar, pero no tienen fundamento real», aclaró.

Morerira reconoce que los católicos no tienen obligación de creer en lo que pasó, porque se trata de revelaciones privadas, pero aseguró que la canonización de los pastorcitos asigna a su experiencia un sello de autenticidad aún mayor. «Curiosamente, después de que Juan Pablo II abriera el tercer secreto, la Curia del Vaticano era contraria a publicarlo, pero fue el Papa el que en el año 2000 quiso darlo a conocer, aunque el entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Joseph Ratzinger, era contrario. Él obedeció, como siempre, e hizo el comentario teológico más importante sobre Fátima», añadió.

Las informaciones inéditas descubiertas por Carlos Moreira Azevedo fueron plasmadas en el libro Fátima – das Visões dos Pastorinhos à Visão Cristã (Fátima, de las visiones de los pastorcitos a la visión cristiana) de reciente edición en Portugal.

Sobre la peregrinación del Papa Francisco al santuario, Moreira recordó que cuando tuvieron lugar las visiones se vivía un ambiente de guerra que influyó también en la respuesta de los fieles.

«El mensaje de la Virgen fue claro: si ustedes no cambian de vida, ocurrirá una guerra peor. Y ocurrió. El Papa en Fátima podrá decir: si ustedes no cambian de criterios políticos, económicos, el mundo sufrirá, el mal encontrará en ustedes una responsabilidad… Esto será repetir el mensaje», precisó.

Y añadió: «Francisco quiere ir solo a Fátima y algunos están descontentos por eso, pero él va ahí porque cargará sobre sí los problemas de la humanidad y los confiará a un santuario que tiene un sentido histórico y profético. Así nos dirá: Dios no está ausente de los problemas de la gente, Dios sufre porque la gente sufre, y en la Virgen podrán encontrar esperanza».