Los 19 salarios que hacen falta en Venezuela para vivir dignamente - Alfa y Omega

Venezuela sigue cayendo al abismo. Para que se hagan una idea, hoy he enterrado a un amigo que ha muerto de bronquitis porque en esta ciudad de más de un millón de habitantes no hemos encontrado antibióticos específicos. Otro hecho: hacen falta 19 salarios mínimos para que una familia de cinco miembros viva dignamente. Dentro de los hogares reina el hambre y fuera el miedo, tanto al hampa como a la represión de una dictadura que dispara a bocajarro a quien se le enfrenta pacíficamente.

Me indigna la actitud de los progres occidentales que justifican este genocidio. Su complicidad les inhabilita moralmente. Pero también los católicos tenemos que hacer examen de conciencia sobre nuestra responsabilidad en esta locura. Dejemos claro que la actitud del episcopado venezolano es irreprochable en cuanto a sus orientaciones pastorales respecto al totalitarismo chavista.

El problema es que no se ha preparado el laicado que nos viene demandando la Iglesia desde hace un siglo. La increíble red católica formada por miles de parroquias, colegios, universidades, movimientos apostólicos e instituciones sociales no cultivaron la integridad de la fe, olvidando su dimensión sociopolítica. Esto explica la condena de tener opciones a cada cual peor: o populismo o liberalismo. Exactamente igual que España y el resto de Occidente.

No sirve la excusa de la ignorancia: en febrero de 1967, monseñor Lebrún, entonces obispo de la diócesis venezolana de Valencia, invitó a don Tomás Malagón, consiliario de la HOAC y estrecho colaborador de Rovirosa y Julián Gómez del Castillo, a una serie de encuentros en su iglesia local. Un mes después, don Tomás le envió una carta en la que le dijo textualmente: «La única manera de evitar una dictadura castrocomunista en Venezuela es la formación de militantes cristianos». El eminente teólogo manchego no era un visionario, simplemente practicaba el análisis de la realidad desde la fe: en un país con tanta riqueza y, a la vez, tan escandalosa desigualdad hay un caldo de cultivo privilegiado para que triunfe el discurso violento del marxismo, que ya se estaba exportando a toda Iberoamérica desde Cuba.

Lamentablemente no hicieron caso a don Tomás. Prefirieron cultivar un catolicismo sociológico acomodaticio con el poder que lo subvencionaba y una versión más progre a través de las comunidades eclesiales de base con la teología de la liberación marxista de fondo. 50 años después de aquella misiva, la realidad que padecemos da la razón a Malagón. ¿Haremos alguna vez examen de conciencia sobre estos hechos con una actuación adecuada?