La Pascua que obra milagros - Alfa y Omega

El triduo pascual ha sido intenso en el monasterio porque lo han celebrado con nosotras casi 200 personas, entre adultos, jóvenes y niños. El Jueves Santo iban llegando de muchos lugares los que participarían con nosotras en la Pascua de la Reconciliación, la del Cordero pascual, Cordero sacrificial, víctima de reconciliación. Agnus Dei qui tollis pecata mundi.

Sus palabras en la Cruz nos han conducido por la vía del perdón sin límites, el perdón de un Dios que se ha negado a castigar al hombre, que ha asumido nuestra incapacidad para comprender el mal que hacemos, que perdona como medio de lograr así nuestra misma conversión, que muere por cada uno de nosotros… «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen». El perdón y no el castigo. No devolver el golpe y parar la cadena del odio, de la venganza, del desamor, del rencor.

En estos días he visto milagros: personas que tenían retenidos odios que les paralizaban el amor y la alegría y lo han depuesto totalmente porque han recibido el don pascual; otros han comprendido que su vida no estaba reconciliada, razón de su enquistada amargura, y se han ido incapaces de resolver su dilema, perdonar o no perdonar, pero se han ido pidiendo lo que les faltaba: la oración para cambiar el corazón de piedra.

A otros, la gracia de la Reconciliación les ha clausurado su pacto con el mal, el odio y la venganza. Es difícil hablar del perdón cuando hay tanta violencia de género pero, ¿alguien se ha tomado en serio la educación en el respeto al otro, en el amor verdadero que hace libres y no esclavos, en la aceptación de la alteridad? Si no aprendemos a vivir en el amor, ¿por qué nos extraña la violencia asesina? No se improvisa, comienza con pequeños odios, fobias, indiferencias, rechazos, maldades ¡totalmente admitidos! Jesús, el Cordero Pascual, por amor ha dicho al odio: ¡Basta! Lo ha dicho con sangre, con la propia, con su vida. ¿Emprendemos el camino de la reconciliación a su manera? Como aquellas palabras de una madre poetisa a su hijo: «Tú no mates, tú sé de los que mueren».