Llagas. «A Lázaro se las lamían los perros, pero a mí ni eso» - Alfa y Omega

«A Lázaro se las lamían los perros, pero a mí ni eso. No sé qué hacer. Creo que estoy perdiendo la fe». El silencio es la mejor pregunta abierta que se ha inventado: te sientas a su lado, sacas el rosario y empiezas a rezar mientras la miras. Acompañas. Ya hablará más, si quiere. Y escucharás.

Qué dura carga la de las historias familiares complicadas: diferencias, distingos, injusticias, dolor. Todo termina por salir: «De los cinco hermanos, tres son de mamá y dos éramos de papá». ¿Cómo? «Los padres son los mismos, pero a unos los llevaba mamá en palmitas, hasta el punto de ocultarnos cosas a los demás. Papá trataba de equilibrar… pero desde que murió, los suyos nos hemos quedado desangelados».

Murió el padre y murió el hermano mayor, y saltaron todas las cosas que estaban ocultas. «Lo de menos son los dineros –que también–; es la sensación de no saber si hay suelo ni regazo ni nada». Dijo su madre, al enviudar que «era la voluntad de Dios y que allí no iba a cambiar nada». Hombre, asumir la voluntad de Dios no significa esconderse en un concepto ni taparse con falsedades; además, allí sí habían cambiado las cosas: el padre había muerto.

Mala cosa el autoengaño, que conduce a engañar a los demás. Una red de explicaciones confusas sucedió a la muerte del hermano mayor y a los líos trabados con consecuencias negativas para ¿todos? Sí, ahora lo estaban descubriendo. «¿Qué hago?». Pues mira, lo primero no echarle culpa a Dios, sino darle gracias por levantar las alfombras; en segundo lugar, no juzgar con dureza –rascando más, salió que la hiperprotección del hermano procedía de sus sufrimientos en el colegio, de su debilidad emocional–; en tercer lugar, reforzar el amor que tienes a tu marido y a tus hijos, con los que no deberías hacer diferencias, que no es lo mismo que darles a todos lo mismo. Y mirar hacia adelante: no te cierres en la contemplación de tu pena, dale sentido convirtiéndola en aprendizaje, ofreciéndosela a Cristo, que sufrió mucho más que tú. Y reza por tu madre. De la generosidad procede la generosidad. ¿Es fácil? No, es cristiano.