Doctora Christina Puchalski: «El cuidado espiritual debe extenderse más» - Alfa y Omega

Doctora Christina Puchalski: «El cuidado espiritual debe extenderse más»

La doctora Christina Puchalski, fundadora del Instituto para la Espiritualidad y la Salud, de la Universidad George Washington, es un referente a nivel mundial sobre cómo integrar el acompañamiento espiritual al enfermo en toda la atención sanitaria, en particular en los cuidados paliativos. La médico ha visitado España, donde colabora con el programa de Atención Integral a Enfermos Terminales, de la Obra Social de la Caixa

María Martínez López
«Los cuidados paliativos deberían empezar a practicarse desde que se diagnostica una enfermedad grave»

¿En qué situación se encuentran los cuidados paliativos en Estados Unidos?
Creo que han cogido cierto impulso gracias a organizaciones como el Center for Advanced Palliative Care y la Academia Americana de Hospicios y Medicina Paliativa, una organización muy potente que ha contribuido a la promoción de los cuidados paliativos, y a la formación en esta materia. Estas dos entidades están muy implicadas, trabajando en Washington D. C., para promover el desarrollo de estos cuidados también a nivel político. En los últimos 20 años, ha habido un aumento de programas de formación y de becas, y los cuidados paliativos se han reconocido como especialidad en los últimos diez años. No son todos, pero un número cada vez mayor de hospitales tienen unidad de cuidados paliativos.

¿Qué falta por hacer?
La gente todavía relaciona los cuidados paliativos únicamente con el final de la vida. Sin embargo, comprenden desde el principio del diagnóstico, y durante todo el proceso, hasta la muerte. Deberían empezar a practicarse desde que se diagnostica una enfermedad grave que pone la vida en peligro, por lo que realmente tendrían que tener una presencia todavía mayor en los hospitales.

¿Cómo es la situación en el resto del mundo?
A nivel internacional, es muy significativo que la OMS haya elaborado una resolución sobre cuidados paliativos. Yo trabajé mucho con monseñor Robert Vitillo, de Caritas Internationalis, y con otros, para asegurarnos que la espiritualidad se integrara en esta resolución.

En realidad, su trabajo es más amplio: integrar la atención religiosa en toda la atención médica. ¿Qué iniciativas de este tipo existen en su país?
La espiritualidad es una parte esencial de todo ser humano, que tiene que ver con cómo la gente busca el sentido último de la vida, y cómo se relacionan con lo sagrado. En Estados Unidos, hay un programa muy activo de capellanías. Al hablar de capellanes, nos referimos a un asesor espiritual, que no es necesariamente un sacerdote, un pastor, un rabino… Hay cinco organismos donde pueden acreditarse, entre los que está la Asociación Nacional para los Capellanes Católicos.

En el Instituto para la Espiritualidad y la Salud, nos basamos en un modelo integral de la persona, con su dimensión física, psicológica, social y espiritual, que reconoce la dignidad y valor de cada ser humano. Hemos desarrollado un protocolo, resumido en unas pequeñas tarjetas, para ayudar a médicos y enfermeras a preguntar al paciente cómo vive la espiritualidad, e incluir esta información en su historia clínica. También fomentamos la formación de una red global, para promover este trabajo.

¿Encuentra su sitio este cuidado integral dentro del sistema sanitario?
En la atención sanitaria en general, todavía es más frecuente que la atención se centre más en lo técnico. Sin embargo, como los cuidados paliativos tienen como requisito basarse en lo bio-psico-social e incluir la atención espiritual, han sido un aliado natural en nuestro trabajo para fomentar la espiritualidad. En 2009, publicamos un artículo con directrices y un modelo sobre Cuidado espiritual interprofesional en los cuidados paliativos, que pide que todos los miembros del equipo tengan en cuenta la dimensión espiritual del paciente.

Usted es médico. ¿Cómo le surgió la inquietud por integrar la espiritualidad en la atención sanitaria?
Yo soy católica y de familia católica, y mis padres me influyeron; me enseñaron que hay que amar y preocuparse por todos. De hecho, cuando yo tenía cinco años, mi padre y yo nos encontramos a un hombre tirado en la calle, creo que borracho. Mi padre lo recogió, lo sentó en el coche, y lo llevó a un albergue. Luego, fui a un colegio de religiosas que tenían una orientación social muy fuerte. Además, cuando estaba en la treintena, mi prometido murió de cáncer, por lo que experimenté la muerte siendo bastante joven, y me impactó. Por último, mientras trabajaba como investigadora, conocí a gente muy enferma que tenía un sentido muy profundo de la vida. En medio de enfermedades muy graves e incurables, lograban tener una vida riquísima. Me inspiraron enormemente.

¿Qué consejo daría a alguien para ayudar al paciente de forma integral?
Es muy importante decir que los sacerdotes, los médicos y enfermeras tenemos algo en común: todos estamos presionados por la falta de tiempo, y no siempre tenemos la formación para estar presentes ante el sufrimiento de otra persona. Por ello, a veces es más fácil centrarnos en los aspectos técnicos, y es más difícil escuchar a la gente, sus historias. Cuando en un hospital el sacerdote o el ministro eucarístico tiene que ver a cien personas, van muy rápido. Pero quizá lo que el paciente necesita más es que le escuchen. Es importante que sepamos ser testigos del sufrimiento de otra persona, sentarnos y escucharla.