Vámonos a otra parte - Alfa y Omega

Vámonos a otra parte

V Domingo del tiempo ordinario

Juan Antonio Martínez Camino
«Vámonos…» Jesús ha venido a anunciar a todos el reino de Dios

En aquellos días de Galilea, a Jesús no lo dejaban en paz ni siquiera en las madrugadas que Él aprovechaba para orar. La gente quería verlo, hablarle, tocarlo, pedirle favores. Su autoridad, dotada de una virtud divina, les resultaba impresionante. Era la llamada primavera de Galilea, cuando las masas seguían encandiladas al profeta de Nazaret. «Todo el mundo te busca», le decía Pedro, admirado y ufano del éxito obtenido entre sus paisanos, allí, en su pueblo de Cafarnaúm.

¿Qué había hecho Jesús? Pedro lo sabía bien. Había cogido de la mano a su suegra y la había levantado del lecho en que yacía enferma. Había curado muchos enfermos y expulsado muchos demonios a la puerta de su casa. No había curado a todos. Pero sí a muchos. Y los que quedaban por obtener la libertad de sus males corrían detrás de Él; lo buscaban ya de madrugada.

Somos seres muy necesitados. Andamos todo el tiempo a la búsqueda de soluciones para nuestras carencias y dolencias. Gastamos muchas energías y recursos incluso en adelantarnos previsoramente a las necesidades que podríamos tener en el futuro. Empleamos la vida en resolver nuestras necesidades de alimento, de abrigo, de salud, de información, de formación, de reconocimiento, de cariño, de sentido.

Hoy, dos mil años después, seguimos siendo, en buena media, un compendio de carencias y dolencias materiales y espirituales, exactamente igual que los paisanos de Simón Pedro en aquella primavera de Galilea.

Y Jesús sigue siendo buscado por la gente también hoy. Sigue siendo visto como una autoridad en humanidad, ejemplo de vida en libertad y en fraternidad. Son muy pocos los que lo rechazan o ignoran absolutamente. Son muchos los que lo idealizan como una figura excepcional capaz de llenar, si no todas, al menos muchas de las carencias que aquejan a la Humanidad. Y son bastantes los que, como aquel Pedro de Galilea, están tentados de aprovechar el tirón del Maestro, para convertirse en gestores de un éxito del que obtener algún beneficio personal: Ven, que todo el mundo te busca

Pero Jesús sorprende a Pedro con una respuesta dura de apariencia: «Vámonos a otra parte». No está dispuesto a responder a lo que buscan de Él allí. Es como si le dijera que ya estuvo bien de milagros; que Él no ha venido a resolver las carencias y las dolencias de sus paisanos. ¿A qué ha venido entonces Jesús? ¿Cuál es el secreto verdadero de su autoridad?

El Profeta de Nazaret ha venido a anunciar a todos que el reino de Dios está cerca; ha venido a traernos a Dios en su propia persona. Pero eso nos parece poco. Pensamos que no responde a nuestras carencias y dolencias. Preferiríamos piedras convertidas en pan; salud y poder de este mundo.

Por eso, la primavera de Galilea durará poco. Las masas dejarán de buscar a Jesús y pasarán, de la aclamación encandilada al trágico grito de ¡Crucifícalo!

Evangelio / Marcos 1, 29-39

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Él se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.

Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les dejaba hablar.

Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron en su busca y, al encontrarlo, le dijeron:

«Todo el mundo te busca».

Él les respondió:

«Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido».

Así recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.