La lucha (pacífica) de Oswaldo Payá continúa - Alfa y Omega

La lucha (pacífica) de Oswaldo Payá continúa

Alfa y Omega acoge un acto homenaje al fundador del Movimiento Cristiano Liberación de Cuba. La militancia política empezó en una parroquia

Ricardo Benjumea
De izquierda a derecha, hacen el símbolo del MCL Carlos Payá, Pablo Casado, Teresa Compte y Regis Iglesias. Foto: José Luis Bonaño.

«En apenas cinco minutos te conquistaba». Pablo Casado tenía 24 años cuando visitó en 2005 en Cuba a Oswaldo Payá. Al entonces miembro de Nuevas Generaciones del PP —hoy vicesecretario del partido y diputado— no le llamó la atención tanto «la oratoria» del líder opositor cubano, como «el discurso moral que tenía: limpio, sin rencor, sin revanchismos. Creo que no llegó a criticar el régimen castrista en ningún momento».

Otro rasgo llamativo en Payá era «la austeridad. No admitía ni que le pagaras un refresco. Era la representación moral de la dignidad del pueblo cubano, que lo único que pedía era que desearas para ellos la misma libertad que deseabas para España».

Por aquel entonces —recuerda Casado— «todavía se seguía viendo el régimen castrista en Europa con idealización, con afecto o, como poco, con neutralidad». Muchos turistas viajaban a la isla «como a un parque temático». «Les encantaba ir a La Habana Vieja y les hacía mucha gracia que siguieran circulando Chevrolets de los años 50. Y luego esos turistas, bien pertrechados con sus tarjetas de crédito, regresaban y decían que Cuba debía seguir por ese camino, porque era una maravilla cómo habían huido del consumismo. Era como quien visita un zoológico».

Peña Cristiana del Pensamiento Cubano, antecedente del MCL. Oswaldo Payá es el tercero por la izquierda. Foto: Archivo de la parroquia del Cerro. Cortesía de Rolando Sabin.

Los orígenes parroquiales

El diputado popular participó el 6 de abril en una jornada sobre El legado de Oswaldo Payá: el Movimiento Cristiano Liberación (MCL), celebrada en el salón de actos de Alfa y Omega. En el acto, moderado por Teresa Compte (directora del Máster Universitario en Doctrina Social de la Iglesia de la Universidad Pontificia de Salamanca), intervinieron la coordinadora del MCL en La Habana, Rosa Rodríguez; el portavoz del movimiento, Regis Iglesias; y Carlos Payá, hermano de Oswaldo, fallecido en 2012 en un incidente de tráfico nunca investigado, aparentemente provocado por agentes del régimen cubano.

Carlos Payá, exiliado en España, habló de los orígenes eclesiales del MLC. «Hemos salido de una sacristía», dijo. «El MLC no es confesional, pero en nuestros estatutos fundacionales nos basamos en la doctrina social de la Iglesia y el mensaje del Evangelio, porque entendemos que el primer paso para conseguir la liberación de un país en que la persona se libere de su miedo, del rencor… Dios nos ha hecho libres y nadie nos puede quitar esa libertad».

«La Iglesia por entonces era tolerada, pero solo mientras se mantuviera confinada en las sacristía», añade Payá. «Desde niño, cuando empiezas en el colegio, averiguan de dónde vienes por medio de los Comités de Defensa de la Revolución. Y te ponen en el expediente que te va a acompañar toda tu vida (lo sé por propia experiencia) que tienes problemas religiosos. Estás marcado ya para siempre».

En la parroquia del Cerro, con Alfredo Petit al frente (después sería obispo auxiliar de La Habana), un grupo de jóvenes encontró «como una burbuja de libertad dentro de ese ambiente hostil». Después de la Misa dominical se fue gestando lo que se llamaría la Peña Cristiana del Pensamiento Cubano, germen del MCL. Por medio de una hoja parroquial, Pueblo de Dios, aquella llama se fue extendiendo a otras parroquias, y así es como Regis Iglesias entró en contacto con Payá, a quien desde entonces acompañaría ya hasta el final de sus días.

Foto: EFE / Enrique de la Osa.

El precio de la militancia

La militancia tiene un precio. Carlos Payá fue expulsado de la universidad y de Cuba. A Regis Iglesias le cayó en 2003 una condena a 18 años de cárcel. Las condiciones eran terribles: «Mosquitos, ratas, cucarachas, poca agua, poca luz, calor, humedad, sin atenciones médicas…», recuerda. En una de las celdas que estuvo podía tocar los dos extremos extendiendo sus brazos, y entre visita y visita de la familia llegaban a pasar cuatro meses. «Eso durante siete años y medio». Iglesias hubiera querido seguir resistiendo, pero sus hijas no aguantaban más la situación. Tras rechazar inicialmente la oferta en 2010 de exiliarse en España, tuvo que rectificar. Ahora, sin embargo, sus hijas son ya mayores, e Iglesias —sin trabajo ni ayudas de ningún tipo en España— ha pedido al Gobierno español que medie para facilitar su regreso a Cuba, donde quiere continuar la lucha pacífica que inició Oswaldo Payá.