Te presento nuestras alegrías y esperanzas - Alfa y Omega

Te presento nuestras alegrías y esperanzas

Visita a la capilla de las Apariciones. Oración a la Virgen. Fátima. Miércoles 12 de mayo de 2010

Redacción
Foto: AFP Photo / Vincenzo Pinto

Señora nuestra y Madre de todos los hombres y mujeres, aquí estoy como un hijo que viene a visitar a su Madre, y lo hace en compañía de una multitud de hermanos y hermanas. Como sucesor de Pedro, al que se le confió la misión de presidir el servicio de la caridad en la Iglesia de Cristo y de confirmar a todos en la fe y en la esperanza, quiero presentar a tu Corazón Inmaculado las alegrías y las esperanzas, así como los problemas y los sufrimientos de cada uno de estos hijos e hijas tuyos, que se encuentran en Cova de Iria o que nos acompañan desde la distancia.

Madre amabilísima, tú conoces a cada uno por su nombre, con su rostro y con su historia, y quieres a todos con amor materno, que fluye del mismo corazón de Dios Amor. Te confío a todos y los consagro a ti, María Santísima, Madre de Dios y Madre nuestra.

Cantores y asamblea: Nosotros te cantamos y aclamamos, María.

Santo Padre: El Venerable Papa Juan Pablo II, que te visitó tres veces, aquí en Fátima, y te agradeció aquella mano invisible que lo libró de la muerte, en el atentado del trece de mayo, en la Plaza de San Pedro, hace casi treinta años, quiso ofrecer al santuario de Fátima la bala que lo hirió gravemente y que fue colocada en tu corona de Reina de la Paz. Nos consuela profundamente saber que estás coronada no sólo con la plata y el oro de nuestras alegrías y esperanzas, sino también con la bala de nuestras preocupaciones y sufrimientos.

Te agradezco, Madre querida, las oraciones y sacrificios que los pastorcillos de Fátima realizaron por el Papa, animados por los sentimientos que tú les habías infundido en las apariciones. Agradezco igualmente a todos aquellos que, cada día, rezan por el sucesor de Pedro y sus intenciones, para que el Papa sea fuerte en la fe, audaz en la esperanza y ferviente en el amor.

Cantores y asamblea: Nosotros te cantamos y aclamamos, María.

Santo Padre: Madre querida por todos nosotros, te entrego aquí, en tu santuario de Fátima, la Rosa de Oro que he traído desde Roma, como regalo de gratitud del Papa, por las maravillas que el Omnipotente ha realizado, por tu mediación, en los corazones de tantos peregrinos que vienen a ésta tu casa materna.
Estoy seguro de que los Pastorcillos de Fátima, los Beatos Francisco y Jacinta y la Sierva de Dios Lucía de Jesús, nos acompañan en este momento de súplica y júbilo.

Cantores y asamblea: Nosotros te cantamos y aclamamos, María.