Gentes: Carlos Abella, ex-embajador de España en Italia - Alfa y Omega

Como es sabido, Juan Pablo II había hecho de la oración, y particularmente del Rosario, la fuente de su vida, el sostén de los grandes padecimientos de su vejez y el motivo de su buen humor y alegría. Lo primero que hacía al visitar diariamente su capilla privada era recogerse en oración. Dicen los más allegados que podía permanecer horas rezando y de rodillas. La Piazza di Spagna recordará siempre a Juan Pablo II arrodillado y sumido en la oración ante la Inmaculada.