Mujeres que han abortado en la Peregrinación por la Vida de Getafe: «Se sienten muy acompañadas» - Alfa y Omega

Mujeres que han abortado en la Peregrinación por la Vida de Getafe: «Se sienten muy acompañadas»

Un grupo de mujeres que sufren síndrome postaborto vivirán este sábado un momento importante en su proceso de sanación: durante la Peregrinación por la Vida que celebra la diócesis de Getafe en Cubas de la Sagra, pondrán nombre a su hijo y se lo presentarán al Señor. «No es un ambiente triste», afirma Beatriz, que con su familia acude para rezar por sus cinco hijos perdidos de forma natural

María Martínez López
Foto: Diócesis de Getafe

Este sábado por la mañana, Beatriz Sifre y su marido se levantarán, meterán a cinco de sus diez hijos –de entre 14 meses y 17 años– y se dirigirán a la localidad madrileña de Cubas de la Sagra para participar en la Peregrinación por la Vida. «Es una costumbre como familia. Incluso mi hijo mayor, que a veces no quiere venir a algunas cosas, a esto no le pone ningún pero».

Beatriz colabora con la Delegación de Familia y Vida de la diócesis de Getafe. En esta cita anual, que ya va por su séptima edición, «rezamos por nuestros otros cinco hijos, que se fueron al cielo en abortos espontáneos; pero también por los que han muerto en abortos provocados, por las madres que han sufrido un aborto y por los médicos que colaboran» de una forma u otra.

La Peregrinación por la Vida arrancará a las 11 horas de la casa de las Misioneras Cruzadas de la Iglesia, ubicada en la calle Livinio Stuick de Cubas de la Sagra. Los peregrinos se dirigirán desde allí a pie hasta el santuario de Santa María de la Cruz. La llegada está prevista para las 12.15 horas. Una vez allí, se celebrará una Eucaristía presidida por el obispo, monseñor Joaquín María López de Andújar.

Momento de sanación

El objetivo de la Peregrinación es unir en oración a los fieles de la diócesis y a familias y mujeres que sufren tras perder a un hijo por el aborto, voluntaria o involuntariamente. Para muchas de las mujeres que han abortado, este encuentro es un punto importante, bien al principio o al final de su proceso de sanación postaborto.

«Aunque es anónimo» y nadie se presenta ni cuenta su historia, «ven que están compartiendo esta experiencia con otras muchas mujeres les hace sentirse muy acompañadas. Como en la Peregrinación todo es en torno al Señor, les permite encontrarse con Él y entender que las perdona; cómo no van a perdonarse a sí mismas». Habla Isabel Agustino, una de las dos asesoras que desde el Centro de Orientación Familiar de Getafe acompañan a una treintena de mujeres al año.

Muchas de estas mujeres ya han confesado su aborto y han recibido la absolución; a veces, muchos años después de haberlo cometido. De hecho, «suelen llegar a nosotros derivadas por el sacerdote. Pero se siguen sintiendo muy culpables. Lo más difícil es que se perdonen a sí mismas». Además –continúa Isabel–, la confesión «es un momento muy dramático porque supone revivir una tragedia que sienten más porque fue voluntaria. Es un trauma, a pesar de que en bastantes casos fue hace muchísimo tiempo y creen que lo han ido olvidando».

Foto: Diócesis de Getafe

Poner, por fin, nombre al hijo

Comienza entonces un proceso que, a lo largo de unos dos meses, va recorriendo distintas etapas: reconocer toda la experiencia vital que las llevó a tomar esa decisión; revivir el momento para identificar elementos, como colores y olores, que si no son desenterrados pueden seguir condicionándolas; ir eliminando rencores hacia el resto de personas que lo permitieron o participaron para acercarse a perdonarse a sí misma, y poner nombre a su hijo.

Este «bautizo» de su hijo abortado es lo que muchas hacen durante la Peregrinación por la Vida. Los nombres de todos estos no nacidos se colocan en una cesta que será ofrecida durante la Eucaristía, como símbolo de todas las víctimas de la tragedia del aborto.

Isabel comenta un dato curioso: «Al proponerles en la consulta que pongan nombre a sus hijos, no les cuesta nada pensar qué sexo podía tener su hijo y cómo les habrían llamado. Es algo que han ido haciendo inconscientemente durante todo el tiempo que han cargado con ello en silencio».

«Los chicos son Down son majísimos»

Durante la peregrinación, «el ambiente no es triste, sino muy familiar. Nosotros no pensamos en nuestros hijos perdidos con tristeza. Dios quiso que pasara, y desde que nuestros hijos vivos tienen uso de razón saben que tienen otros hermanos que se fueron al cielo. También en el colegio les hablan del aborto provocado».

«Para nosotros siempre ha sido muy importante vivir las cosas con ellos». También el nacimiento de la pequeña, con síndrome de Down. «Nos han ayudado casi más a asumir la discapacidad, porque nos dan mil vueltas en inocencia y generosidad. Que tu hija de 15 años, ante una noticia así, te diga: «No pasa nada, si los chicos con ese síndrome son majísimos», es maravilloso».