Monseñor Osoro, a los religiosos: «Sed fieles a vuestros fundadores» - Alfa y Omega

Monseñor Osoro, a los religiosos: «Sed fieles a vuestros fundadores»

«Ser amigos fuertes de Dios es vuestra pasión y vuestra gran misión, con una total adhesión a Cristo a pesar de la aridez y de los sufrimientos, siguiendo los pasos de vuestros fundadores»: así se lo dijo ayer monseñor Carlos Osoro a todos los religiosos y religiosas de Madrid durante la celebración de la Jornada de la Vida Consagrada

José Antonio Méndez
Cientos de consagrados abarrotaton la catedral

Cientos de religiosos y religiosas abarrotaron ayer la catedral de la Almudena para la celebración de la Jornada de la Vida Consagrada, que tenía por lema la frase teresiana Amigos fuertes de Dios.

Durante la Eucaristía, que fue presidida por monseñor Carlos Osoro y concelebrada entre otros por el Presidente de la CONFER, el padre Luis Ángel de las Heras, el arzobispo de Madrid recordó a los consagrados que «vuestra pasión y vuestra gran misión es vivir con una total adhesión a Cristo, a pesar de la aridez y de los sufrimientos, siguiendo los pasos de vuestros fundadores» para acercar «el amor de Dios a todos los hombres».

Parábolas vivas de Dios

Al contemplar la variedad de carismas que se dieron lugar en la catedral, monseñor Osoro explicó que esta riqueza de la vida consagrada es «como un gran ramo de flores que da el olor de Jesucristo en tantas circunstancias y situaciones en las que viven los hombres». Por eso, les dio «muchas gracias porque sabéis hacer las cosas de una manera distinta: la que enseña Jesucristo, y que en cada uno de vuestros carismas es enriquecida».

Además, el arzobispo matritense vinculó el lema teresiano de la Jornada, elegido con motivo del V centenario del nacimiento de santa Teresa de Jesús, con la vocación específica de cada consagrado: «Amigos fuertes de Dios sois todos los consagrados; ser amigos fuertes de Dios es el deseo de acoger la gracia del Señor, para ser cada uno de vosotros presencia de Jesucristo en medio del mundo». Por eso, pidió a los religiosos «que os convirtáis en parábolas vivas del Dios con nosotros».

El lenguaje del testimonio

Recordándoles su consagración específica de servicio, el vicepresidente de la Conferencia Episcopal aseguró que «vosotros sois hermanos y hermanas para todos los hombres; os convertís en signo elocuente de la presencia de Dios en medio del mundo de hoy, con vuestra forma de ser, de vivir y trabajar». Y para lograrlo, les pidió un «completo abandono en las manos de Dios y de la Iglesia», y emplear «un lenguaje comprensible para los hombres y mujeres junto a los que vivís: el lenguaje del testimonio». Sólo así «podréis ayudarles a descubrir la vida nueva, presente ya en este mundo», que es la presencia real de Dios mismo.

Monseñor Osoro, al comienzo de la Eucaristía, asperjando los cirios de los religiosos

En reiteradas ocasiones, monseñor Osoro animó a los religiosos a «ser fieles a vuestros fundadores», en quienes «nunca hubo mediocridad» sino una gran «esperanza eclesial y apostólica». Siguiendo su ejemplo, les pidió un «seguimiento apasionado de Jesucristo, y el desprendimiento de todo aquello que no os conduzca hacia Él». Porque por eso «habéis hecho una opción valiente, tanto a nivel personal como comunitario», que es «ser totalmente de Jesucristo para transformaros, cada uno de vosotros, en una confesión de fe».

«Nadie da lo que no tiene»

La gran misión, por tanto, de la vida consagrada de hoy es propiciar en las personas de su entorno «un encuentro personal con Cristo, en el que nadie queda excluido» y «entregar la dignidad de hijos de Dios que tienen todos los hombres, a todos los que encontréis por el camino. Porque la dignidad se da cuando se da el amor de Dios. ¡Dad la vida por amor, y acercar el amor de Dios a los demás, acogiéndolo en vuestros corazones!», reclamó el pastor matritense.

Además, les alertó de los peligros de descafeinar su misión apostólica, pues «vuestra vida se empequeñece en el aislamiento y en la comodidad». Y añadió: «Adorad a Dios, acogedle y no lo retengáis. Pero nadie da lo que no tiene, y si acogemos otros intereses en la vida, eso será lo que daremos». De ahí que les pidiese crear «una cultura inédita» que «imagine espacios de oración, y de encuentro con Dios y con los hombres, para que esta ciudad y esta diócesis sepa reconocer el amor de Dios».