Cuando Patricia estuvo una semana «dedicándole mi existencia a Jesús» - Alfa y Omega

Cuando Patricia estuvo una semana «dedicándole mi existencia a Jesús»

Proyecto Discovery de los Servidores del Evangelio dirigido a «los jóvenes que desean descubrir el plan de Dios para ellos»

José Calderero de Aldecoa
Proyecto Discovery de los Servidores del Evangelio. Foto: Servidores del Evangelio

«En la Iglesia se necesitan laicos, matrimonios, consagrados y sacerdotes que viviendo su vocación de forma sencilla, irradien la alegría y la paz que viene de responder a la llamada de Dios», asegura Laura Alonso, misionera de los Servidores del Evangelio. Pero para vivir una vocación primero hay que descubrirla, y para descubrirla nació el proyecto Discovery, «dirigido a jóvenes que desean descubrir el plan de Dios para ellos», añade la misionera.

El proyecto está formado por cinco encuentros —enfocados no solo desde el punto de vista teórico sino también práctico y, sobre todo, vivencial—, tres de los cuales se realizan en el extranjero y dos en España. En cada uno de ellos, que se están celebrando a lo largo del curso académico 2017, se trabaja algún rasgo de la vocación cristiana «con el fin de ir dando elementos y criterios para discernir cual es la llamada personal que Dios nos hace a cada uno», explica Laura.

Cada encuentro cuenta con el testimonio de alguna persona que ya vive la vocación de la que se está hablando. De esta forma, los jóvenes que están participando en Discovery —venidos de España y Alemania— ya han escuchado el testimonio de un sacerdote, de un padre de familia, de un matrimonio que llevan casados 20 años y el testimonio de las propias religiosas de los Servidores del Evangelio.

El proyecto concluirá en Argentina, donde a los jóvenes participantes se les unirán otros jóvenes de las comunidades que las religiosas tienen en Europa, y todos juntos desarrollarán una experiencia misionera.

Con sed de Jesús

En el primer encuentro, que se celebró en Munster (Alemania), participó Patricia García, que antes de comenzar la experiencia confesaba sentirse «con ganas, con fuerza, con sed de Jesús» pero «tremendamente limitada, como con esa especie de indefensión aprendida que nos presiona cuando no tenemos el control de algo». Sentimientos encontrados que superó porque «había algo cien veces más fuerte que me empujaba a vivir esta aventura».

Así, durante una semana, Patricia se vio «dedicándole mi existencia a Jesús». «Fueron días de oración, de reír, de pedir los unos por los otros, de dar las gracias, de compartir vivencias y días en los que, sobre todo, compartir la fe».

Y de todos esos días esta joven se queda «con aquella noche de lunes en la capilla» donde «Dios venía para enseñarme que el único que no tiene ni puede tener fin ni límite era él, y que era precisamente él quien me había querido, desde un principio, con todos u cada uno de mis defectos, pero también con todas y cada una de mis virtudes que hacían de mí una persona limitada».