«Iba a darle un abrazo y plantarle un besazo… pero andamos en tiempos de ébola» - Alfa y Omega

«Iba a darle un abrazo y plantarle un besazo… pero andamos en tiempos de ébola»

Coco llegó a Sierra Leona como voluntario de los Agustinos Recoletos. En 2012 se instaló definitivamente en el país y montó un proyecto de escolarización: The Wara Wara Community Schools Project. Todo lo cambió el ébola y, ahora, también luchan contra esta enfermedad. Los medios son insuficientes, y el caso de la pequeña Musu Kanu lo certifica, pero el amor y la valentía superan todas las deficiencias

José Calderero de Aldecoa
Musu junto a su familia. Foto: Wara Wara Project

Marcos Portillo, Coco, como le conocen todos, viajó por primera vez a Sierra Leona en 2008. Desde entonces vive a caballo entre el país a africano y España. En 2012 se instaló definitivamente en uno de los países afectados por el ébola, aunque todos los años vuelve 3 meses al país que le vio nacer.

«Vine a Sierra Leona porque desde hace muchos años tenía una gran inquietud de trabajar en África. Pude hacerlo en 2008 como voluntario de los Agustinos Recoletos. Entonces pasé aquí, con ellos, 13 meses», explica Coco a Alfa y Omega. Durante todo ese tiempo su trabajo consistió en «estudiar la situación de la educación primaria en la provincia de Biriwa». También tuvo la oportunidad de trabajar con varias comunidades «en la mejora de las infraestructuras escolares a través de la movilización social».

Musu y su familia. Foto: Wara Wara Project

Llegó el ébola y lo cambió todo. Coco se «encontraba metido de lleno en poner en marcha un proyecto que atendía a los niños huérfanos de padre y madre por el ébola». Fue entonces cuando José María Márquez, de la ONG África Directo de Madrid a Sierra Leona, visitó el país y constató «algo que todos conocíamos: las deficiencias de las casas en cuarentena». Hasta ahora, a grandes rasgos, lo que habían hecho era suministrar comida a las casas en cuarentena «para que pudieran estar bien alimentados y para que no tuvieran que salir de la casa para ir en busca de comida», lo que supondría un riesgo para el resto de la población.

Ahora, gracias a la ayuda de José María y su ONG, el trabajo que realizan es otro, y así pueden ayudar mejor a la población afectada por el ébola. «Contratamos sobrevivientes de la enfermedad, gente que estuvo afectada, que han sufrido mucho, que pasaron 21 días en un Ebola Treatment Center (Centro de Tratamiento del Ébola), que han perdido muchos familiares y que se supone que no se pueden infectar de nuevo». Estos trabajadores inmunes viven «junto a una casa en cuarentena y toma la temperatura dos veces al día a las personas aisladas en su interior. Además, a lo largo del día, sensibiliza sobre la realidad del ébola a los habitantes de la casa, a los vecinos. Les cuenta su propia experiencia. Les dice lo que deben y no deben hacer. También da parte de todo aquello que sea necesario que conozcan las autoridades sanitarias y policías. En definitiva, está al servicio de esa casa en cuarentena para que ellos mismo no se infecten los unos a los otros», explica Coco.

Actualmente están supervisando 17 casas en cuarentena en dos áreas del país, y «pretendemos cubrir más zonas», asegura el voluntario español.

Musu, sola ante el ébola

A pesar de los esfuerzos que hacen Coco, José María, y muchos otros voluntarios más, los medios siguen siendo muy insuficientes. Y sino que se lo digan a la pequeña Musu Kanu, que se tuvo que enfrentar sola al estigma del ébola.

Musu Kanu con el certificado libre de ébola. Foto: Wara Wara Project

Coco y sus compañeros iban en moto a chequear una casa en cuarentena cuando al cruzar la aldea de Rokamba, «el pueblo y su gente estaban muy silenciosos. Nos pareció raro. Paramos en el centro de salud y la enfermera y sus ayudantes estaban vestidos con mascarillas, guantes, etc», explica. Musu Kanu, de 7 años, «estaba tendidita en una banca de cañas fuera del edificio. Estaba sola, una gran soledad le rodeaba».

La noche anterior había estado vomitando sangre y, esa mañana, lo hizo dos veces delante de la enfermera. «Ahí estaba ella tendida, débil, sola, flaca, desfallecida. En ocasiones bebía agua, todos estábamos a cierta distancia».

Llamaron a la ambulancia. Musu presentaba los síntomas del ébola. Al llegar, «el conductor y su acompañante abrieron la puerta trasera y se alejaron. Una hermana de Musu lloraba a moco tendido. La madre, guardando una distancia prudencial con su hija, le decía a la pequeña Musu que se dirigiera hacia la puerta trasera de la ambulancia». Todos querían ayudar a la niña pero nadie podía acercarse para evitar el contagio. La pequeña de 7 años se tuvo que subir ella sola en la ambulancia. «Ella caminó sola hasta la puerta de la misma, se paró a la entrada, miraba a los lados como diciendo: porque tengo que entrar. Nadie se acercaba. Le pidió a su madre que entrara con ella. Su madre le contestó: entra Musu y Musu primero vaciló, parecía que iba a correr hacia su madre, pero finalmente entró. Sola, sin saber a dónde iba, sin entender nada, se cerraron las puertas a su espalda. La ambulancia partió», cuenta Coco.

Al voluntario se le quedó la imagen grabada: «Una niñita de Rokamba, que siempre había estado rodeada de los suyos, comiendo del mismo plato, durmiendo en la misma cama, siempre en comunidad, como viven en este precioso continente. En el momento que más lo necesitaba, no había nadie. No entendería nada».

«El ébola va arrasando poco a poco, en silencio, sin grandes estruendos, cruelmente». En Sierra Leona, «la vida tan cerca de la muerte… la vida sigue», reflexiona Coco.

Coco con el padre Katta. Foto: Wara Wara Project

La campeona del mundo

La vida para Kadiatu Kanu, que es como se llama Musu Kanu, también sigue. «Ha regresado a casa triunfante. Lo que dejó atrás, gracias a Dios, no fue ébola, si no, en palabras de un familiar suyo: Strong malaria, paludism and cold (Una fuerte malaria, paludismo y frío)», cuenta Coco.

Todos están felices. «He estado a puntito de darle un fuerte abrazo y plantarle un besazo, pero andamos en tiempos de ébola y lo dejo pendiente para cuando esta maldita enfermedad nos deje en paz. Así son las cosas por aquí, ya hace demasiado tiempo», asegura.

Los voluntarios, un día antes de los resultados de Musu, habían llevado comida a su familia para que se pusieran en cuarentena voluntaria. Un día después solo les quedaba celebrar la gran noticia y lo harían con una buena comida: pescado seco, arroz, avecrem, aceite de palma, pasta de cacahuetes, pimienta, cebollas…

«Doy gracias al Dios del Amor por este episodio con final feliz», concluye Coco Portillo. Puede conocer el proyecto y colaborar pinchando AQUÍ

José Calderero @jcalderero / Coco Portillo