Unas Jornadas maravillosas para la vida de la Iglesia - Alfa y Omega

Unas Jornadas maravillosas para la vida de la Iglesia

Encuentro con los bienhechores y los organizadores de la JMJ. Domingo, 20 de julio de 2008

Redacción

Señor cardenal, queridos amigos: En el momento en que mi visita a Australia está por concluir, deseo expresar mi agradecimiento a todos los que han contribuido al éxito de esta Jornada Mundial de la Juventud. Esta tarde, en particular, mi gratitud se dirige a vosotros, que con tanta generosidad habéis ayudado material y espiritualmente a la realización de este evento. El cardenal Pell se ha referido a los grandes sacrificios que habéis afrontado en la organización de esta Jornada maravillosa para la vida de la Iglesia. Deseo daros las gracias a todos y cada uno, no sólo por los sacrificios, sino sobre todo por la confianza que habéis demostrado hacia nuestros jóvenes y por vuestra fe en la gracia de Dios que actúa en sus corazones. Oremos para que todo lo que habéis invertido en ellos dé fruto en su vida, para la vida de la Iglesia de Cristo y para el futuro de nuestro mundo.

En estos días, gracias al trabajo del comité organizador y a la cooperación de tantas personas, empresas, asociaciones y autoridades locales, los jóvenes procedentes de todas las partes del mundo han tenido la oportunidad de experimentar la belleza de este país y la calurosa hospitalidad del pueblo australiano. Por su parte, ellos han enriquecido esta tierra con el testimonio que han dado de su amor a Cristo y de la fuerza de su Espíritu que actúa en la Iglesia.

Estoy seguro, queridos amigos, de que vuestra participación en los preparativos de esta JMJ os ha permitido experimentar especialmente la fuerza del Espíritu Santo. Sin duda, en la preparación de este gran encuentro internacional, y en el compromiso de afrontar cualquier eventualidad, habéis tenido momentos de inquietud y preocupación, e incluso momentos de temor y agitación por el éxito final de este evento. Ahora, mirando hacia atrás, podéis constatar la cosecha abundante que el Espíritu ha suscitado a través de vuestras oraciones, vuestra perseverancia y vuestro duro trabajo. ¡Cuántas buenas semillas se han sembrado en estos pocos días!

Queridos amigos, san Pablo, que gastó toda su vida al servicio del Evangelio, nos recuerda que más dichoso es el que da que el que recibe (cf. Hch 20, 35). Vuestra generosidad y vuestro sacrificio han sido una contribución esencial, también a menudo escondida, para el éxito de esta JMJ. Que el gozo espiritual, la satisfacción y la dicha, que todos hemos experimentado en estos días, sean una fuente inagotable de bendiciones para vuestras vidas. No dudéis jamás de la verdad de la promesa de nuestro Señor, cada vez que le ofrezcamos nuestra creatividad, energía, recursos y nuestra propia persona, recibiremos una recompensa abundante (cf. Mt 16, 26).

Con estos sentimientos renuevo la expresión de mi profundo agradecimiento a cada uno de vosotros. Os encomiendo, a vosotros y a vuestras familias, a la amorosa intercesión de Nuestra Señora de la Cruz del Sur, Auxilio de los cristianos, y de corazón os imparto la Bendición Apostólica como prenda de fuerza y paz en Jesús, su divino Hijo.