Vivid la memoria - Alfa y Omega

Si hay algo que rechaza la cultura dominante, especialmente la que se configura en torno al mundo juvenil, es la memoria. Pero sin memoria no existe la fe ni se sostiene la Iglesia. Francisco se lo ha contado a los jóvenes en un mensaje trepidante y lleno de chispa, destinado a alimentar el itinerario hacia la JMJ que tendrá lugar en Panamá, en 2019. Frente a todos los vientos de la época, el Papa sostiene que ser joven no significa estar desconectado del pasado. Al contrario, lo primero que debe entender un joven cristiano es que su historia personal «forma parte de una de una larga estela, de un camino comunitario que nos ha precedido durante siglos».

Yo me pregunto qué lugar ocupa hoy en el itinerario de iniciación cristiana de nuestros jóvenes el conocimiento de la historia de la Iglesia. No quiero ser injusto, pero mucho me temo que muy escaso. Dice Francisco que «la historia de la Iglesia nos enseña que, incluso cuando tiene que atravesar mares revueltos, la mano de Dios la guía, le hace superar momentos difíciles». Cuando hablo de conocimiento de la historia de la Iglesia no me refiero principalmente a ofrecer a los jóvenes el enésimo material sobre ese argumento, sino a hacerles ver y sentir el paso de la Iglesia en el tiempo: el rostro de sus testigos, la grandeza y precariedad de sus obras, la sequedad y el reverdecer, la gestación de la cultura cristiana, el vértigo de la caridad, la aventura de la misión… Como diría el gran Newman, hacerles caer en la cuenta de que «la suya es una historia de caídas aterradoras y de recuperaciones extrañas y victoriosas», y que muchas veces, su regla consiste «en triunfar a través del fracaso».

El Papa advierte a los jóvenes que vivir la Iglesia no es como participar en un flashmob, y después cada uno se va por su camino. No es un palo de ciego, Francisco sabe muy bien de lo que habla. Frente a esa frivolidad, qué alegría provoca contemplar a la Iglesia en su larga tradición que se transmite de generación en generación, y que se enriquece con la experiencia de cada uno de sus nuevos hijos.

No se trata de acantonar fechas y nombres, sino de comunicar la vibración de una historia, algo que en un primer momento resulta tan extraño a los nacidos en la época del individualismo y del tsunami digital. La Iglesia no es ideología, sino historia viviente. ¡Si se comprendiera esto! No es casualidad que el Papa que pregona una Iglesia en salida reclame continuamente la necesidad de ejercer la memoria.