Rezaba de corazón, mientras ella se debatía entre la vida y la muerte - Alfa y Omega

Cada vez se habla más de que vivimos una sociedad desconectada, donde la gente busca su beneficio y se despreocupa de los demás. Puede ser cierto, pero todavía se ven auténticos regalos de comunión, que son trofeos de humanidad.

Uno de ellos es el proyecto Ángel, que acompaña a las mujeres embarazadas de nuestro barrio hasta que el niño tenga 3 años. Suelen venir más de 60 mujeres. Hace poco Marta dio a luz a su cuarto hijo. El parto se esperaba normal, sin riesgos, pero se complicó: se le desprendió la placenta y se desangró. Los médicos actuaron inmediatamente, hicieron una transfusión de sangre, pero resultó que su cuerpo rechazaba la sangre ajena. Estaba a punto de morir. Su pareja, desesperado, estaba bloqueado.

Eran más de las doce de la noche y por los grupos de Whatsapp se comunicó la noticia de la gravedad de Marta. Pronto todos respondieron que iban a rezar insistentemente. Se corrió la noticia y mucha gente de la parroquia rezaba de corazón, mientras ella se debatía entre la vida y la muerte. Había gente que ofrecía sacrificios al Señor por Marta.

A la mañana siguiente se organizaron para ayudar a esta familia. Unos llevaban los niños al colegio, otros la acompañaron en el hospital, otros prepararon la comida. Incluso hubo gente que se ofreció a pintar su piso. La escasa familia de Marta estaba asombrada de la respuesta. En cinco días pasó de la UCI a planta, porque pasó el peligro. Ahora ya se ha recuperado y disfruta con sus cuatro hijos. Cuando hay gente que no tiene casi familia, los problemas les aplastan y se ven superados, y comienza la angustia y su mente queda obstruida. Se quedan ciegos. Cuando estamos bien rodeados, y tenemos un tejido familiar –en este caso, la familia de la parroquia–, podemos superarlo todo.