Francisco y Jacinta serán los dos santos no mártires más jóvenes. Su milagro: curar a otro niño - Alfa y Omega

Francisco y Jacinta serán los dos santos no mártires más jóvenes. Su milagro: curar a otro niño

¿Pueden dos niños de solo 9 y 7 años vivir las virtudes cristianas de forma heroica? El relato de los últimos años de la vida de Francisco y Jacinta Marto demuestra no solo que es posible, sino que los dos niños tenían carismas distintos: Francisco sufría más por las ofensas a Dios; Jacinta, por la condenación de los pecadores

María Martínez López

Después de su canonización, Francisco y Jacinta Marto, que murieron con 10 y 9 años respectivamente, «serán los santos no mártires más jóvenes de la Iglesia, y nacieron aquí, en esta diócesis». Lo celebró este jueves la hermana Angela Coelho, postuladora de la causa de los dos hermanos videntes de Fátima.

Poco han revelado los responsables de la Causa de canonización sobre el milagro que el Papa Francisco atribuido a los pastorcitos reconocido por el Papa. La hermana Coelho solo contó, para proteger a los implicados, que «implica un niño brasileño, por una curación» inexplicable científicamente. El caso fue presentado en 2013.

¿Será en Fátima?

La otra gran duda abierta tras conocerse la información, si la canonización la celebrará el Papa en Fátima durante su visita el 13 de mayo, no tendrá respuesta oficial hasta el consistorio de cardenales del 20 de abril; tres semanas antes de la visita del Santo Padre al santuario portugués.

«Pienso que es normal que el Papa aproveche su ida a Fátima para presidir la canonización, es el lugar más adecuado», afirmaba ayer a la agencia portuguesa el cardenal portugués José Saraiva, prefecto emérito de la Congregación para las Causas de los Santos. «Sería la guinda del pastel. Todos los deseamos. Pero el Papa es el que decide», ha afirmado también monseñor António Augusto dos Santos Marto, el obispo de Leiría-Fátima, que tiene el apellido de los videntes –Lucía dos Santos y los hermanos Marto– pero no tiene parentesco directo con ellos.

La corta edad de los videntes de Fátima –que en el momento de la primera aparición tenían 9 y 7 años respectivamente– ha jugado un papel importante durante la preparación de la Causa. De hecho, durante bastante tiempo se debatió si unos niños tan pequeños podían tener el conocimiento y la madurez suficiente para vivir las virtudes cristianas de forma heroica. En 1979, se cerró la causa diocesana de Jacinta y Juan Pablo II permitió que siguiera en Roma. Diez años después, reconoció las virtudes heroicas de ambos.

Niños y santos, pero distintos

La vida de los dos niños demuestra cómo no solo vivieron estas virtudes de forma heroica, sino que, con tan pocos años, se distinguía el carisma particular de cada uno de ellos. Y ello, a pesar de que ninguno recibió de forma completa los mensajes de la Virgen: Jacinta podía oír a la Virgen pero no hablar con ella, y Francisco solo la veía. Lucía era la que transmitía a la Señora las preguntas de los niños y las peticiones de la gente.

Sin embargo, lo que vio movió profundamente a Francisco a querer «alegrar a Dios que estaba triste por los agravios a su corazón». Era esta tristeza del Señor la que le movía a «vivir intensamente la oración contemplativa». «Pasaba horas seguidas en oración ante el sagrario de la parroquia de Fátima», afirma la página web del santuario en la biografía del niño.

A Jacinta, sin embargo, lo que más la impactó de las apariciones, en particular de la visión del infierno, fue el sufrimiento de los pecadores que se condenaban. Era una niña que se conmovía fácilmente por las dificultades y problemas ajenos. Por ellos, ofrecía muchos sacrificios y penitencias, como la Virgen les había pedido.

Aunque el principal sufrimiento que los niños aceptaron y vivieron de forma heroica fue su larga enfermedad, una neumonía consecuencia de la epidemia de gripe que asolaba Europa. Durante la misma, además, se encontraron solos, ingresados lejos de su casa y de los suyos. Francisco enfermó en octubre de 1918 y murió el 4 de abril de 1919, dos días después de recibir la comunión «con gran lucidez y piedad». Jacinta, que había enfermado a la vez que su hermano, no tuvo este último consuelo. Parecía que se había repuesto, pero recayó en febrero de 1920 y murió el 20 de ese mismo mes, día en el que desde el año que viene la Iglesia universal celebrará su memoria litúrgica.