La educación es cosa del corazón - Alfa y Omega

La educación es cosa del corazón

Papa Juan Pablo II

En esta memoria centenaria de san Juan Bosco, padre y maestro de la juventud, es posible afirmar con convicción y seguridad que la divina Providencia os invita a todos, miembros de la gran Familia Salesiana, así como también a los padres de familia y educadores, a reconocer más y más la ineludible necesidad de formar a los jóvenes, a asumir con nuevo entusiasmo sus obligaciones y a cumplirlas con la entrega iluminada y generosa del Santo. Conozco muy bien, beneméritos educadores, las dificultades que encontráis y los desengaños que a veces sufrís. No os desaniméis en el extraordinario camino de amor que es la educación. Que os conforte ver la inagotable paciencia de Dios en su pedagogía con la Humanidad, ejercicio incesante de paternidad que se reveló en la misión de Cristo -maestro y pastor- y en la presencia del Espíritu Santo, enviado a transformar el mundo.

La oculta y poderosa eficacia del Espíritu se dirige a hacer que la Humanidad madure según el modelo de Cristo. Es el animador del nacimiento del hombre nuevo y del mundo nuevo. Así vuestra labor de educar se presenta como ministerio de colaboración con Dios, que ciertamente será fecunda.

Vuestro y nuestro Santo solía decir que la educación es cosa de corazón y que debemos lograr que Dios entre en el corazón de los jóvenes, no sólo por la puerta de la iglesia, sino también por la de la clase y el taller. Precisamente en el corazón del hombre es donde se hace presente el Espíritu de verdad, como consolador y transformador: penetra incesantemente en la historia del mundo por el corazón del hombre.

Como escribí en la encíclica Dominum et vivificantem, también el camino de la Iglesia pasa por el corazón del hombre; más aún, ella es el corazón de la Humanidad: con su corazón, que encierra en sí todos los corazones humanos, pide al Espíritu Santo «la justicia, la paz y el gozo del Espíritu», en que según san Pablo consiste el reino de Dios. Con vuestro trabajo, queridísimos educadores, estáis realizando un exquisito ejercicio de maternidad eclesial.

Juan Pablo II
A los educadores cristianos
(31-1-1988)

Cracovia: de los salesianos, a Papa

Karol Wojtyla nació de una familia modesta en Wadowice (Cracovia) el 18 de mayo de 1920. Recibió la ordenación sacerdotal el 1 de noviembre de 1946, y celebró su primera misa en la parroquia de San Estanislao, de los salesianos, donde, a la vez que fue madurando su devoción a la Virgen María, maduró también su vocación.

Elegido Papa el 16 de octubre de 1978, su cordialidad hacia los hijos de don Bosco se ha hecho interminable. Memorables han sido sus visitas pastorales a la Universidad Salesiana de Roma, así como a las parroquias y centros juveniles que los salesianos tienen en la urbe y en el mundo entero.

El tiempo de Juan Pablo II ha sido una minuciosísima declaración de afecto del Papa polaco hacia los hijos de don Bosco. Al visitar Turín, con motivo de uno de sus viajes pastorales, en la Casa Madre de los salesianos, directo e imparable, dijo: He vivido en una parroquia salesiana; por eso ahora vengo a la casa de don Bosco. El tiempo no podía querernos tanto ni traernos tanto a los salesianos con Juan Pablo II.

Además de muchos obispos salesianos, en el Consistorio de 1985, Juan Pablo II nombró cardenales a tres hijos de san Juan Bosco: los eminentísimos Castillo Lara, Obando Bravo y Stíckler, y en el de 1988, al eminentísimo Javierre.

Desde aquel horizonte de la parroquia salesiana de Cracovia, los salesianos poseemos la sensación de que el horizonte ha sido una sorpresa: el hechizo de un muchacho, artista de teatro, deportista bullebulle, animador de catequesis…, que con vocación de ruta llegó a Papa. Los chicos y chicas de los salesianos: de Oaxaca (México) a Manila (Filipinas), de Compostela (España) a Turín (Italia), se dejaron llevar en la danza y el canto, en el deporte y en el ritmo, ante su Papa, como cuando se está al sol.

Juan Pablo II se ha convertido en el sitial de un sueño que nunca soñaron. Fue iniciar la aventura. La de sí mismos.

Miguel Ángel Olivares Ullán