El deseo de predicar el Evangelio en China atraviesa la historia de los agustinos recoletos. Sus deseos comenzaron a cobrar cuerpo a principios del siglo XX. Pero no alcanzaron su objetivo hasta el año 1923, cuando la Santa Sede les encomendó un territorio de Henan Oriental y fijó su sede en Shangqiu. Tenía una superficie de 8.500 kilómetros cuadrados y su población superaba los dos millones. Los católicos apenas llegaban a 600.
Su primer superior describió gráficamente su situación: «No había misioneros y, por tanto, no se hallaron cristianos; no había cristianos, y, por tanto, no se construyeron iglesias; no había iglesias, por lo que tampoco había casas para residencia de los misioneros».
La orden recibió la misión con alborozo. En febrero se cumplieron 100 años de la llegada del primero. Para octubre de 1924 trabajaban allí nueve religiosos que ya habían comenzado la construcción de una espaciosa casa misión, a la que pronto se unieron el seminario (1929), la catedral (1931), el dispensario (1932), la escuela de catequistas (1933) y el convento de religiosas (1933). A la vez fueron levantando capillas, casas curales y escuelas. A la de Shangqiu asistían 200 alumnos en 1939, casi todos paganos.
La Santa Sede manifestó su agrado elevando la misión al rango de prefectura, vicariato y diócesis. Desarrollo tan veloz fue fruto de su interés por fortalecer la jerarquía católica en China. Pero, a la vez, buen índice del progreso de la misión.
Estos logros los consiguieron en un territorio dominado por las guerras, el pillaje de bandidos y guerrilleros, la pobreza y un clima gélido en invierno y abrasador en verano. Las guerras frenaron el desarrollo de la misión, poniendo brusco fin a varias obras. La escuela de catequistas quedó convertida en hospital de sangre, los catequistas desaparecieron y los bandidos camparon a sus anchas. En otro sentido, facilitaron las conversiones. La caridad de los misioneros destruyó prejuicios y acercó a desgraciados. En algunos periodos sus centros aconfesionales llegaron a alimentar a 3.500 personas.
En vísperas de la proclamación de la República Popular China (1 octubre de 1949), la misión contaba con 10.000 cristianos, 1.000 catecúmenos, diez estaciones misionales, 25 religiosas nativas, varias escuelas, casas para niñas de la Santa Infancia, dispensario médico. Todo fue confiscado por el Gobierno entre 1949 y 1951. Los religiosos eran 21. Los extranjeros fueron expulsados. En China quedaron nueve sacerdotes nativos y unas 25 religiosas. De los presbíteros, cinco murieron en campos de «reeducación ideológica». Nicolás Shi, José Wang, Lucas Wang y Marcos She lograron sobrevivir.
En 1979, comenzaron a llegar a Manila noticias sobre la misión y la orden pudo iniciar tímidos contactos con ella. Los religiosos recobraron un mínimo de libertad, reanudaron su labor y comenzaron a recibir vocaciones y visitas de recoletos chinos procedentes de Taiwán y Filipinas. En 1994 los visitó el prior general.
Nicolás Shi y José Wang, obispos, respectivamente, de Shangqiu y Hezé desde 1991 y 1996, reavivaron ambas comunidades a fuerza de abnegación. En 1987 reanudaron la celebración de la Eucaristía. A la Vigilia Pascual de ese año asistieron 200 fieles. En la de 1996 participaron más de 1.000. En el año 2000 rondaban los 2.000. Hoy la misión cuenta con 17 religiosos chinos.