1 de junio: san Aníbal di Francia, el niño huérfano que entendía a los huérfanos - Alfa y Omega

1 de junio: san Aníbal di Francia, el niño huérfano que entendía a los huérfanos

Un encuentro con un mendigo ciego le enseñó la dureza de los barrios de la ciudad donde nació, en Sicilia. Además de fundar dos congregaciones, implicó a los laicos en la oración por las vocaciones

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Detalle de un dibujo anónimo difundido por su congregación que muestra a Di Francia
Detalle de un dibujo anónimo difundido por su congregación que muestra a Di Francia. Foto: Rogacionistas.

Nadie conoce mejor las heridas de una persona que otra que haya pasado por los mismos traumas. Solo alguien que ha sido huérfano puede atisbar de cerca y vivir como suyos los dolores de otro. Por eso fue precisamente la dura biografía de Aníbal di Francia la que le llevó a dar cobijo a niños que habían perdido a sus padres. Nacido en Mesina (Sicilia, Italia) el 5 de julio de 1851, fue el tercero de cuatro hijos de los marqueses de Santa Caterina dello Ionio, sobrino de un sacerdote periodista muy conocido en su tiempo y de otro que fue monje cisterciense. El padre de Aníbal murió prematuramente el 10 de octubre de 1852, cuando él no tenía siquiera 2 años de edad, y su madre lo hizo siete años más tarde, durante una epidemia de cólera que azotó la ciudad. Sin duda estos hechos marcaron su vida y también el apostolado que desarrollaría más tarde.

Su sensibilidad quedó patente un día en que un mendigo entró en el comedor del colegio donde estudiaba y todos los demás niños se burlaron de él: Aníbal se levantó de la mesa y le dio su comida a ese inesperado invitado. Otro día, rezando ante el Santísimo Sacramento, sintió una fuerte llamada a rezar por las vocaciones según la petición de Jesús en el Evangelio: «Rogad al dueño de la mies que envíe obreros a su mies». Él mismo escuchó esa vocación particular y recibió la ordenación sacerdotal en marzo de 1878.

Unos meses antes, siendo todavía diácono, tuvo un encuentro providencial. Yendo por la calle conoció a un mendigo ciego llamado Francesco Zancone. Después de una breve conversación le prometió: «Iré a visitarte a tu casa». El joven lo hizo al poco tiempo, y así pudo conocer la realidad del barrio de Aviñón, la zona más deprimida de Mesina, donde se acumulaba la pobreza social y espiritual de la ciudad.

Un santo de barrio

Fue ese lugar el destino de toda la actividad apostólica que desarrollaría hasta el final de sus días. Levantó un orfanato para niños en 1882 y otro para niñas al año siguiente. En ellos se propuso «acoger y educar civil y religiosamente» a los menores y jóvenes más necesitados de Mesina. Para atenderlos fundó dos congregaciones religiosas: las Hijas del Divino Celo, en 1887, y los Rogacionistas del Corazón de Jesús, en 1897. A los laicos los implicó en la Unión de Oración por las Vocaciones, que inició sus pasos en 1900, y cuyo objetivo era difundir su celo por la oración vocacional a lo largo de toda la Iglesia.

El carisma que animaba todas las iniciativas del santo era unir la oración y la caridad como si fueran una sola cosa. Como afirma el postulador de los rogacionistas, Agostino Zamperini, «para Aníbal di Francia «la plegaria debe combinarse con el servicio a los pobres y a los excluidos». Al mismo tiempo, «para tener sacerdotes santos, gobernantes santos, padres santos, educadores santos, debemos obedecer el mandato de Jesús de rogar continuamente a Dios que envíe obreros a su mies».

Bio
  • 1851: Nace en Mesina, al noroeste de Sicilia
  • 1859: Se queda huérfano de padre y madre
  • 1878: Es ordenado sacerdote
  • 1882: Funda su primer orfanato
  • 1927: Muere en Mesina
  • 2004: Es canonizado por Juan Pablo II

Sin embargo, todas estas obras no las sacó adelante sin dificultades. En 1902 tuvo algunas discrepancias con los socialistas que habían entrado en el Ayuntamiento de Mesina y que se negaban a colaborar con las obras sociales del sacerdote. De hecho, fueron los problemas de tipo económico los que más quebraderos de cabeza le ocasionaron. Pero de todos ellos fue saliendo providencialmente. Llegó a pedir ayuda incluso a Don Bosco, entonces lanzado en un apostolado similar con jóvenes. El santo de Turín no pudo hacerle llegar dinero, pero el ánimo que le infundió en sus cartas ayudó al de Mesina a salir adelante.

La ciudad sufrió un duro terremoto en 1908. Su implicación en la ayuda posterior lo llevó a desarrollar una estrecha amistad con el vicario general de la diócesis, Luis Orione. Los unió más allá de su muerte, pues ambos subieron a los altares en la misma celebración, en mayo de 2004.

En un viaje a Roma en 1927 enfermó de pleuresía y acabó muriendo poco después en la ciudad que le vio nacer. Como modelo de santidad para hoy, su postulador destaca que, «como él, hemos de pedir con una mano a Jesús y con la otra debemos ayudar a los pobres».