Opción de preferencia - Alfa y Omega

El teólogo Jon Sobrino escribió en 1999 su obra La fe en Jesucristo. Ensayo desde las víctimas. En este libro, a diferencia de otros, Sobrino escribe sobre Jesucristo desde un lugar que, lejos de ser estático, se orienta a otro lugar y persigue un fin. Jon Sobrino reconoce que la perspectiva desde la que él escribe esta obra es «parcial, concreta e interesada». Se trata de la perspectiva de las víctimas de este mundo entendido como lugar teológico. De la mano de Sobrino me pregunto si sería posible hablar de Jesucristo desde la perspectiva de las personas que han sufrido victimización por abuso sexual dentro de la Iglesia ¿Sería posible, asimismo, que la comunidad de vida que es la Iglesia hablara de sus víctimas a la luz de la vida y muerte de Jesucristo? Sé bien que se trata de un asunto teológico sobre el que los teólogos tienen mucho que decirnos. Pero nos engañaríamos si pensáramos que se trata de un asunto meramente especulativo. Ya escribió san Gregorio Magno que la teología no es ciencia si no tiene valor para la piedad, de la misma manera que esta necesita de la capacidad de discernimiento de la ciencia.

No es verdad que la Iglesia sea una Iglesia de víctimas; pero sí lo es que en el seno de nuestra Iglesia, y fuera de ella, viven personas que han sufrido abusos sexuales en colegios, parroquias, seminarios, noviciados y casas de ejercicios, así como en relaciones pastorales de naturaleza distinta. Han sido perpetrados por personas con ministerios pastorales o con funciones vinculadas a obras de la Iglesia, entre las que incluyo obras educativas, asistenciales o relacionadas con la salud. La perspectiva de estas víctimas es necesaria. No hay duda. ¿O hay alguien que lo dude? De la mano de Sobrino, insisto: ¿Es posible que nuestra Iglesia en España camine por esta senda y mire a Dios desde el lugar de sus víctimas? Desde mi humilde y personal experiencia les confirmo que en la historia de vida de las víctimas se manifiesta una «luz específica», como decía Sobrino, que sirve a la mejor comprensión de Dios, de Jesucristo, del pecado, de la justicia, del mal y del bien, de la esperanza, del infierno y de la Resurreción. Mirar con ayuda de esa luz puede ayudarnos, de una vez, a reparar a la víctimas desde una más profunda conversión de la comunidad de vida que es la Iglesia.