Más de 160 millones niños trabajan, cuando deberían estudiar o jugar - Alfa y Omega

Más de 160 millones niños trabajan, cuando deberían estudiar o jugar

En el Día Mundial contra el Trabajo Infantil, entidades benéficas piden una mejora de la trazabilidad de los productos para que Occidente no contribuya a esta lacra

Rodrigo Moreno Quicios
Un niño en un pozo minero
Un niño en un pozo minero. Foto: World Vision.

En el mercado de Hanoukope, a las afueras de Lomé, en Togo, hay dos grandes grupos de niños que trabajan junto a las vías de un tren que lo llena todo de humo y polvo. Los primeros son directamente esclavos: sus familias los han vendido a un patrón y no reciben ningún salario ni van a la escuela ni se les reconoce ningún derecho. Los segundos viven con sus familias pero, debido a la falta de recursos de sus padres, contribuyen a la economía del hogar con jornadas de doce horas. Los niños suelen ocuparse como porteadores de mercancías, vendedores o mecánicos. Las niñas son sirvientas, camareras o tenderas, con grandes índices de embarazos precoces y enfermedades de transmisión sexual.

Ya pertenezcan a un tipo o al otro, todos forman parte de los 160 millones de niños en el mundo que, según denuncia Manos Unidas en el Día Mundial contra el Trabajo Infantil, que se celebra este 12 de junio, son explotados laboralmente. De ellos, la mitad trabaja en labores especialmente peligrosas que amenazan sus vidas y por las que reciben salarios ínfimos.

«La transformación que necesita el mundo»
Una niña en clases de costura con las vedrunas en Togo

Las carmelitas vedrunas, socias de Manos Unidas en Togo, instalaron en 2004 un centro en el mercado de Hanoukope donde realizan con adultos labores de sensibilización, animación y formación. A los niños les ofrecen acompañamiento y tratamiento psicológico. Con más de 500 proyectos de desarrollo, esta ONGD de inspiración católica quiere «ser parte de esa transformación que necesita el mundo que permita a todos los seres humanos vivir con dignidad», sentencia Waldo Fernández.

«Estamos hablando de niños y niñas que realizan trabajos domésticos casi esclavos, sin descanso y en medios insalubres», denuncia Waldo Fernández, miembro del Departamento de Estudios de Manos Unidas. Mientras algunos menores se desempeñan en «trabajos agrícolas de sol a sol que requieren grandes esfuerzos», otros lo hacen en empleos «industriales o mineros en los que utilizan herramientas y materiales que ningún niño debería manejar». A los que se suman los «niños soldado reclutados por grupos armados», ya sean estos ejércitos regulares o irregulares.

Según el técnico de Manos Unidas, aunque esta lacra «se da fundamentalmente en los países más empobrecidos, está presente en nuestro día a día, en nuestra ropa fabricada en condiciones infrahumanas y en nuestros teléfonos móviles». Fernández añade que hay otros 1,2 millones de «menores víctimas de tráfico infantil», un negocio que mueve 23.500 millones de euros al año. Y otros más difíciles de cuantificar en redes de comercio sexual o niñas casadas a muy temprana edad y dedicadas al trabajo doméstico para sus maridos, bastante mayores que ellas.

Mano de obra infantil en los productos de belleza

De acuerdo con el informe El alto precio de la belleza: Explotación en la cosmética mundial, elaborado por la entidad benéfica World Vision, uno de los sectores más inesperados (pero igualmente reales) donde existe mano de obra infantil es el de la creación de cosméticos. «En las minas ilegales de la India y el Congo, los niños mueren en los pozos que se derrumban mientras excavan minerales para estos productos», denuncia en un comunicado Eloisa Molina, directora de Comunicación de la entidad. El componente que más suelen buscar es la mica.

Según una campaña en vídeo de esta entidad, la tasa de supervivencia de los niños dedicados a esta actividad minera es de tan solo el 30 %. Muchos de ellos sufren enfermedades relacionadas con la exposición al cobre. Pero el mundo del maquillaje no solo se aprovecha de los menores en las minas. La manteca de karité y la vainilla, obtenidas a menudo a través de mano de obra infantil, son también ingredientes muy comunes en este tipo de productos.

World Vision exige una mejora de la trazabilidad de los productos y una legislación más estricta sobre las cadenas de suministro para que ningún niño renuncie a su educación por un trabajo. De no implementarse estas medidas, alerta la oenegé, en 2025 seguirán trabajando 140 millones de niños.