Beate Gilles y Bruno Spriet: «Es importante escuchar de dónde viene el descontento en Europa» - Alfa y Omega

Beate Gilles y Bruno Spriet: «Es importante escuchar de dónde viene el descontento en Europa»

Los secretarios generales de los obispos alemanes y belgas reflexionan sobre la respuesta de la Iglesia ante el ascenso de la extrema derecha en las elecciones europeas

María Martínez López
Gilles (de blanco) durante el encuentro
Gilles (de blanco) durante el encuentro. Foto: José Calderero de Aldecoa.

Bruno Spriet y Beate Gilles, belga y alemana, ambos laicos, acaban de participar en Madrid en la reunión anual de secretarios generales de los episcopados europeos, que organizó del 16 al 19 de junio el Consejo de Conferencias Episcopales de Europa (CCEE). Aunque el tema central era el Sínodo, la cita no ha sido ajena al contexto europeo tras unas elecciones en las que, como en otros países, en Bélgica y Alemania los partidos de extrema derecha Pertenencia Flamenca (VB) y Alternativa por Alemania (AfD) se alzaron como primera y segunda fuerza, respectivamente.

¿Cuáles son las cuestiones que creen que alimentan el ascenso de los partidos de extrema derecha en sus países: la inmigración, la reacción contra el Pacto Verde Europeo y otras regulaciones, el rechazo mismo a la UE como tal…?
Bruno Spriet: En Bélgica hay dos temas: la independencia de Flandes y la migración. Al mismo tiempo parece un poco voto de protesta contra los gobiernos existentes a distintos niveles [las elecciones eran también federales y regionales, N. de la R.]. No utilizan el argumento europeo tanto como en otros países (la mayoría de belgas lo considera positivo); solo en el ámbito de las migraciones, con la idea de que Europa es parte del problema. Sí han jugado un papel claro las protestas de los agricultores de aquí y de toda Europa.

Beate Gilles: Todas estas cuestiones contribuyen. AfD originalmente se fundó como un partido fundamentalmente euroescéptico y más tarde cambió a la cuestión de la migración y el asilo. Afirma que las llamadas «élites» supuestamente actúan contra la voluntad de «la gente». Rechaza como «histeria climática» la preocupación sobre el cambio climático causado por el hombre, sobre el que el Papa advierte repetidamente. Quiere una «Europa de las patrias» y abolir la UE tal como es hoy. Los sondeos muestran que muchos votantes lo eligen explícitamente por este programa. Para bastantes, la situación económica y una cierta insatisfacción con las políticas del Gobierno alemán ciertamente también juegan un papel. Así que no reduciría su ascenso a una única cuestión.

Sus conferencias episcopales alertaron sobre estas formaciones, pero siguen creciendo. ¿Es el momento de buscar nuevas formas de incidir?
B. G.: La declaración de los obispos alemanes fue recibida con una respuesta amplia y muy positiva de la opinión pública y de las fuerzas democráticas. También advierten frente a AfD otras muchas fuerzas sociales, con las que estamos cooperando. Sin embargo, nos estamos preguntando asimismo si podemos llegar a los votantes de AfD con nuestra postura y cómo. Esto requiere un debate social a todos los niveles. No debemos dejarles el terreno de juego a los extremistas. Las muchas respuestas muestran que la declaración es una contribución a la conversación.

B. S.: Creemos en que la gente elija en conciencia. Parece cierto que cada vez más personas llegan a estos partidos a causa de la polarización. También es tarea de la Iglesia escuchar de dónde viene ese descontento. Varios obispos de Bélgica visitaron a los agricultores para entrar en diálogo sobre su frustración con la burocracia; pero, al mismo tiempo, sobre el cambio climático y la necesidad de buscar un equilibrio. Este diálogo es importante para la Iglesia y para los partidos.

¿Se podría hacer lo mismo sobre las migraciones?
B. S.: Es una tarea difícil. La Iglesia y las ONG católicas hacen un gran esfuerzo para explicar por qué aumentan las llegadas. Por otro lado, hoy en día casi cada sector está en una situación crítica para encontrar trabajadores por la jubilación de la generación del baby boom. Quizá se perciben como un robo de trabajo, pero bien organizadas son una contribución al bienestar común.

Spriet conversa con otro de los asistentes en la sede de la Conferencia Episcopal Española
Spriet conversa con otro de los asistentes en la sede de la Conferencia Episcopal Española. Foto: CEE.

En Bélgica hay un amplio acuerdo para aislar a estos partidos. ¿Lo considera la Iglesia una buena estrategia?
B. S.: No creo que haya una posición oficial. Personalmente, creo que quienes forman el Gobierno tendrán que tener en cuenta que hay mucha gente que vota como protesta. En un proceso democrático es necesario el diálogo y eso existe, también con VB. Pero, al mismo tiempo, está claro que hay posiciones que van contra la enseñanza de la Iglesia. Si se puede formar un gobierno sin VB, es mejor. Por otro lado, según la visión de la Iglesia, cada partido presenta problemas.

Más allá del trabajo sobre sinodalidad, ¿la cita en Madrid ha contribuido al intercambio para que la Iglesia se enfrente unida a este desafío?
B. G.: El resultado de las elecciones muestra que los partidos de extrema derecha y nacionalistas son muy populares no en todos, pero sí en muchos países. El diálogo con las conferencias episcopales de otras naciones es muy importante porque como Iglesia debemos tener interés en un proyecto europeo de paz y democracia. Estoy agradecida al Papa Francisco por recordarnos el valor de la intregación europea en sus muchos discursos y gestos.

B. S.: Veo esta labor más como una tarea de grupos específicos que tienen el mandato de las Iglesias locales de abordar estos temas. Se hace más que nada a través de la Comisión de las Conferencias Episcopales de la UE (COMECE) y de las ONG católicas que tienen una voz a nivel europeo, como la Alianza Europea Laudato Si’. Tienen experiencia sobre estos temas y la posibilidad de influir en las instituciones. Las ONG belgas también hacen un trabajo fuerte de concienciación del ciudadano. Seguramente como consecuencia de ello habrá gente que no vote a los extremistas.

Alemania es uno de los pilares de la UE. ¿Creen que el ascenso de la extrema derecha puede afectar a su papel en la Unión?
B. G.: Para Alemania, la integración en una Europa unida y pacífica es extremadamente importante. Especialmente porque una Alemania nacionalista (en concreto nacionalsocialista) trajo un sufrimiento y una injusticia inimaginables. Por tanto me alarma mucho cuando de nuevo se oyen más eslóganes nacionalistas y desgraciadamente también antisemitas. Espero que frenemos el crecimiento de la extrema derecha para que Alemania pueda continuar alzándose a favor de una Europa libre y democrática.

Estos partidos ya no hablan de abandonar la UE, pero quieren cambiarla desde dentro. En cierto sentido esto da testimonio de que la Unión está consolidada. Pero ¿hasta qué punto amenaza esta estrategia a Europa tal como la quiere la Iglesia?
B. G.: La Iglesia ha estado a favor de la integración europea desde su comienzo. En nuestra fe, estamos convencidos de que los europeos y la gente del resto del mundo somos una familia fraterna. Por tanto, estamos a favor de la cooperación multilateral y la solidaridad, que están dentro de los objetivos centrales de la UE. La dignidad igual e inviolable de todas las personas es uno de los valores y principios más importantes de la UE; que, por cierto, fueron fuertemente influenciados y conformados por el cristianismo. Esta personalidad de la UE, que pone a la gente en el centro, es diametralmente opuesta a los escenarios que propaga el extremismo. Por eso es tan importante que la Iglesia se oponga al nacionalismo y apoye a la UE.

Volver al espíritu fundacional

En la reunión de Madrid también participó Manuel Barrios, que pidió que se fortalezca la cooperación entre COMECE, entidad de la que es secretario general, y la CCEE. Sobre el ascenso de las fuerzas nacionalistas y euroescépticas, señala en conversación con Alfa y Omega que por la persistencia de una mayoría proeuropea «parece que no va a haber un gran cambio de momento», si bien estos partidos «van a tener más voz»; algo que por otro lado «puede ser beneficioso» para la defensa de la vida y la familia. No es el único reto, pues la voz de la Iglesia también es clave de cara a una posible ampliación de la UE. «Somos muy favorables», subraya. «Pero hay que hacerlo bien», algo que en la gran ampliación de 2004 no ocurrió del todo. «Además de la integración política y la económica, tiene que haber una integración cultural, respetando las diferencias», dice. Una UE con más países necesita asimismo «un cambio en las estructuras» para ser eficaz. «La Unión fue algo creativo cuando surgió y ese espíritu tiene que continuar también con la contribución de la Iglesia».

De igual modo, el presidente de las Conferencias Episcopales de Europa, Gintaras Grusas, pidió en Madrid volver a los orígenes y fijarse en los fundadores de la UE, que buscaban un equilibro entre lo local y la centralización, es decir, entre los países miembros y la UE. A su juicio, la balanza ahora se ha roto y se está produciendo una mayor centralización de cuestiones que, en realidad, deberían tratarse a nivel local. De hecho, «parte de los movimientos o de las reacciones que se aprecian en las elecciones, especialmente de los partidos de extrema derecha, es una respuesta a ese arrastre» que se está dando en las instituciones comunitarias para tener una voz común en cada vez más debates.

Los secretarios generales terminaron la jornada del pasado lunes en la catedral de la Almudena, en una celebración en la que el cardenal Cobo reivindicó a las Conferencias Episcopales de Europa como «instrumento de comunión», e invitó a devolver a «nuestra vieja Europa» la «cartografía del Evangelio».