Padre López-Corps: «El rito hispano-mozárabe está ayudando a rezar a mucha gente»
Monseñor Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, «quería conocer y presidir la Misa en el rito hispano-mozárabe», y por eso presidirá este martes a las 19 horas la Misa por este rito, en la basílica de la Concepción de Nuestra Señora (calle Goya, 26). El responsable de esta liturgia en Madrid y profesor de Liturgia en la Universidad Eclesiástica San Dámaso, el padre Manuel González López-Corps, explica cómo ha ido creciendo el interés por ella en Madrid, y qué puede aportar a los católicos españoles: «Esto está ayudando a rezar a mucha gente. El rito mozárabe tiene una sensibilidad particular, propia del genio hispano. Es muy importante no perder algo así, típicamente nuestro»
¿Por qué motivo acude monseñor Osoro este martes a celebrar Misa por el rito hispano-mozárabe?
Él me había manifestado su interés en conocer la asociación Gothia, que por una parte es la fraternidad sacerdotal San Isidoro, que aprobó el cardenal Rouco, y por otra parte una asociación pública de fieles laicos. Monseñor Osoro sabía que existía esta realidad, hay mucha gente interesada en esto, y quería conocerlo y presidir la Misa. Ha coincidido felizmente que está dentro de la semana de san Ildefonso, que es Patrono de la diócesis de Madrid —y por eso en Madrid tiene grado de fiesta—. Vamos a entregarle una cruz de plata mozárabe, que es el signo de Gothia, y va a presidir la Eucaristía.
¿Cómo ha ido tomando fuerza este rito en Madrid?
Todo comenzó en la ermita de San Isidro. Él era mozárabe, y se casó con santa María de la Cabeza, también mozárabe. Por eso, siempre se habían mantenido en torno a la ermita dos tradiciones distintas: la bendición del agua, y los lucernarios, vigilias de la tarde con velas. La celebración en rito mozárabe se recuperó después del Concilio Vaticano II. Fue gracias a que el cardenal don Marcelo González Martín, arzobispo de Toledo, iba mucho por Carabanchel y tenía relación con la ermita de San Isidro. El actual obispo de Toledo, monseñor Braulio Rodríguez, fue capellán de la ermita de San Isidro, y fue en esa época cuando se restauró el rito. De ahí, la Misa en rito mozárabe pasó a las clarisas de San Pascual, y cuando este convento se hizo insuficiente porque ya no cabía la gente, el cardenal Rouco la trasladó a la parroquia de la Concepción, a la que recientemente se le ha concedido el título de basílica. Ahora, el responsable en Madrid es un servidor.
¿En qué consiste exactamente Gothia?
Gothia fue aprobada el día de los Santos Ángeles —el 2 de octubre— de 2013, pero en Madrid se viene celebrando más de 20 años en rito mozárabe. La asociación como tal no sólo se preocupa de la devoción, sino de la formación bíblica, litúrgica (intentamos profundizar también en el rito romano) y espiritual: queremos que nos transforme, en el servicio a los más pobres y la nueva evangelización, para hacer presente a Cristo. La liturgia es para hablar con Dios, y por eso también necesitamos hablar a la gente de Dios. Intentamos mantener la celebración de los martes. Además, tenemos convivencias, y una vez al año tenemos un encuentro de tres días con el lema de estudio, oración y convivencia. El Secretario General es el padre Diego Figueroa. En este momento tenemos afiliadas 75 personas laicas, y siete presbíteros y diáconos. A la Misa, como simpatizantes, vienen unas 300 personas todas las semanas.
¿Qué puede enseñarnos hoy el rito hispano-mozárabe?
Me parece importante subrayar que esto está ayudando a rezar a mucha gente. El rito mozárabe tiene una sensibilidad particular, propia del genio hispano. Se caracteriza fundamentalmente por una profunda dimensión bíblica —cada día laborable tiene tres lecturas—; por una gran profundidad patrística —todas las oraciones son o de grandes padres hispanos o de otros Padres—. Tiene un gran sentido ecuménico: hay una gran relación con las Iglesias siriacas y coptas de Antioquía y Alejandría, y también mucha influencia del norte de África y san Agustín, y relación con las liturgias celtas -que se muestra, por ejemplo, en los dibujos de lacería que ahora se conocen por las cruces celtas-. Tiene una profunda dimensión contemplativa: se quiere reproducir el cielo en la tierra, por eso se hace mirando a Oriente, a Cristo que volverá. Oriente significa luz y vida. Otra característica muy importante es la gran intervención del pueblo cristiano, con continuos amenes, incluso la propia consagración está ratificada con un «amén». Se conjuga la contemplación y la participación. También hay devociones: el lucernario —oración de la tarde con encendido de velas, que da una dimensión pascual—, o el funis, un cordón con 33 cuentas que se lleva en la muñeca, y con el que se reza o bien la oración de Jesús («Jesús, ten piedad de mí que soy un pecador»), o el trisagio («Dios santo, Dios fuerte, Dios inmortal»). Todo esto viene de Egipto. Es muy importante esta dimensión trinitaria, porque este rito luchó contra los visigodos y tuvo que sobrevivir bajo los musulmanes. Y se potencia mucho el amor a María, con la fiesta del 18 de diciembre o la presencia de María el Sábado Santo. También se tiene devoción al descenso de Cristo a los infiernos, que significa la liberación de la humanidad. Me parece muy importante no perder algo así, que es típicamente nuestro.
Hace una semana, usted también participó en la Misa que presidió monseñor Osoro en el Centro de Estudios Judeocristianos. ¿Puede contarnos en qué consistió?
Es un centro diocesano que erige el cardenal Tarancón y la funda sor Ionl. Mantienen una magnífica revista y tienen, creo, la mejor biblioteca para el estudio de las relaciones judeo-cristianas y la liturgia del mundo judío. Yo estaba invitado a presidir la Eucaristía, porque tengo mucha relación con ellos desde que era seminarista. Pero don Carlos se enteró de que era la fiesta de Nuestra Señora de Sión y quiso celebrarla él. Esta fiesta se celebra el 20 de enero, que es la fecha de la conversión de Alfonso de Ratisbona, un judío que se convirtió al catolicismo en la iglesia de San Andrés, en Roma. Esta fiesta se conmemora cada año. Acudieron representantes de la amistad judeo-cristiana, de la sinagoga de Madrid, que estuvieron departiendo con el obispo. En el ágape hubo un encuentro fraterno muy interesante entre estudiosos judíos y teólogos cristianos, en el que un servidor representaba a la Universidad Eclesiástica San Dámaso.