Orar con santa Teresa: «¿Cómo es posible que estén los mortales tan olvidados de Vos?»
¿Está el mundo peor que nunca? ¿Hay esperanza ante la amenaza islamista, el olvido de Dios, la corrupción…? Santa Teresa pone ante Dios una situación vital sorprendentemente similar a la de nuestros días, en el texto que esta semana proponemos para nuestra sección «Oraciones de la Santa para el Año Jubilar Teresiano», la primera parte de la exclamación Redentos misericordioso y Juez justo»
La amenaza islámica contra Europa, el descreímiento de las sociedades occidentales, los conflictos dentro de la Iglesia, la avaricia de los poderosos, la pobreza creciente en nuestro entorno, la falta de esperanza ante el futuro, la mala formación de los jóvenes… A pesar de que pueda parecernos que hoy el mundo está peor que nunca, y la sociedad española más corrompida y alejada de Dios que en tiempos anteriores, no parece que esta sea una visión fiel a nuestro pasado, si tenemos en cuenta que todos los antedichos problemas no definen (solamente) nuestros días, sino a la España del siglo XVI. Con el turco amenazando e hiriendo de muerte a soldados y civiles europeos a lo largo de todo el Mediterráneo; con poderosos que vaciaban las arcas españolas e incrementaban la deuda que heredarían las generaciones posteriores; con una Iglesia dividida por la mundanidad; con un pueblo analfabeto y sin recursos; con un desprecio patente por la vida del otro; y con pocas esperanzas de que la situación cambiase, eran muchos los españoles de su época que se abandonaban al escepticismo y optaban por refugiarse en los placeres del mundo, dando la espalda a Dios.
Los hombres y mujeres de Iglesia sufrían ante tal olvido de Dios, y lo hacían especialmente al ser conscientes de sus propias infidelidades, caídas y pecados. Algo que también ocurre hoy (como en todas las épocas) entre los cristianos que, sabiéndose amados por el Padre, se descubren tan pecadores o más que aquellos que viven dándole la espalda al Señor; y ante la evidencia de su fragilidad se ven acechados no sólo por la conciencia de pecado, sino por remordimientos y pensamientos fatalistas que minan la fe.
Santa Teresa de Jesús también fue presa de este dolor por el pecado propio y ajeno, y por sus propios remordimientos de conciencia. Sin embargo, en sus tiempos de oración contemplativa se dio cuenta de cuál era la solución más eficaz: no mirar tanto la miseria humana (propia o de otro) y poner los ojos y el corazón –de verdad– en Dios. El fruto de muchos de sus coloquios con el Señor los puso por escrito en sus exlamaciones, como la que lleva por título «Redentos misericordioso y Juez justo», cuya primera parte hoy ofrecemos en nuestra sección «Oraciones teresianas para el Año Jubilar». Como bien saben los lectores habituales, este texto breve se aprovecha mucho más…, delante de un sagrario.
+En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Considerando la gloria que tenéis, Dios mío, aparejada a los que perseveran en hacer vuestra voluntad, y con cuántos trabajos y dolores la ganó vuestro Hijo, y cuán mal lo teníamos merecido, y lo mucho que merece que no se desagradezca la grandeza de amor que tan costosamente nos ha enseñado a amar, se ha afligido mi alma en gran manera. ¿Cómo es posible, Señor se olvide todo esto y que tan olvidados estén los mortales de Vos cuando os ofenden? ¡Oh Redentor mío, y cuán olvidados se olvidan de sí! ¡Y que sea tan grande vuestra bondad, que entonces os acordéis Vos de nosotros, y que habiendo caído por heriros a Vos de golpe mortal, olvidado de esto nos tornéis a dar la mano y despertéis de frenesí tan incurable, para que procuremos y os pidamos salud! ¡Bendito sea tal Señor, bendita tan gran misericordia, y alabado sea por siempre por tan piadosa piedad!
Amén.