Objetivo: «infundir terror» en los territorios ocupados, de modo que los palestinos «quieran irse de su tierra»
Mientras el presidente palestino, Mahmud Abás, inauguraba la Embajada palestina ante la Santa Sede, obispos de Europa y América del Norte recorrían territorios ocupados en Tierra Santa de la mano de la organización Breaking the Silence, exsoldados israelíes que han decidido denunciar los asesinatos y abusos que comete el Ejército en la zona
«Debes disparar en el acto a cualquier persona sospechosa que veas en el barrio en el que estás, dentro de una distancia razonable –digamos, entre 0 y 200 metros–. No se requiere autorización». Esta fue la orden del comandante a un exsargento del Ejército israelí enviado a patrullar a los territorios ocupados de Deir-al-Balah, en la Franja de Gaza. «Llevábamos allí 48 horas y nadie nos había disparado, la situación estaba bajo control. Pregunté al comandante si dentro de esa orden entraba matar a cualquier civil que viera andando por la calle. Me dijo que sí. “¿El motivo?”, le pregunté. “Porque nadie que no sea un terrorista tiene motivos para pasar a menos de 200 metros de un tanque”, me contestó». La hipótesis errónea del Ejército israelí es que ningún civil pasaría por un área militarizada.
Este exsargento, que mantiene el anonimato por seguridad, es miembro de Breaking the Silence, una organización creada en 2004 por excombatientes que han servido en el Ejército israelí desde el comienzo de la Segunda Intifada. Su objetivo «es dar a conocer a la opinión pública el precio que pagamos los jóvenes soldados cuya responsabilidad es controlar la vida cotidiana de la población civil palestina. Esta institución busca que se ponga fin a la ocupación de sus territorios», señalan desde Breaking the Silence.
«Entramos en la Franja con una cantidad ingente de armamento. Un solo tanque disparaba entre 20 y 30 proyectiles al día. Teníamos una decena, así que acabamos disparando alrededor de 150 proyectiles en un barrio que, se supone, era un bastión de Hamás. Pero derribábamos vecindarios enteros», señala el exsargento. Según la organización, «los soldados que participan en este tipo de acciones militares tienen que ver a diario casos de abusos hacia los palestinos, saqueos y destrucción de propiedades». Pero, denuncian, «la sociedad israelí continúa haciendo la vista gorda e ignorando que todo esto se hace en nombre de la seguridad de nuestro país. Los soldados que vuelven a casa porque han terminado su servicio militar se ven obligados a ignorar lo que han visto y han hecho. Queremos que la sociedad israelí afronte la realidad que ha permitido».
Los soldados hablan sin miedo
Las denuncias que hacen los miembros de esta organización van desde la llamada de atención sobre los procedimientos humillantes de inspección a palestinos que acuden a trabajar a los territorios israelíes «solo para buscar sustento para sus familias», al testimonio de un joven que cuenta como su compañero disparó a un anciano «a bocajarro, sabiendo que solo era un anciano», porque «cuando vuelves a casa desde la Franja todo el mundo te pregunta si mataste a alguien. Lo consideran un honor. Los soldados quieren salir de ahí con esa satisfacción». También hay entradas injustificadas en los hogares y derribos de edificios de los que salen familias con pañuelos blancos para no ser fusilados. Y hay soldados que se hacen fotos con los cuerpos inertes de los palestinos «porque son recuerdos de guerra». Estos, y muchos más –hasta 1.000– son los testimonios recogidos en breakingthesilence.org.il.
Algunos de estos excombatientes han acompañado a la delegación de obispos de Europa y América del Norte que esta semana han visitado Tierra Santa con motivo del encuentro anual con la Asamblea de ordinarios. Monseñor Óscar Cantú, arzobispo de Las Cruces, en Nuevo México, es uno de los participantes en la peregrinación, y reconoce en conversación con Alfa y Omega, tras pasear por las calles de Hebrón, que «la ocupación afecta negativamente no solo a los palestinos, sino a la gente de Israel. A los soldados les afecta ver cómo usan y manipulan a la gente. Han decidido hablar de forma valiente, porque son una nueva generación que ve humanidad en los palestinos y que pone en duda a las instituciones».
Tras caminar por los territorios ocupados, el arzobispo señala que «se siente la tensión. Los palestinos no pueden caminar libremente por las calles, que están vacías. Llaman a esta zona la ciudad fantasma», y recuerda uno de los testimonios de los exsoldados que les acompañan, que ha puesto de manifiesto ante decenas de obispos de la Iglesia católica que «uno de los objetivos del Ejército israelí es hacer sentir su presencia e infundir terror en los territorios ocupados. Por eso, para que los palestinos sientan la presión y vivan con tanto miedo que quieran irse de su tierra, cada noche entran a sus hogares de forma indiscriminada con la excusa de buscar terroristas. Despiertan a las familias, las humillan y luego se van a otra casa».