¿Las parroquias? No solo sacramentos. La conversión pastoral llega a España
Parroquias de toda España están cambiando la mentalidad, los horarios, las catequesis, las estructuras… Y están compartiendo sus experiencias para evangelizar con más eficacia y profundidad
A 30 kilómetros de Madrid por la A-1 se encuentra el templo de Santo Domingo de la Calzada, de la diócesis de Alcalá de Henares. La parroquia tiene un perfil que ya querrían muchos sacerdotes en España: la iglesia llena durante la Misa dominical, muchos niños y familias, actividades diarias, cinco o seis horas de confesionario cada domingo… Hace apenas cuatro años, la parroquia albergaba también muchas iniciativas: adoración nocturna, cursos Alpha, grupos de formación como continuación de Alpha, Mother’s prayers, el oratorio de niños pequeños como catequesis de poscomunión, una semana de evangelización en la parroquia… Pero su párroco, José María Lamadrid, percibía que algo no funcionaba bien. En verano de 2013, José María estaba con la lengua fuera y con una sensación: «Aquí falta algo…».
Lamadrid, que a principios del mes de diciembre organizó junto a Alpha España el primer Encuentro de parroquias sobre liderazgo y experiencias prácticas para la conversión pastoral, se dio cuenta de que «faltaba una unidad interna. Hacíamos muchas cosas y yo no podía con todo. Ahí se confirmó mi runrún: no se trata de hacer 20.000 cosas puntuales, sino de hacer de la parroquia una comunidad de fieles que se acerquen al Señor y puedan crecer en la fe».
Así que convocó a sus colaboradores más cercanos para ponerse delante del Señor y preguntarle: «¿Por dónde quieres que vayamos?». De ahí surgió un consejo de evangelización que empezó a reunirse todos los sábados por la mañana para celebrar la Eucaristía, rezar juntos y compartir inquietudes. «Poco a poco nos dimos cuenta de que había que parar cosas: algunos grupos, actividades y charlas dejaron de funcionar», dice el párroco. «Empezamos a entender que no se trata de introducir más y más cosas, sino que la conversión pastoral es, en primer lugar, un cambio de mentalidad que luego se traduce en la actividad. En realidad hemos adoptado pocas novedades en los últimos tres años, porque lo primero es rezar y pensar, orar y trabajar. Es un asunto más de claves que de iniciativas».
En todo este proceso no ha estado solo: «No todo gira alrededor del cura. La relación entre sacerdotes y laicos tiene que renovarse. Tenemos que trabajar juntos, no para hacer lo que yo quiera, o lo que los laicos quieran, sino lo que quiere Dios. Si la gente está tocada por Dios lo va a hacer bien. No se puede tener todo controlado, porque las cosas no avanzan y los curas se queman». Por este motivo, uno de los requisitos para participar en el encuentro de diciembre fue que los sacerdotes tenían que acudir junto a un equipo de cuatro o cinco colaboradores laicos de su parroquia.
Hoy, Santo Domingo está creciendo a un ritmo sostenible, con una renovación tranquila. El consejo de evangelización sigue trabajando, toda la catequesis de la parroquia se ha puesto en clave de oratorio de niños pequeños, hay un equipo de acogida en las oraciones mensuales que se quiere trasladar a la Eucaristía dominical, se está introduciendo una música más actual en las celebraciones… En definitiva «no hay que tener miedo de cambiar cosas, de intentar una transmisión de la fe más eficaz. Estamos explorando. La visión es hacer una comunidad cristiana de discípulos misioneros, de gente que va a la parroquia y vive su fe y la transmite en su vida diaria», explica Lamadrid.
«Los cambios de mentalidad en cualquier organización duran varios años», concluye el párroco. Pero hay que hacerlos. Y empezar por lo más necesario: «Toda renovación empieza por la oración».
Más libertad
En esta primera fase de la conversión pastoral está la parroquia de Nuestra Señora de Fuente del Fresno, en la diócesis de Madrid. El párroco, Javier Sánchez Cervera, explica que «a primera vista no funciona nada mal: hay actividades bonitas, buen ambiente…, pero eso no vale, porque hay un 80 % de personas del entorno de la parroquia que no vienen nunca».
¿Qué se puede hacer? «Hay que descubrir cuál es el plan que está en la mente de Dios para que todos los vecinos sean santos. Si no, estamos perdiendo el tiempo». ¿Y cómo hacerlo? «No se trata de pensar actividades variadas para los que ya vienen a Misa. Además, las iniciativas son lo de menos, son lo último». En su caso, constató que «las parroquias, tal como están hoy planteadas, no funcionan porque no evangelizan y no conducen a la gente a un encuentro real con Cristo. Y no son sostenibles, porque dependen del párroco en todo: hay parroquias que van bien, pero cambian al párroco y se hunden».
Por eso en Fuente del Fresno han empezado por el principio: «Me di cuenta de que no estaba en condiciones de hacerlo yo todo, de que necesitaba rodearme de gente y de mirar a Cristo juntos y preguntarle: ¿Qué debemos hacer?». Desde hace un año, un grupo de 15 personas se reúne regularmente «para rezar, hablar y ver dónde quiere Dios que vayamos».
Este cambio de mentalidad otorga además una gran libertad pastoral: «Lo importante no son los números, sino saber si cada cosa que hagas es lo que Dios quiere para esta parroquia. Se te podría ocurrir: ¿Y si quitáramos las catequesis de Confirmación y las convirtiéramos en excursiones los fines de semana? Pero lo hemos hecho siempre así. ¿Y qué? Si algo no ayuda lo quitamos, y no pasa nada». Además, el Espíritu Santo renueva en quienes se embarcan en esta aventura el don del temor de Dios, «porque perciben que esta llamada que Dios nos está haciendo es algo muy grande, que nos supera y que es obra suya», concluye.
«Queremos hacer cristianos»
Esta audacia a la hora de replantearse la transformación de «las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial», como pide el Papa Francisco en Evangelii gaudium, ha llevado a Modesto Álvarez, párroco de San Francisco de Sales, en Parla, diócesis de Getafe, a adecuar el itinerario catequético de la Iniciación cristiana a cada uno de los niños, no a dividirlos por edades. «Hay niños que antes de cumplir la edad habitual en la que se hace la Primera Comunión ya están preparados para confesarse y comulgar, y lo hacen a los 7 años».
En su parroquia, los dos primeros años de catequesis de Primera Comunión consisten en una celebración de la Palabra previa a la Misa dominical, siempre con las familias: «Los niños necesitan la experiencia de fe de sus padres, no basta solo con las catequesis», explica Modesto. ¿El riesgo? Que haya familias que deciden llevar a sus hijos a otras parroquias. «Pero es que nosotros no damos cursillos para recibir sacramentos y ya está. Nosotros queremos hacer cristianos».
Esta mentalidad influye también en la celebración del domingo. En San Francisco de Sales solo hay una Eucaristía dominical, «porque somos una única comunidad. Y la preparamos muy bien: la homilía, la música, un equipo de acogida… Es una Misa larga, de más de una hora, y es muy bonito ver que la gente se queda después en la puerta hablando, los niños jugando por ahí, haciendo vida comunitaria… De ahí han surgido peregrinaciones, encuentros, vacaciones parroquiales…».
Como en otros casos, el cambio comenzó con la creación de un pequeño equipo y perdiendo el miedo a que la parroquia «sea algo más que un dispensario de servicios religiosos».
No es proselitismo
En Nuestra Señora de la Asunción, en Cadalso de los Vidrios, diócesis de Getafe, «lo que marcó la diferencia fue crear un equipo para preguntarle a Dios qué quiere de nuestra parroquia», dice Carlos Ruiz, el párroco. «Creamos un núcleo y nos pusimos a la escucha de Dios, no para ver cómo podemos traer más gente a Misa, que eso es proselitismo, sino para ver qué necesita la gente del pueblo y qué les podemos ofrecer».
«Ojo, la conversión pastoral no se puede quedar en un lema bonito y seguir haciendo lo mismo», dice Julio Segurado, párroco de San Pedro Poveda, en Jaén. En su parroquia han probado muchas cosas en los últimos años, pero siempre en una clave: grupos pequeños en torno a un café o algo de comida, en un ambiente relajado que propicie el diálogo. «No queremos hacer alumnos –dice Julio–. No podemos seguir repitiendo esta metodología. Nuestro lema: Más adultos y menos niños; más laicos y menos clero».
Lo primero: pararse y pensar, no precipitarse, rezar.
El párroco no está solo: Formar un núcleo de personas llamadas por Dios a evangelizar.
Evitar el activismo: no se trata de poner en marcha más actividades y grupos.
«Siempre se ha hecho así» no es razón para mantener las cosas.
Huir de los números: el éxito no siempre pasa por traer a más gente.
Antes de cambiar la estructura, cambiar la mentalidad; las decisiones concretas vienen después.
Tener clara la visión de la parroquia: hacia dónde ir, qué podemos ofrecer.
Para formarse más: Una renovación divina, de James Mallon; Una Iglesia con propósito, de Rick Warren; La reconstrucción de una parroquia, de Michael White y Tom Corcoran… Y los Encuentros anuales de Nueva Evangelización (ENE), organizados por Alpha España y la comunidad Fe y Vida.
Algunos pueden pensar que la nueva evangelización se trata de salir a la calle a recuperar lo perdido, una especie de operación de captación y modernización de la marca y las técnicas de marketing para captar enfriados y alejados. Nada más lejos de la realidad. El cambio que la Iglesia nos está pidiendo desde el Vaticano II tiene que ver con la magistral formulación de Pablo VI en Evangelii nuntiandi, refrendada por Benedicto XVI en la inauguración del Sínodo para la Nueva Evangelización: «La Iglesia existe para evangelizar». Esto significa que en la evangelización nos jugamos la razón de ser de la existencia misma de la Iglesia.
Conversión pastoral es una expresión que está en boca de muchos, por más que no se sabe cómo llevar a la práctica. Quizás sea así porque se hace una lectura selectiva de la Evangelli gaudium y no se quiere poner en obra ese repensar «objetivos, estilo, estructuras y métodos» (EG 25). Repensar viene a ser lo que los lineamenta para el Sínodo llamaron un «cuestionamiento de la Iglesia sobre sí misma» que conminaba a examinar «la capacidad de la Iglesia de configurarse como comunidad, como verdadera fraternidad, como cuerpo y no como una empresa».
Conversión pastoral significa no solo cambiar estructuras en pos de la misión. Se trata de recordar que la Iglesia existe para evangelizar, para hacer discípulos, y no solo para sobrevivir, apuntalar estructuras caducas y mantener una cristiandad que ya es historia.
Conversión pastoral significa volver al momento primero, a la Iglesia de los Hechos, a Jesucristo; volver al primer anuncio y reiniciar la sempiterna dinámica de la Iglesia: anunciar, catequizar/discipular y enviar.
Conversión pastoral significa no hacer rebajas, no conformarse con dar sacramentos a bautizados sin convertir. También es salir, pero eso es solo la punta del iceberg de un cambio profundo. Sin envío solo hay autorrefencialidad y un mantenimiento caduco.
Las parroquias necesitan la conversión pastoral para recuperar su identidad más profunda: ser centros de redención y de envío, de transformación y de sanación. Hospital de campaña y a la vez portaaviones desde donde enviar cristianos para reconstruir un mundo que desesperadamente necesita a Jesucristo para no caerse en pedazos.