«Muestra tu apoyo a los niños de Siria»

Como os contamos hace unas semanas, la ciudad de Alepo está rota por la guerra. Entre los barrios que controlan los rebeldes y los que controla el Gobierno hay combates cada día, además de los bombardeos. En medio de esta situación, un autobús recorre cada día parte de la ciudad para llevar a 175 niños al centro educativo de los maristas. Estos niños tienen entre 3 y 12 años, y son cristianos y musulmanes. El centro también tiene un taller semanal para 75 adolescentes.

El centro no es un colegio, pero «enseñamos a leer y escribir a los pequeños –explica el hermano George Sabé–. Los niños más grandes tendrían que estar en Primaria pero no han ido nunca a la escuela por culpa de la guerra. Muchas familias tienen miedo y prefieren no llevarlos». En el centro reciben una educación básica. También les dan «una merienda con leche, bocadillos y fruta», porque muchas familias no tienen suficientes alimentos. Sin el centro, además, muchos niños se pasarían el día en la calle.

Pero lo más importante para los maristas es «que se sientan niños», que allí puedan jugar y pasarlo bien. Los religiosos también intentan curar las heridas que les ha dejado la guerra por dentro. El hermano George nos cuenta la historia de Abed, de 8 años: «Es de una familia cristiana. Un día, hubo una explosión muy grande cerca de su casa, y el techo se cayó encima de él, de sus dos hermanas y de su madre. La madre murió, y los niños sufrieron muchas heridas». Ahora ya están bien físicamente, pero Abed «es un niño totalmente callado. En su cara siempre hay mucha tristeza, y no quiere tener relación con otros niños. Nosotros intentamos ayudarle a que exprese lo que siente» para que no le pese tanto por dentro.

«Es posible convivir»

Algunos niños reaccionan a la guerra queriendo luchar también ellos, y «solo piensan en imponer su voluntad, en tener armas para ganar dinero». Actúan de forma violenta. Cuando crecen, algunos sueñan con «ser soldados y vengarse» de los que les han hecho daño. «Otros sueñan con ir a la universidad. Y la mayoría quieren salir del país».

Los religiosos del centro intentan darles esperanza. «Lo más importante es convencerles de que es posible convivir y dar la mano al que es diferente. En este Año de la Misericordia, les hemos presentado el perdón de muchas formas diferentes. Ellos hacen caso y a veces se entusiasman» con la idea de vivir así, «pero otras pierden la esperanza». Por ejemplo, cuando un amigo muere en un bombardeo. Una de las cosas que «les anima es encontrarse con otros niños y jóvenes».

«También les queremos mostrar que hay personas de otros lugares del mundo que les apoyan». El año pasado, «un grupo de niños de Francia les enviaron cartas y dibujos. Nosotros los traducíamos al árabe, y nuestros niños contestaron». La idea salió bien porque los niños aprendieron unos de otros, y «pudimos mostrarles que la vida no es siempre guerra». Esta vez, serán los niños de España los que les envíen cartas. ¿Te animas?