¿Absolución general? - Alfa y Omega

¿Absolución general?

Manuel Cruz
Foto: AFP / Lionel Bonaventure.

En algunas parroquias madrileñas, como en la mía –me imagino que en toda España– se ha convertido en costumbre celebrar cada mes el sacramento de la Reconciliación en comunidad con la correspondiente absolución general. Más de una vez me he preguntado si este tipo de absolución masiva es válida para que se cumplan los fines del sacramento.

Vaya por delante que estas celebraciones no las considero del todo baladíes, en la medida que ofrecen una ocasión a los fieles para examinar sus conciencias, aunque en el caso de los pecados mortales la absolución no tengan consecuencias si después no se confiesan secretamente en el confesionario.

No voy a entrar en las absurdas polémicas entre conservadores y progresistas. Me bastan el Catecismo de la Iglesia y las enseñanzas actualizadas de los Papas, en especial las reflexiones de san Juan Pablo II en su motu proprio Misericordia Dei.

Por supuesto, aquí entra de lleno esa gran crisis moral que atraviesa la sociedad, cada vez más relativista y que afecta, cómo no, a la comunidad católica. ¿Se ha perdido ya del todo la conciencia de pecado? Si es así, ningún sentido tiene el sacramento que nos acerca a la reconciliación con Dios y tampoco lo tendría siquiera la Eucaristía. Incluso sobrarían la Iglesia, el Papa, los obispos, los curas…

Pero, en fin, lo que quisiera poner de relieve es el grado de conocimiento que tienen los fieles que llenan estas celebraciones comunitarias. Si nada hay contra ellas en los casos extraordinarios previstos en las normas, lo que no me parece nada caritativo es que, cuando se da la absolución general, no se recuerde que tal absolución no tiene efecto alguno si después no se confiesan los pecados graves, los que llamamos mortales.

Ni siquiera se recuerda que el sacramento del perdón, de la Reconciliación, de la conversión, también se llama de la penitencia, que brilla por su ausencia en la absolución general. Bueno es recordar que las penitencias son cada vez más simbólicas porque, como dice muy bien el Papa Francisco, el confesionario no es un lugar de tortura sino de acogida, de amor. En el fondo de todo esto, lo que pretendo es señalar la necesidad de una catequesis permanente sobre los sacramentos. Y un buen lugar es la propia celebración penitencial comunitaria.