¿Comunión a los divorciados? «No hay recetas» - Alfa y Omega

¿Comunión a los divorciados? «No hay recetas»

«La Iglesia o es misionera o no es», y por tanto «todos los que estamos dentro de ella debemos ocuparnos especialmente de los que están, no digo fuera, pero en una situación especial»

Redacción
El vicepresidente de la CEE durante una de las sesiones del Sínodo ordinario de los Obispos. Foto: L’Osservatore Romano

¿Qué pasa finalmente con los divorciados en nuevas uniones?
La controversia mediática en torno al Sínodo se centró en el tema de si se podía dar la Comunión o no los divorciados en segunda unión civil. Amoris laetitia no se pronuncia definitivamente sobre esta cuestión, entre otras cosas porque el Sínodo lo que pretendía era dirigir una mirada al conjunto de la vida familiar, y no resolver este punto. Lo que sí nos dice el Papa es que hay que tener en cuenta la complejidad de cada situación y nos anima a escuchar a cualquier persona que se sienta herida y a ayudarla a experimentar el amor incondicional de Dios, y ahí nos deja un campo que es muy importante para nosotros. Lo fácil sería que nos diese recetas, pero es que no hay recetas.

La exhortación les da a muchos divorciados que se han vuelto a casar y que se esfuerzan por hacer las cosas bien y educar a sus hijos en la Iglesia la garantía de que la Iglesia se preocupa por ellos, les hace sentir que son parte de la Iglesia, que no están excomulgados, y aunque todavía no puedan participar plenamente de la vida sacramental, les anima a tomar parte activa en la vida de la comunidad cristiana. Por eso es clave el concepto de integración: hacer todo lo posible por ayudar a las personas que estén en la situación que fuere a involucrarse en la vida de la comunidad. Cualquier persona que se encuentre en una situación irregular debe recibir atención y ser ayudada a sanar sus heridas.

También, por ejemplo, cuando el Papa habla de los homosexuales, afirma que la enseñanza de la Iglesia es clara: el matrimonio es una unión entre un hombre y una mujer, pero dicho esto, recuerda que todos debemos aprender a imitar el amor incondicional de Dios por cada persona, sin excepción. La exhortación centra la atención en el matrimonio y en la familia, pero no se desentiende del resto de situaciones que puedan vivirse, al contrario, nos incita a que las afrontemos.

¿Le preocupa el síndrome del hermano mayor de la parábola del hijo pródigo, es decir, que haya católicos molestos porque piensen que el Papa se preocupa más por los que están fuera que de los de dentro?
Los que están dentro, se supone que, si están de verdad dentro, tienen una preocupación por los que están fuera, porque la Iglesia o es misionera o no es la Iglesia de Jesucristo. O la familia cristiana es misionera o no es Iglesia doméstica, es otra cosa distinta. Por tanto, a nadie le puede parecer mal esto; al contrario, tendríamos que agradecer mucho la preocupación misionera del Papa, ya que todos los que estamos dentro de la Iglesia debemos ocuparnos de los que están en una situación especial, no digo fuera, pero en una situación especial, o por aquellos cristianos que, por la razón que sea, se han marginado de la vida de la Iglesia, o al menos sienten que están marginados. El Papa nos invita a salir en busca de esta gente. Es la misma invitación de Jesucristo. El Papa no sería sucesor de Pedro si no dijera esto, porque el Señor nos ha dicho que vayamos por el mundo a anunciar la buena noticia a todos los hombres. Los que ya la conocemos tenemos que anunciarla.

¿Cambia esta exhortación la doctrina de la Iglesia?
Lo más bonito de esta carta es que es teología pastoral, no se aparta de la doctrina de la Iglesia, pero sí aproxima la persona de Jesús a las situaciones reales que viven las personas. Muchas veces en la Iglesia, sin darnos cuenta, predicamos doctrinas, teorías, pero no acercamos la persona de Jesucristo… En la carta que ha escrito el Papa está la conciencia clara de un hombre que sabe que no anuncia ideas, sino a una persona, y que además sabe que esto se lo tiene que decir a las familias concretas, que hoy viven unas situaciones muy singulares y especiales, también a muchas parejas que conviven sin casarse, y a quienes tenemos que acercarnos para ayudarlas a descubrir la belleza de una familia cristiana, en la que un hombre y una mujer unen sus vidas y dicen: «Tú para mí eres Jesucristo, y habrá días en que te vea el rostro desfigurado, como a Jesús en la cruz, pero yo te quiero en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida».

En la Iglesia hemos tenido muchas veces exposiciones muy teóricas. ¿Por qué nos gustó la Evangelii gaudium? Porque no nos hablaba de una teoría, sino que afrontaba problemas concretos de la vida de la Iglesia, que eso es lo que necesitamos. ¿Por qué a mí me gusta Amoris laetitia? Porque afronta el amor de la familia desde la realidad.

Muchas veces no son así los documentos que escribimos los obispos, en los que decimos: «La doctrina de la Iglesia es esta y esta». El Papa nos recuerda que la doctrina ya nos la sabemos todos; el problema es cómo hacerla vida en la gente, presentarla de modo que las personas perciban que es algo que merece la pena ser vivido.

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