Las bienaventuranzas de monseñor Osoro para luchar contra el hambre
Como cada año, monseñor Osoro ha escrito una carta con motivo de la campaña contra el hambre de Manos Unidas. En la misiva de esta edición, el arzobispo de Madrid ha convertido el lema de la campaña –Plántale cara al hambre: siembra– en ocho bienaventuranzas:
1. Bienaventurados los que hablan y viven el desarrollo auténtico, entendido como aquel que asegura una mejora integral en la calidad de vida humana.
2. Bienaventurados quienes ven con los ojos de Jesús el espacio donde transcurre la existencia de las personas, los escenarios donde viven y actúan, y dan las mismas respuestas que Él a quienes los habitan.
3. Bienaventurados quienes promueven el bien común, como es el respeto a la persona con sus derechos inalienables a su desarrollo integral, aplicando el principio de subsidiariedad en los grupos intermedios, entre los que destaca la familia.
4. Bienaventurados quienes se toman en serio la siembra, sabiendo que los países pobres necesitan de los ricos, teniendo estos como prioridad erradicar la miseria.
5. Bienaventurados quienes alientan la mejoría agrícola de las regiones más pobres, con inversiones, infraestructuras, organización de mercado, sistemas de riego, técnicas agrícolas sostenibles, cooperativas, etc.
6. Bienaventurados quienes se hacen estas preguntas para un desarrollo integral antes de emprender cualquier proyecto en favor de quienes pasan hambre: ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿De qué manera? ¿Para quién? ¿A qué costo? ¿Quién paga y cómo?
7. Bienaventurados quienes, pensando en el bien común, hacen posible que la política y la economía en diálogo se coloquen al servicio de la vida y con absoluta claridad al servicio de la vida humana.
8. Bienaventurados quienes promueven que no bastan las ciencias empíricas para explicar completamente la vida, el conjunto de la realidad, pues sostener lo contario hace desaparecer la sensibilidad estética y la capacidad de la razón para percibir el sentido y la finalidad.
La misericordia promueve la dignidad del hombre. Plántale cara al hambre: siembra
La carta que siempre os escribo con motivo de la campaña contra el hambre de Manos Unidas, deseo que tenga una connotación especial. El cartel de la este año me sugiere una afirmación fuerte, pero verdadera, y que es necesario explicar: el hambre no depende únicamente de las diversas situaciones geográficas en las que estemos ni tampoco de las climatologías de los países en los que habitan los hombres, ni siquiera de las circunstancias desfavorables que hacen que las cosechas no sean abundantes como teníamos previsto o como normalmente se dan. También el hambre lo provoca el hombre mismo, con sus egoísmos, que tienen versiones muy diferentes, como carencias en la organización social, rigidez de estructuras económicas que muy a menudo están destinadas al lucro, e incluso prácticas contra la vida humana; en sistemas ideológicos que reducen a la persona, le recortan sus dimensiones esenciales, le privan de su dignidad fundamental, la entienden como un instrumento más a su servicio.El lema de la campaña de este año tiene gran importancia: Plántale cara al hambre: siembra. Hemos descentrado al hombre y hay que volver a colocarlo en el centro. Este descentramiento se manifiesta en el modo de atender el hambre en el mundo pues, con mucha frecuencia, la acción internacional para combatirla ignora el factor humano y, en cambio, da prioridad a aspectos técnicos y socioeconómicos que, aunque son importantes, solo responderán a las verdaderas necesidades del ser humano cuando este esté en el centro. Para lograrlo nos tenemos que implicar más todos y, con una fuerza especial, quienes tienen que tomar decisiones. Hemos de valorar y decidir qué uso damos a la tierra porque, muchas veces, se está orientando a otros objetivos que afectan al ambiente y se está volviendo improductiva para alimentar al ser humano.
En la encíclica Populorum progressio, el beato Pablo VI señalaba que «se trata de construir un mundo donde todo hombre […] pueda vivir una vida plenamente humana […] donde el pobre Lázaro pueda sentarse a la misma mesa que el rico» (n.47). La frase que entonces decía sigue teniendo actualidad: «Los pueblos hambrientos interpelan hoy, con acento dramático, a los pueblos opulentos» (n.3). Es necesario y urgente que madure el derecho universal de los hombres a la alimentación, promoviendo esa conciencia solidaria que considere la alimentación como un derecho universal de todos, sin distinciones ni discriminaciones. Todos hemos de realizar un primer compromiso para solucionar el problema del hambre. ¿Qué compromiso? Eliminar las razones que impiden un respeto auténtico de la dignidad de la persona. Qué bien viene recordar aquí algunas obras de misericordia que nos afectan directamente, y que nos ayudan a respetar la dignidad de todo ser humano: «Dar de comer al hambriento, de beber al sediento; enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, dar buen consejo al que lo necesita». Estas y otras obras de misericordia hacen verdad el lema de esta campaña: Plántale cara al hambre: siembra. La encíclica Laudato si nos recuerda que las criaturas de este mundo tienen dueño: «Son tuyas, Señor, que amas la vida». Y tienen «una sublime comunión que nos mueve a un respeto sagrado, cariñoso y humilde» de las mismas, también del lugar tierra en que habitan. Que conste que esto no es igualar a todos ni divinizar la tierra. Sí es poner al ser humano con el valor que tiene y su responsabilidad (cf. LS 89-90)
El cartel de la campaña contra el hambre de este año, como apuntaba antes, es muy sugerente: un plato blanco bellísimo con una cuchara de madera llena de tierra en la que nace una planta. Especialmente me hace recordar que no todos tienen ese plato, ni siquiera una cuchara con tierra para sembrar y que dé frutos. El cartel no pide platos. Reclama que todos los hombres tengan tierra para sembrar y comer. Medios para que esas tierras produzcan. Semillas, agua, herramientas para el trabajo. Después, ellos mismos harán sus platos y cucharas, con el producto y valor de lo que plantan. Erradicar el hambre, contar con una alimentación sana y suficiente, requiere métodos y acciones que permitan una explotación adecuada de los recursos. Requiere que se respete el patrimonio de la casa común que es nuestra tierra, la que ha sido creada por Dios, quien también nos creó a nosotros y todo lo que existe, y quien nos ha dado la dignidad que tenemos todos los hombres, creados a su imagen y semejanza. Con el cartel, entendemos muy bien el lema: Plántale cara al hambre: siembra. Sembremos y cultivemos la tierra para que todos los seres humanos puedan alimentarse; sembremos de solidaridad la tierra; sembremos de cultura del encuentro el corazón de todos los hombres; sembremos de ternura, paz y amor, y renunciemos a la indiferencia.
En esta campaña de Manos Unidas, queriendo hacer verdad su lema, me gustaría acercar a vuestra vida y a vuestro corazón estos deseos que convierto en bienaventuranzas:
- Bienaventurados los que hablan y viven el desarrollo auténtico, entendido como aquel que asegura una mejora integral en la calidad de vida humana.
- Bienaventurados quienes ven con los ojos de Jesús el espacio donde transcurre la existencia de las personas, los escenarios donde viven y actúan, y dan las mismas respuestas que Él a quienes los habitan.
- Bienaventurados quienes promueven el bien común, como es el respeto a la persona con sus derechos inalienables a su desarrollo integral, aplicando el principio de subsidiariedad en los grupos intermedios, entre los que destaca la familia.
- Bienaventurados quienes se toman en serio la siembra, sabiendo que los países pobres necesitan de los ricos, teniendo estos como prioridad erradicar la miseria.
- Bienaventurados quienes alientan la mejoría agrícola de las regiones más pobres, con inversiones, infraestructuras, organización de mercado, sistemas de riego, técnicas agrícolas sostenibles, cooperativas, etc.
- Bienaventurados quienes se hacen estas preguntas para un desarrollo integral antes de emprender cualquier proyecto en favor de quienes pasan hambre: ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Dónde? ¿Cuándo? ¿De qué manera? ¿Para quién? ¿A qué costo? ¿Quién paga y cómo?
- Bienaventurados quienes, pensando en el bien común, hacen posible que la política y la economía en diálogo se coloquen al servicio de la vida y con absoluta claridad al servicio de la vida humana.
- Bienaventurados quienes promueven que no bastan las ciencias empíricas para explicar completamente la vida, el conjunto de la realidad, pues sostener lo contario hace desaparecer la sensibilidad estética y la capacidad de la razón para percibir el sentido y la finalidad.
Con gran afecto, os bendice,