¿Dónde está la niña Tala, refugiada desaparecida en Turquía?
El Gobierno griego acusa a Turquía de colaborar con las mafias, y varios voluntarios denuncian que las redes de trata han hecho desaparecer a hasta 10.000 refugiados para trabajar en talleres clandestinos y burdeles
La respiración del capitán de navío Mohamed Hassan Hajirah, sirio afincado ahora en Suecia y con 25 años de experiencia en el mar, se agita cuando habla de la pequeña Tala. El pasado 13 de diciembre, la niña, de 4 años, iba dentro de un bote cuya travesía debía conducirla a ella, a su madre y a otros casi 60 refugiados sirios desde la ciudad de Antalaya, en la costa suroriental de Turquía, hasta alguna isla griega, tal vez Rodas. Aunque el clima no era adverso, las condiciones del bote eran tan deplorables que al poco de zarpar el casco hizo aguas y los tripulantes tuvieron que volver a nado hacia la playa. La distancia era corta, pero casi ninguno sabía nadar y su debilidad era enorme tras un extenuante viaje a pie desde Siria y varios días ocultos en las cercanías de la costa, sin que las mafias que los habían conducido allí les diesen alimentos ni agua. Los 1.500 euros por persona que les habían exigido solo incluían el desplazamiento en el cascarón que ahora se hundía al contacto con las primeras olas.
En medio del caos, la madre de Tala, su tío y varios miembros de su familia que viajaban a bordo vieron cómo uno de los piratas del clan mafioso que había fletado la barcaza, y que aún iba con ellos para conducirlos hasta aguas no vigiladas, tomaba en brazos a la pequeña y la llevaba a tierra. En la orilla, otros miembros del grupo, entre ellos el cabecilla, de avanzada edad, vigilaban la operación. Con el agua al cuello, un tío de Tala vio cómo el jefe del grupo cogía a la niña. Las olas borraron el resto de la escena. Pero cuando la madre de Tala y los demás miembros de su familia pisaron de nuevo la costa, la pequeña ya no estaba. La asistencia humanitaria no tardó en llegar y la Policía turca tomó nota de la desaparición –según relata el capitán Hajirah, que está en contacto con la familia y lleva semanas buscando a la pequeña–, pero al comenzar la búsqueda desesperada de Tala por hospitales, puestos de Cruz Roja y centros de Policía, la familia se encontró con que nadie había informado oficialmente de la desaparición. Tras numerosas peticiones de la familia, la Policía turca dio con los dos hombres denunciados por la madre (el cabecilla mayor y el joven que iba en la barca), pero los dejó libres sin apenas interrogarlos, denuncia la madre de Tala. «Como este caso hay muchísimos. Por los testimonios de los refugiados que llegan a Grecia, y de los que están en Turquía esperando a cruzar, sabemos que desde el comienzo del éxodo las mafias han hecho desaparecer a 10.000 personas después de hacerles pagar por traerlos a Europa», dice el capitán de navío.
«Sabemos de lo que es capaz Turquía»
Mohamed Hassan forma parte del Grupo Árabe de Rescate, una plataforma nacida entre los refugiados que huyen, para informar de cómo y cuándo zarpan desde Turquía, estar localizados por GPS en el trayecto y avisar si hay alguna incidencia. La conversación con él se produce pocos días después de que tres bomberos españoles, miembros de la ONG Proem-Aid, fuesen detenidos por las autoridades griegas acusados de tráfico de personas. Habían ido a rescatar una lancha a la deriva que había informado de su estado al Grupo Árabe de Rescate. La policía griega se quejó de que los voluntarios de Proem-Aid estaban actuando con un activismo político demasiado agresivo, aunque los tres han sido puestos en libertad «porque una cosa es que remolcar una embarcación no esté permitido y otra que nos acusen de traficar con personas», explica desde la isla de Lesbos José Amor, miembro de la ONG. «Los voluntarios nos movemos en aguas de Grecia, no pasamos a las turcas. Sabemos lo que es capaz de hacer Turquía a un avión ruso que cruce su espacio aéreo, así que imagina lo que podrían hacer a tres bomberos de Sevilla en una lancha si pasamos a sus aguas», dice a Alfa y Omega.
Las mafias controlan el flujo
«En Lesbos hay orden dentro del caos; esto no deja de ser Europa y cuando llegan estas personas en condiciones lamentables hay 60 organizaciones para atenderlos, darles ropa seca y comenzar el proceso de identificación. Lo que pase en la costa turca, no lo sabemos», añade. Eso sí, «lo que está claro es que hay grupos mafiosos que controlan el flujo, los ponen en el mar y ganan mucho dinero con ellos. La mayoría paga entre 1.000 y 1.500 euros por el viaje. Si hay mal tiempo, las mafias ponen el precio más barato para que no se interrumpa el flujo, o cobran menos a los niños si salen de noche. Si el tiempo es malo y hay varios días sin lanchas, sabemos que en cuanto mejora llegan 30 o 40 botes con 50 o 60 personas. Eso debería llamar la atención a cualquier guardia costera, digo yo», explica José Amor.
Grecia acusa a Turquía
Entonces, ¿qué hace Turquía? El 29 de noviembre, la Unión Europea entregó al Gobierno de Erdogan 3.000 millones de euros para contener la llegada de refugiados. Poco después, «llegó al norte de Lesbos –a nueve kilómetros de Turquía–, un barco de guerra turco para impedir que zarparan más botes. Pero, en lugar de entrar por el norte de la isla, ahora llegan por el sur», dice Amor.
El presidente de Grecia, Prokopis Pavlopulos, acusó el lunes a las autoridades turcas de colaborar con las redes de tráfico de personas: «Tengo la fuerte sospecha de que los traficantes turcos reciben apoyo de las autoridades. Las portuarias hacen como si no pasara nada. Hay casos en los que con toda probabilidad los traficantes han sido ayudados y tenemos pruebas», dijo antes de reunirse con Angela Merkel. El Gobierno turco ha calificado sus declaraciones de «calumnias» y ha esgrimido que en 2015 detuvieron a 3.800 traficantes de personas.
Sobornos a la policía por 25 euros
La misma denuncia se escucha entre los voluntarios que están sobre el terreno. Tras el incidente con Proem-Aid, las otras ONG quieren mantener cierta discreción, «pero no podemos dejar de denunciar que en la zona turca hay no solo negligencia, sino colaboración entre la Administración y las mafias. Los refugiados nos dicen que cuando les paran en alta mar, los policías turcos piden 25 euros por persona para dejarles continuar. Si no, los devuelven a la costa y pierden su turno, porque las mafias les cobran por tres intentos de viaje», explica un voluntario de una ONG que prefiere mantener su anonimato.
Niños esclavos, barcos que desaparecen
Lo más preocupante para los equipos de rescate son las desapariciones. Esas 10.000 de las que habla el capitán Hajirah y entre las que se encontraría Tala. Solo tres días después del secuestro de la niña, el 16 de diciembre, una barca con 38 personas, entre ellas dos embarazadas, partió rumbo a Grecia desde Izmir. Los refugiados avisaron al Grupo Árabe de Rescate. Pero nadie llegó. Tampoco se encontraron restos del naufragio ni cuerpos. Semanas después, la situación se repitió con dos barcas y sin mala mar.
Gracias a los refugiados, Mohamed Hajirah sabe que «en la costa turca hay niños secuestrados en talleres clandestinos que cosen los chalecos salvavidas para las mafias. Son como esclavos y rellenan los chalecos con un material que absorbe el agua y hacen que pese. Si hay muertos, las mafias se garantizan que podrán mandar a Europa a otros inmigrantes y no perderán su negocio. Sobornan a la Policía, que es la mayor estructura de corrupción de Turquía, porque es imposible que no sepan lo que pasa».
Otro voluntario añade bajo condición de anonimato: «Hay familias enteras secuestradas. Retienen a la mujer y a los hijos y obligan a los padres a poner en circulación otras barcas sin tener que pagarles. Son piratas secuestrados que llevan los botes mar adentro para marcarles el rumbo. Entonces llega otra lancha que recoge al pirata y lo devuelve a la costa para repetir la operación. Si hay buen clima, las mafias mandan oleadas de personas, 1.000 en una mañana; el caos aumenta y los servicios de emergencia se ven desbordados. Para eso necesitan a estos piratas secuestrados, que no cobran dinero».
Trata, prostitución infantil y venta de órganos
Además de los talleres clandestinos, tras las desapariciones están las redes de trata de blancas y el trabajo esclavo: «Este lunes –explica Mohamed–, una chica ha desaparecido cuando estaba a punto de embarcar. Se llevan a jóvenes y niñas después de que les hayan pagado, a veces incluso cuando están en el barco. Sabemos que se las llevan a redes de prostitución». Tampoco descartan la venta de órganos. Otros desaparecen «y estamos casi seguros de que los llevan a países árabes para trabajar casi como esclavos». Y concluye: «Si se abriera la frontera terrestre y, sobre todo, si frenasen la guerra, todo esto terminaría. Los sirios no quieren huir, pero nos están obligando. ¿Y dónde están los líderes de Turquía y de Europa? Desaparecidos». Como Tala.