Monseñor Juan Antonio Menéndez: «La trata de personas es la esclavitud del siglo XXI» - Alfa y Omega

Monseñor Juan Antonio Menéndez: «La trata de personas es la esclavitud del siglo XXI»

Monseñor Juan Antonio Menéndez, obispo auxiliar de Oviedo y miembro de la sección de Infancia y juventud en riesgo, de la Comisión de Migraciones de la CEE, ha participado en el Encuentro de directores y representantes de las Comisiones de Migraciones de las Conferencias Episcopales Europeas celebrado en Vilnius (Lituania). Acudió en sustitución del Presidente de la Comisión, el obispo de Albacete, monseñor Ciriaco Benavente

Anabel Llamas Palacios

¿Cuáles fueron los principales temas que se han tratado en este encuentro?
En primer lugar, estaba el tema de los refugiados, un problema candente en la actualidad por la guerra en Siria y Oriente Medio. También se trataron aspectos pastorales como la relación que debe existir entre las diócesis de origen y de acogida de los emigrantes, y se habló sobre cómo presentar el mensaje cristiano a los migrantes chinos. El otro tema, de carácter más social, es el de la trata de personas, un asunto muy urgente y de mucha importancia, promovido directamente por el Papa Francisco.

¿Por qué ha sido Lituania elegida como país anfitriona de este encuentro?
Hay que recordar que Lituania, con una población de tres millones de personas, cuenta con un millón viviendo en otros países, como emigrantes. Por lo tanto, tiene una gran experiencia de país que emigra.

Más allá de la teoría, ¿cuál es la labor de la Iglesia con los migrantes y refugiados?
La Iglesia tiene el deber de defender la dignidad de la vida de los migrantes y refugiados. Sólo por el hecho de ser personas tienen unos derechos fundamentales e inalienables que no se pueden pisotear. Una parte importante del trabajo pastoral con los migrantes está en denunciar situaciones que envilecen la dignidad de la vida humana. Y en estos casos, los inmigrantes son muy vulnerables porque son carne de cañón para la las mafias, el tráfico de personas, la explotación etc. El segundo aspecto es acogerlos en las comunidades cristianas. Los que son católicos, participando plenamente en ellas; y los que no lo son, atendiendo sus necesidades propias y presentándoles al Señor y al Evangelio.

¿Cuáles son las zonas en el mundo que tendrían un punto rojo, con mayores problemas en estos aspectos?
Está, por un lado, la frontera de Estados Unidos y de México, Arizona, que es una situación de desierto, en el que la gente se muere en el paso de un camino a otro. Además, está la zona de Lampedusa y todo el norte de África, pues en Libia concretamente hay muchísimas personas esperando a entrar en Europa. Muchos de ellos no son inmigrantes, sino refugiados de guerra, pero a veces los Estados no los reconocen como tales. Y después, están nuestras fronteras, con Melilla y Ceuta, donde hay también tenemos unos dramas impresionantes. Todo esto, junto con las zonas donde hay conflictos, como el Líbano y Jordania, que están recibiendo refugiados, así como Nigeria y la zona del Sahel donde hay inmigración por motivos políticos y económicos.

¿Cuál fue el testimonio de los representantes españoles en este encuentro?
Nosotros hemos aportado, sobre todo con respecto a la trata de personas, el trabajo que se está haciendo aquí en España en el campo de la prevención. Se ha realizado un material educativo para la distribución pedagógica en colegios; y después, hemos dado a conocer las casas de acogida que tienen religiosos y religiosas para las personas que han logrado salir de la esclavitud de la prostitución. Porque en España son muchas las instituciones religiosas que trabajan en este campo. Son como hormiguitas, muchas congregaciones religiosas y asociaciones de laicos que están trabajando para acoger a la gente y liberarla de la esclavitud del siglo XXI, que es la trata de personas.

¿Se escucha y se da crédito de manera internacional a la voz de la Iglesia cuando hace estas denuncias?
Sí. De hecho, estos días se ha presentado una institución creada por el Consejo Pontificio, con el auspicio del Papa Francisco, que es el Santa Marta Group, de colaboración de las conferencias episcopales con la policía, tratando de crear redes de relación y de información para rescatar a las personas, sobre todo mujeres y niños, fruto de la trata de personas, para el disfrute sexual, para el trabajo clandestino, y para la donación de órganos.

En el ámbito de los refugiados y los migrantes, ¿qué sector es el que sale peor parado?
Sin lugar a dudas, todas aquellas personas víctimas de la trata. Aquellos que son objeto del comercio de personas para fines sexuales, para fines de negocios clandestinos, explotación pura y dura, y sobre todo, los niños, para el tráfico de órganos. Es algo que la Iglesia no sólo no se puede callar, sino que tiene que levantar la voz, sabiendo que se trata de una realidad muy compleja. Porque la trata está en manos de mafias, que no sólo cometen crímenes contra la humanidad, sino que, a eso, se le añade el problema financiero que esto genera, y los países que acogen estas finanzas, que son paraísos fiscales, así como la red que tratan de crear las mafias con mucha inteligencia para defenderse de cualquier ley de los Estados o de cualquier intervención policial. Es una situación caótica, oscura, y en la que todo el mundo mira para otro lado, pero que provoca el sufrimiento de 90 millones de personas en el mundo.

¿Se sabe si tienen su sede en algún país concreto?
No. Es como un monstruo de varias cabezas, no se sabe concretamente dónde están. Hay mucha gente implicada que viene del este de Europa, de África y de América. El añadido de internet lo ha complicado más. Es un problema gravísimo en el mundo, junto con el del tráfico de armas.

La persecución religiosa también está creando un gran número de refugiados, especialmente en Oriente Medio…
En este encuentro, se habló de cómo la Unión Europa siempre ha acogido a refugiados de otros países. De hecho, en estos momentos, se han establecido unas cuotas de acogida de refugiados por cada país. Por miedo, creo yo, el Estado español no ha acogido a ninguno de los que le correspondían, que eran 5.000 refugiados. Se trata de refugiados de la guerra en Siria, fundamentalmente. En su mayoría, cristianos huyendo de la persecución religiosa. Y no lo hace, probablemente, porque tienen miedo al efecto llamada, pues estos refugiados luego podrían traer a sus familias, a lo cual tienen derecho. Pero el problema es que en Libia, en Líbano, hay millones de refugiados esperando, viviendo una situación dolorosísima, especialmente los niños, porque n tienen escuelas y están con el horror de la guerra en sus mentes, sufriendo lo indecible. Ciertamente, el Estado español tiene derecho a regular las fronteras, pero yo creo que sí habría posibilidad de acoger a 5.000 refugiados en España. Otros países ya lo han hecho.