No se abrirá la causa de Chesterton
La falta de devoción local es el principal obstáculo para que el escritor y apologeta inicie su camino a los altares
En contraste con el cardenal Newman, que en breve será proclamado santo, la segunda figura más destacada del renacimiento católico inglés de los siglos XIX y XX no será elevado a los altares. Al menos, a corto o medio plazo. En abril, el obispo de Northampton, monseñor Peter Doyle, tomó la decisión de no abrir la causa de canonización del escritor inglés Gilbert Keith Chesterton.
En entrevista con Alfa y Omega, el obispo explica que «no fue una decisión nada fácil, y la abordé con mucha humildad». La razón «más importante» para no seguir adelante con el proceso es que a pesar de la gran devoción que suscita el autor converso en algunos grupos y de «la influencia tan inspiradora que sus escritos tienen en mucha gente de todo el mundo», estos fenómenos «no se dan localmente» en su diócesis de forma significativa. Comprobar que existe fama de santidad y de conceder gracias y favores es un requisito que la Iglesia exige a un obispo diocesano para poder iniciar una causa.
En segundo lugar, monseñor Doyle confiesa que no ha sido capaz de «extraer de la documentación un patrón de espiritualidad personal» que caracterizara la forma en la que el escritor y apologeta inglés vivió la fe católica tras ser admitido en la Iglesia en 1922.
Por último, reconoce que en la balanza también ha pesado «la cuestión del antisemitismo del que se acusa a Chesterton, incluso considerando el contexto de su época. Se trata de un obstáculo real, particularmente en este tiempo en el Reino Unido». Aunque el también periodista criticó con dureza al nazismo, desde diversos ámbitos se ha denunciado que algunas de sus obras de ficción de comienzos del siglo XX estereotipaban a los judíos. En su obra La nueva Jerusalén (1920), Chesterton defendió que como pueblo con una identidad propia los judíos necesitaban contar con una nación separada para «vivir, dentro de lo posible, en una sociedad de judíos gobernada por judíos». Al mismo tiempo, proponía como experimento intelectual que, en los países donde vivan, deberían vestir con ropa oriental para subrayar esa identidad cultural diferente.
No es un no definitivo
Fue el mismo monseñor Doyle quien, en 2013, encargó al sacerdote John Udris llevar a cabo una investigación preliminar sobre la conveniencia o no de iniciar la causa. El sacerdote había sido párroco de Beaconsfield, la localidad a la que Chesterton y su mujer se mudaron en 1909 y en la que vivieron hasta la muerte del escritor, en 1936. El verano pasado Udris le presentó –en palabras del obispo– un informe «maravillosamente exhaustivo y alentador. Reconozco la bondad de Chesterton y su capacidad para evangelizar pero, en el fondo de mi corazón, creo que él mismo no habría querido mucho jaleo en torno a su figura».
Con la decisión de no seguir adelante con el proceso, se cierra la vía ordinaria que recoge la Iglesia para que un católico sea elevado a los altares, que pasa por la diócesis donde murió. Sin embargo, no se trata de un no definitivo. En mayo, monseñor Doyle cumplió 75 años y presentó su renuncia al Papa. Su sucesor podría, ahora o más adelante, dar pasos en otra dirección. El obispo apunta incluso a que «se podrían abrir nuevas vías para promover su causa» que pasaran por otros actores. «Y yo no querría ser un obstáculo para ello, más allá de hacer constar las conclusiones a las que yo he llegado».