Ray Loriga: «Envidio a los creyentes»
Ganar el Premio Alfaguara 2017 le rejuveneció. Ray Loriga supo dar cauce a una nueva etapa literaria que coronó a principios de año con Sábado, Domingo (Alfaguara), y ahora ha sido uno de los autores más requeridos en la Feria del Libro de Madrid
Ray Loriga (Madrid, 1967) es un icono de los 90. Lo fácil es quedarse en la anécdota de los tatuajes, la sonrisa de rockero malo y sus eternas gafas de sol. Pero lo cierto es que su figura se mantiene como una de las mejor valoradas por la crítica nacional e internacional, con una producción literaria traducida a 15 idiomas.
Al finalizar su última novela, Sábado, Domingo, nos impacta el alejamiento del protagonista, Federico, para pensar y tomar posiciones. ¿Le representa ese proceso vital en el suyo de escritura? ¿Alguna inclinación a lo contemplativo?
Observación y reflexión son fundamentales. Escribir es observar el mundo y salir lo suficiente de él para contar el tuyo propio. Das un paso atrás, te autoesquinas voluntariamente, para tener tiempo de manejar todos esos materiales emocionales y todas las experiencias, aunque sean inventadas.
Cita a Dios varias veces en este libro, ¿es usted religioso?
Sí y no. Me interesan las religiones, especialmente la judeocristiana porque es nuestro punto de partida, con la que nací y la que impregna toda nuestra cultura. No soy creyente, pero siempre digo que no me importaría serlo, de hecho me provocan cierta envidia quienes lo son. Y le tengo mucho respeto a la religión, es un tema importante en nuestra sociedad y no lo desdeño en absoluto.
¿Le ocupa o preocupa el tema de la fe?
De niño, cuando me hablaban de la fe pensaba que en algún momento de la vida tendría lugar una iluminación; sin embargo, luego va pasando el tiempo y esa luz no llega. Soy agnóstico, pero eso no quiere decir que no piense en todo ello.
¿Acudió alguna vez a Unamuno para consultar estos temas? Entre lecturas recomendadas de Bachillerato pueden encontrarse títulos de ambos…
Mucho. A Miguel de Unamuno, como a Søren Kierkegaard, le he tenido siempre muy cerca. Los dos me apasionan. Kierkegaard no es un filósofo seco como Kant, sino emocional, y un gran escritor, muy metido en los temas religiosos de la esperanza y la duda, como Unamuno. Siempre me han introducido ambos en los territorios que desearía indagar. De San Manuel Bueno, mártir, uno de mis libros favoritos, lo que más me interesa es el abordaje de la duda; y lo mismo de Kierkegaard, que también anda siempre con la fe a tortas, me gusta su manera de enfrentar la problemática sabiendo que no tiene el impulso necesario pero sí sutileza e inteligencia.
¿Su agnosticismo le lleva a determinadas lecturas?
Soy lector de la Biblia, como todos los escritores. Para mí es un compendio de historias magníficamente escritas con el resultado de una potencia muy grande. De hecho, una editorial escocesa muy buena fundada por Irvine Welsh me encargó hace unos años un prólogo para El Evangelio según san Lucas y me encantó releérmelo, sobre todo por el poder poético de sus imágenes.
Recibió críticas por el guion cinematográfico de Teresa, el cuerpo de Cristo (2007).
Sé que no ofendí. Mi compromiso era con Teresa y con todo lo que leí sobre ella, así que tengo el alma muy tranquila. La fe mal entendida lleva a situaciones de victorias sobre otras maneras de vivir y pensar. Si uno utiliza su fe como agresión o exclusión del otro no está entendiendo ni la suya propia, y ahí es donde se generan todos los conflictos y se derrumba el edificio.
¿Conectaría la escritura con algo trascendental?
La escritura en sí es un ejercicio mental. Trascendental sería más bien la manera de hacer las cosas.
¿Y tiene alguna persona cercana que, como Gini, prima del protagonista de la novela, le dé avisos cuando le ve perder pie en esa buena manera de hacer las cosas?
Siempre he buscado la compañía de mujeres inteligentes para hacer intercambio de ideas. Pero Gini, que es un personaje que me reconforta, no es la proyección de ninguna mujer real en sentido estricto, tiene muchos retazos de algunas amigas pero también tiene mucho de mi propio desdoblamiento personal.
Gini es la única verdadera amiga de Federico, porque de su amigo el Chino solo sufre la deslealtad, ¿qué peso tiene la amistad en su propia vida?
Para mí, la vida adulta se va llenando de amigos hasta hacerse soportable. Van fallándote mil causas, incluso las románticas, mientras que los amigos se van haciendo cada vez más importantes.
¿Y se pueden tener y mantener amigos en su gremio?
Siempre he tenido una muy buena relación con la gente de mi oficio. No creo en la competencia dentro de un trabajo tan personal como es la escritura, y yo soy feliz con el éxito de los demás; y si son amigos, mucho más. Respecto a mi editorial, todos trabajamos juntos muy a gusto, nos llevamos muy bien y me gusta mucho cómo funcionamos porque somos un equipo y se nota que estamos en el mismo barco pensando no tanto en el éxito sino en ayudarnos al máximo unos a otros para conseguir los objetivos.