Los niños no son menos listos ni más violentos que las niñas: solo les falta educación emocional
Nueve de cada diez homicidas son varones y las mujeres viven de media siete años más que los hombres. Es la consecuencia de una «masculinidad tóxica» que comienza a inculcarse en los niños desde la primera infancia, denuncia Ritxar Bacete. En su último libro, El poder de los niños, el antropólogo alavés ofrece una serie de claves para superar estos dañinos estereotipos de género
«Los hombres también son tiernos y afectuosos», pero el aprendizaje de las habilidades emocionales debe comenzar en la infancia. El antropólogo alavés Ritxar Bacete, responsable en España de la organización por la igualdad de género Promundo Global, promueve formas más abiertas de entender la masculinidad, y en su nuevo libro, El poder de los chicos (Destino), traslada el foco a los niños. Su método con ellos consiste en plantearle una serie de retos para el desarrollo integral de sus potenciales, como cocinar una pizza, coser un botón, caminar con tacones, familiarizarse con grandes figuras femeninas de la historia o del deporte…, hasta liberarse de «lo que las fuerzas oscuras nos dicen cómo debemos ser los chicos y cómo debemos ser las chicas, o lo que podemos hacer y lo que no». «Yo lo que reivindico es que los chicos tienen derecho a ser libres y felices desde una concepción de la masculinidad llena de posibilidad», afirma. Una masculinidad que no necesita reivindicarse desde la fuerza bruta y que no reniega de «los cuidados» ni de «la ternura».
Uno de sus objetivos es trabajar por la igualdad de mujeres y hombres, porque «la igualdad nos necesita a los hombres. Las mujeres no podrán ser libres hasta que los hombres no cambiemos y algunos sigan pensando que pueden vulnerar esa libertad». Y todos esos valores deben transmitirse en la educación. Pero mientras «abundan los materiales para el empoderamiento dirigidos a las niñas, lo cual es fantástico, no se analiza el impacto que el sexismo tiene en los chicos. Y yo, que tengo un hijo, quiero que tenga referentes, que los hay, sobre modelos de masculinidad que son igualitarios». Entre ellos cita al jugador de baloncesto Pau Gasol o al cantante Alfred García Castillo (que representó a España en Eurovisión).
El problema es que sigue «sigue predominando el paradigma de Hulk, cuya verdadera virtud está en el uso de la fuerza, en imponerse a través de la violencia, por muy justas que sean sus causas. Cuando uno analiza las nuevas “princesas de Disney” como Mérida, Vaiana, Elsa y Ana…, se encuentra con modelos poderosos, capaces, libres… La gran pregunta es: ¿qué pasa con los chicos?».
El analfabetismo emocional de los niños
La igualdad requiere una «emancipación colectiva». «La buenísima noticia –añade Bacete– es que, con la liberación de la mujer, los hombres también nos liberamos; necesitamos la igualdad para seguir creciendo y para ser conscientes de aquello de la masculinidad clásica que no nos hace bien, pero sin dejar de ser capaces de abrazar quiénes somos, sintiéndonos orgullosos de serlo».
De hecho, afirma, los propios niños varones son los principales perjudicados por la influencias de los estereotipos sexistas que se transmiten mediante la educación, asegura el experto. Bacete lamenta la falta de estudios empíricos sobre cómo afecta el sexismo, algo en lo que –anuncia– va a comenzar a trabajar este año Promundo.
El problema es «muy serio». «En las causas de muerte por causas externas en la población nos encontramos un pico absolutamente inadmisible en los chicos de 15 a 30 años, que tiene muchos más accidentes que las chicas, consumen más drogas, se suicidan más… Y el fracaso escolar tiene rostro de chico. ¿Los niños son menos capaces? No, pero se les educa para estar menos atentos, para asumir peor la frustración…».
Síntomas tempranos que, en la edad adulta, se traducen en datos como que alrededor del 90 % de homicidas en el planeta sean varones, igual que el 80 % de las víctimas. En España, la población reclusa masculina supone el 92 %. Además, la mujer vive de media siete años más que el hombre, como resultado de cuidarse más y exponerse menos a conductas de riesgo.
Detrás de todo ello hay un «modelo cultural tóxico de masculinidad» que se explica por determinados estereotipos culturales que convierten a muchos niños en analfabetos emocionales, a los que, por ejemplo, les está vetado llorar en público o mostrarse vulnerables. «En España, de cada cinco personas que se deprimen, solo una es hombre…, lo cual es absolutamente falso: lo que ocurre es que nos cuesta reconocer que necesitamos pedir ayuda».
«La supuesta superioridad masculina –prosigue– la basamos en el control de las emociones, y eso nos hace mucho daño a los hombres, a las mujeres que conviven con nosotros, a nuestros hijos y al conjunto de la sociedad», dice Bacete. «Por eso planteo dinámicas para trabajar el miedo, la alegría, la calma, la rabia… Para desarrollar la inteligencia emocional de nuestros chicos».
Es fundamental que los padres acompañen esta formación. «Somos el modelo en el que se miran, para bien para mal. Si queremos que nuestros hijos sean más felices, debemos empezar a ser nosotros el cambio que queremos ver en el mundo, como decía Ghandi».
Prevención del abuso sexual
A la falta de educación emocional añade el antropólogo un déficit en la formación para el autocuidado. Por eso plantea la necesidad de «enseñar a los niños a conectar con su cuerpo. De ese modo, lo van a honrar, lo van a cuidar».
Se trata de un aspecto que resulta clave en la prevención de diferentes formas de abuso, y en particular los de tipo sexual. «Al desarrollar esta capacidad, se desarrolla una mayor sensibilidad para detectar cuando alguien está violentando tu cuerpo, o está haciendo esto con un amigo o amiga», asegura Bacete.