Los Fridays for future que entusiasman en el Vaticano
El clamor de los jóvenes retumbó en el Vaticano. Un movimiento espontáneo y global por el futuro del planeta. Los Fridays for future, que ya congregaron a miles en las principales ciudades del mundo, y también de España, son considerados «una expresión seria» en la Curia romana. Son una manifestación que tomamos «muy en cuenta», asegura Bruno Duffé, secretario del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral. Pero él va más allá e identifica ese grito con una crisis global. La misma crisis que el Papa Francisco denunció en su célebre encíclica Laudato si. Y no duda en agregar: «La pregunta es: ¿cómo van los políticos a escuchar a los jóvenes?»
«Hoy en día quienes estigmatizan la protesta quieren solo salvar su poder. Por eso dicen: “Es una queja pasajera, va a pasar”. Pero en la protesta hay un grito, hay una expresión de una esperanza. Si no esperáramos no sería necesario protestar. Querer participar es una manera de decir: espero un cambio. Es muy importante promover un diálogo con los estudiantes porque ellos son los actores del mañana, pero son muy sensibles a la situación y a lo que está pasando en la actualidad», insiste Bruno Duffé.
Pero su mirada supera la simple manifestación. Para el secretario del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral, los viernes por el futuro y las protestas de los chalecos amarillos en Francia tienen una misma raíz: el malestar por una crisis ambiental y social que ya llegó a su límite. Una situación que el Vaticano percibe con tanta claridad que acaba de convocar a delegados de las principales religiones mundiales para una conferencia de alto nivel. Para repensar el hoy y preparar el mañana.
Se trata de la Conferencia Internacional sobre las Religiones y los Objetivos de Desarrollo, que reunió, del 7 al 9 de marzo pasado en Roma, a exponentes del cristianismo, el judaísmo, el islamismo, algunos credos orientales y de los pueblos originarios. Todos ellos en torno a cinco P (por sus iniciales en inglés): personas, planeta, prosperidad, colaboración y paz.
«[Todas las religiones tenemos una] preocupación fundamental: la destrucción de la creación y de lo que hemos recibido. Tenemos realmente un problema moral sobre qué estamos haciendo con aquello que se nos ha donado y qué vamos a dejar a quienes vendrán mañana. Es el problema de la transmisión de la herencia, pero también de la responsabilidad», explica Duffé, uno de los organizadores, en entrevista con Alfa y Omega.
El mito del crecimiento ilimitado
La cita, aunque limitada en sus aspiraciones, produjo resultados tangibles: el encuentro de las religiones y una reflexión común sobre cómo actuar ya en el cuidado del planeta. Cómo orientar la economía y la ecología para el futuro de la vida en la «casa común», como bautizó a la creación el Papa Francisco en su ya célebre carta encíclica Laudato si. Un pensamiento compartido, desde diversas miradas sobre el cosmos y el universo.
Durante tres días, los delegados escucharon variadas consideraciones sobre la industria, el comercio, la política y la economía. Incluso abordaron aspectos sobre qué comemos los seres humanos y cómo producimos esos alimentos.
En su discurso, Francisco alertó sobre el mito «del crecimiento y el consumo ilimitados», que podrían ser sostenibles solo a través del progreso tecnológico. «Todavía algunos dicen que los problemas sociales y ecológicos se resuelven simplemente aplicando nuevas tecnologías y sin consideraciones éticas o cambios fundamentales», constató.
Un «enfoque integral»
La crítica del Pontífice es de fondo. Reclama un «enfoque integral» para lograr un orden mundial equitativo y sustentable. Por eso advierte: «Los objetivos económicos y políticos deben estar respaldados por objetivos éticos, que presupongan un cambio de actitud».
Duffé suscribe y completa: «El cuidado de la casa común no es solamente una cuestión técnica». Y subraya la necesidad de una mirada espiritual. Es eso lo que diferencia –afirma– la propuesta contenida en Laudato si del mero ecologismo. Aunque algunos hayan tachado a ese documento del magisterio de la Iglesia de tan ecologista como su autor, a quien han reservado filosas críticas por eso.
Pero el secretario descarta de plano la opción de una «ecología tecnocrática» que busca «reorganizar un poco el desarrollo capitalista», pero que «no responde a la relación más profunda entre los seres humanos, la comunidad y la naturaleza».
«Tenemos, aquí en el dicasterio, contactos con técnicos e ingenieros que nos dicen tener la solución técnica para el cambio climático, con una posibilidad de reconstruir artificialmente la capa de ozono. Pero esa mirada no considera la dimensión espiritual y la responsabilidad cotidiana de vivir con una nueva armonía. Para pasar de una instrumentalización de las riquezas de la naturaleza, del trabajo del hombre y del hombre mismo, a una nueva relación con el entorno», continúa.
«Hay que tomar decisiones»
Sostiene Duffé una y otra vez que la actual crisis del clima «es dramática», pero lamenta que la humanidad parece no darse cuenta de ello porque continúa con su manera de consumir «mucho, mucho y mucho». «Así no es posible ver la crisis pero estamos ya en ella y, en esta crisis, hay que tomar decisiones», insiste.
Una crisis no solo vinculada al modelo económico sino a todos los ámbitos de la vida humana: la salud, los alimentos, la producción y la construcción de las ciudades. Y las religiones coinciden en que se requiere una respuesta global, basada también en la solidaridad con los vivientes de hoy y con las generaciones del mañana.
«En esta conferencia ha quedado claro que estamos al inicio de una revolución fundamental, sin duda de una crisis muy grave, una crisis del modelo económico y del modelo de vida social. La intuición más fuerte que el Papa Francisco ha desarrollado en su encíclica es que el grito de la tierra, el grito de los pobres, es un grito que clama al cielo. Por eso no podemos cambiar con unas reformitas cosméticas como para poner una etiqueta de yogur biológico, eso no es suficiente», apunta.
La conferencia en Vaticano y, más ampliamente, la acción de la Santa Sede plantea una interrogante ineludible: ¿no serán las proclamas a favor de una transformación radical una voz en el desierto? El secretario del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral tiene una respuesta peculiar: a pesar de que muchas personas declaran hoy no tener religión, al mismo tiempo, muchas de ellas buscan una referencia moral. E incluso varios gobiernos han tocado a las puertas de las oficinas de la Curia romana para promover un diálogo no tecnológico o político, sino más bien filosófico: sobre el sentido de la vida y el porvenir.
Francisco ha invitado a responder a ese reto con el diálogo a todos los niveles: «Me ha dicho dos o tres veces: hay que empezar con el encuentro, tenemos que encontrarnos con las personas para escuchar sus historias y para tratar de entenderlas; cuando te encuentras con el otro y le entiendes, tú puedes proponer y acompañar», cuenta Bruno Duffé.
Sobre el futuro, el secretario no se muestra abatido. Prefiere indicar el camino. Pide repensar el modelo de desarrollo económico, sabiendo de las dificultades reales que eso implica. Se requiere, asegura, una nueva manera de trabajar, de producir y una nueva manera de desarrollar una justicia social con los más pobres, porque ellos son las víctimas del actual modelo económico.
Destaca la acción de empresarios que empiezan a pensar en una manera nueva de trabajar, y llegan a nuevos empleos, nuevas formas de producir, de reciclar, a una economía circular, a estar atentos a nuevos tipos de productos y de energía. «Estamos en la crisis, no es demasiado tarde para decidir pero es urgente», insiste.
Y no duda en considerar: «Cuando el Papa dice que la ecología integral pide una conversión del corazón y de la inteligencia, es una revolución. Creo que estamos en esa revolución; aunque no se usa ese nombre, en realidad se trata de una revolución. La revolución de un rechazo a la tecnología que pretende tener todo el significado de la vida y una revolución para una nueva manera de encontrarnos».