«Acoger es la experiencia más bonita que hemos vivido como familia»
La Fundación Migra Studium busca 100 familias para acoger refugiados en Barcelona
Cuando habla sobre Besher, Marta Baylina no consigue disimular su emoción. «Es una persona increíblemente positiva que siempre está sonriendo», comenta su madre de acogida. Apenas han pasado un par de semanas desde que este sirio de 19 años abandonó su casa, y la familia con la que ha convivido durante los últimos tres meses le echa de menos. «Con todas las cosas que le han pasado en la vida… siempre estaba agradecido», confiesa Greg O’Dea, quien ha ejercido como su padre durante los últimos tres meses.
El matrimonio aún está asimilando su paso por el proyecto Hospitalaris, de la Fundación Migra Studium. Esta iniciativa, dependiente de la Compañía de Jesús en Barcelona, busca 100 familias dispuestas a abrir sus puertas a jóvenes refugiados; y ha cambiado por completo la vida de Baylina y los suyos. En sus palabras, «acoger es la experiencia más bonita que hemos vivido como familia».
La familia no solo ha compartido sus bienes materiales, también ha establecido una relación mucho más profunda con Besher. «Siempre que hemos hecho una actividad con amigos o la familia, él iba con nosotros como si fuera un hijo más» que se sumaba a los tres biológicos, recuerda la madre. Aunque puede parecer insignificante, este gesto supuso todo un bálsamo para Besher, quien extrañaba a una familia «porque antes había estado en campos de refugiados en Grecia. Necesitaba a alguien que se preocupara por mí», reconoce.
«La idea no es dar solo techo y comida, sino acoger integralmente a estos jóvenes», explica Alfonso Alonso-Lasheras, coordinador de la red Hospitalaris. Según este jesuita, los responsables del programa buscan que los refugiados se alojen con familias porque «los queremos acompañar bien y creemos que es el modo más humano y acogedor de generar vínculos y afecto». De este modo, según el propio Besher, «tienes una auténtica familia aquí que te ayuda a entender cómo funciona la sociedad y te ayuda con el idioma». Algo que agradece porque, en su empeño por hacerse un hueco en Barcelona, «es muy importante conocer a mucha gente y hacer amigos para fortalecerme».
Con la convicción de que las relaciones humanas son cruciales en el camino de integración de los refugiados, más de una veintena de hogares han abierto ya sus puertas durante tres meses a los jóvenes que vienen de Migra Studium. Sin embargo, los jesuitas no se conforman con estas cifras, y siguen buscando familias dispuestas a sumarse al proyecto Hospitalaris. «La gente quiere hacer algo. No sabe el qué –confiesa Alonso-Lasheras, coordinador del programa–, pero si les pones una opción delante y los acompaña alguien en quien confíen, la gente responde».
Un ejemplo sencillo en el día a día
Con 8, 9 y 11 años, los hijos de los O’Dea Baylina están «en una edad en que las cosas se aprenden mejor con el ejemplo que con las palabras». Por ese motivo, cuando surgió la posibilidad de acoger a un refugiado, Marta y Greg la entendieron como una oportunidad para profundizar en su educación. «Los conocimientos están muy bien, pero el gran valor de la acogida está en aprender a compartir un espacio, las comidas y el día», explica Baylina.
«Intentamos educar a nuestros hijos en la austeridad, pero en esta sociedad eso es muy difícil y siguen siendo unos privilegiados», explica la madre de familia. Sin embargo, al acoger a Besher, todos tuvieron que apretarse el cinturón, lo que supuso una valiosa enseñanza para los más pequeños. «Una vez, haciendo la compra, íbamos a coger una bolsa de patatas para tomar un aperitivo el domingo y mi hijo pequeño me dijo: “¿De verdad esto hace falta?”», recuerda Marta Baylina, quien está convencida de que sus hijos «han aprendido que se puede vivir con menos».
Así, sin desarrollar ningún discurso teórico, el día a día se ha convertido en una escuela en la que los niños han descubierto que es posible compartir y vivir con el diferente en armonía. «No lo hemos enseñado con palabras sino jugando y cantando con Besher», presume Greg O’Dea.
Auténtico diálogo interreligioso
Aunque su familia conoce a varios musulmanes, «esta ha sido nuestra única experiencia de convivencia real», reconoce Marta Baylina. Según la madre, la profunda fe de Besher en el islam no ha sido obstáculo para la convivencia sino un motivo de enriquecimiento, pues sus miembros han descubierto «que es una persona tan espiritual como nosotros».
«Para los niños es una experiencia bonita porque se han dado cuenta de que podemos ir a una mezquita o una iglesia, pero en el fondo no somos personas tan distintas», celebra su madre. Tampoco Besher se ha quedado al margen del diálogo entre fieles y, durante su estancia con su nueva familia, solía frecuentar una parroquia para charlar con un sacerdote que sabía árabe. «Como nunca había estado en un entorno cristiano, iba con mucha curiosidad», recuerda Greg O’Dea.
Este clima de entendimiento entre convicciones religiosas cristalizó durante las última Navidad, cuando Besher y su familia vivieron una Nochebuena mágica y fueron juntos a la Misa del Gallo. «Decidió escribir una carta a los Reyes Magos, cantaba villancicos con todos nosotros y hasta nos recitó un poema en árabe», cuenta Marta Baylina. Una fiesta que le demostró que, aunque eche de menos a la familia con la que creció en Siria, siempre tendrá un hueco en las vidas de Marta, Greg y sus tres hijos, que le consideran un hermano.
Tras escapar de la guerra o la persecución religiosa, los solicitantes de asilo que llegan a España se encuentran con todo un muro administrativo. «En teoría, los programas públicos de acogida para refugiados comienzan en cuanto registran su solicitud de asilo, pero a día de hoy tienen que esperar 6 u 8 meses y, si no tienen una red de apoyo, acaban en situación de calle», explica Alfonso Alonso-Lasheras, coordinador de la red Hospitalaris.
«Cuando son personas con una gran vulnerabilidad como niños o mujeres víctimas de trata, en seguida entran en los primeros programas de acogida», explica Alonso-Lasheras. Sin embargo, el resto de solicitantes de asilo se enfrenta a unos trámites mucho más lentos para regularizar su situación que, unidos a los elevados precios del alquiler en grandes ciudades como Barcelona, les lleva a buscar techo en servicios parroquiales o entidades benéficas como Migra Studium.
«Hace un año, la persona que solicitaba asilo tenía la entrevista en tres semanas. Ahora están tardando tres meses», explica el responsable de la red de acogida de esta fundación, quien subraya que «las oficinas de asilo y refugio no están saturadas por el número de peticiones sino por la falta de recursos».
La situación de vulnerabilidad de los solicitantes de asilo ha llamado a la acción a personas como Marta Baylina y sus familiares, quienes siempre sido sensibles a las dificultades que atraviesan los refugiados. «Somos una de las muchas familias que fue a aquella manifestación a decir “queremos acoger”», dice la madre refiriéndose a la marcha Nuestra Casa, Vuestra Casa que colapsó Barcelona en febrero de 2017. «Era un grito sincero, pero en ese momento no era concreto», añade.
Tras ofrecer su tiempo libre durante el verano enseñando español a las personas que huyen del horror, esta barcelonesa pensó que aún estaba lejos de dar una respuesta eficaz a los más necesitados. Con el deseo de dar un paso más en su compromiso, a finales de 2018 decidió abrir las puertas de su casa a Besher, un refugiado sirio que buscaba alojamiento a través de la Fundación Migra Studium. De este modo, la familia de Baylina ha demostrado «que no solo vamos a manifestaciones pidiendo acoger, también intentamos vivir esos valores de una forma coherente», opina la madre.