16 de junio: santa Lutgarda, la niña a la que Cristo le cambió la vida tras una fiesta - Alfa y Omega

16 de junio: santa Lutgarda, la niña a la que Cristo le cambió la vida tras una fiesta

En una de sus visiones se atrevió a proponerle a Cristo la devolución de una gracia recibida. Precursora de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, sudaba sangre al meditar la Pasión

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
'Cristo se aparece a santa Lutgarda'. Gaspar de Crayer. Agustinas de Amberes
Cristo se aparece a santa Lutgarda. Gaspar de Crayer. Agustinas de Amberes. Foto: CC BY 4.0 KIK-IRPA, Brussels X026165 www.kikirpa.be.

Los 64 años de vida de santa Lutgarda fueron un fulgurante descenso hacia su interior, desde una juventud casquivana hasta recibir en su interior el corazón del mismo Cristo. Lutgarda nació en Tongres, una pequeña aldea al norte de Lieja (actual Bélgica), en 1182. Aunque su familia la entregó a la edad de 12 años al monasterio benedictino de Santa Catalina para que se formase en él, allí llevó junto a otras muchas chicas la misma vida burguesa que se respiraba en el ambiente de su ciudad. Sus padres no conseguían encontrar para ella un novio, así que su vida en el convento replicaba la misma que llevaría fuera: fiestas, diversiones y ropas bonitas, con visitas continuas de sus amistades del exterior.

Todo cambió al cumplir 17 años. En el salón donde Lutgarda acababa de divertirse con sus amigas, recibió un día la visión de Jesucristo mostrándole sus llagas. «Mira aquí lo que tienes que amar y cómo has de amarlo», le dijo. Lo que siguió fue una conversión fulgurante en la que Lutgarda fue dejando atrás las vanidades anteriores para sumergirse cada vez más en la oración y en la intimidad con el Señor, con el propósito de consagrase en un futuro próximo.

«¿Esta es la que se quiere meter a monja?», se burlaban de ella las religiosas de Santa Catalina, conocedoras de la veleidad de su carácter, que apostaban por que un día se cansaría y dejaría el monasterio. «Lo que temes no llegará a ocurrir ­—tranquilizó Jesús a la joven en otra de sus visiones—. En lugar de ello, bajo mi protección, tu fervor irá en aumento». Y así fue, pues tras un año de noviciado profesó los votos benedictinos en 1201.

Bio
  • 1182: Nace en Tongres, cerca de Lieja
  • 1199: Recibe la visión de Cristo mostrándole sus llagas
  • 1201: Profesa como monja en el monasterio de Santa Catalina
  • 1207: Se traslada al monasterio de Aywiéres
  • 1246: Muere el mismo día que le predijo Jesús en una visión. Es considerada santa por aclamación popular

Otro día, estando en oración, vino a ella de nuevo Cristo, que le propuso pedirle una gracia especial. Lutgarda eligió comprender bien el latín, para enterarse mejor del contenido de los salmos, lo que le fue concedido. Los días siguientes se asombró de la riqueza de conocimientos que obtuvo debido a este regalo del Señor. Pero llegó un momento en que tal profusión intelectual la dejó exhausta y vacía. Cristo se le apareció de nuevo y ella osó solicitar una devolución. «¿Por qué lo cambiarías?», le dijo Jesús. «Señor —respondió ella—, lo cambiaría por tu propio corazón». Entonces Cristo extendió su mano hacia Lutgarda y, arrebatándole su corazón, lo reemplazó por el suyo. Debido a esto, a la santa se la considera precursora de la devoción al Sagrado Corazón, que se extendería por todo el mundo siglos después.

En 1205, Lutgarda fue elegida priora. Sin embargo, para entonces su mirada iba más allá de Santa Catalina, por lo que su director espiritual le sugirió una vida más retirada en el monasterio cisterciense de Aywiéres, en Brabante. Rechazó el nombramiento y se dirigió allí para profundizar aún más en la relación con Cristo, impulsada aún por esa primera visión siendo adolescente. Lutgarda hablaba flamenco y en Aywiéres solo se hablaba en francés, por lo que para llevar una vida más solitaria descartó por completo aprender la lengua de su nueva casa. Desde octubre hasta Pascua solo comía una vez al día y nunca desayunaba, por lo que sufrió cuando su superiora, temiendo por su salud, le ordenó un día comer más cantidad de alimento.

El deseo de Lutgarda era penetrar aún más en la Pasión del Señor. Se le concedió cuando, de un día para otro, le salió una llaga en el costado que no remitió nunca. También comenzó a sudar sangre al meditar los últimos momentos de la vida de Jesús en la tierra. En 1235, su sufrimiento se completó al perder la vista por completo. El 16 de junio de 1246, fecha en la que Jesús le anunció en otras de sus comunicaciones, Lutgarda dio su último aliento en la tierra. Su vida nos llega a nosotros hoy «como una invitación a buscar un espíritu de amar más y más a Dios, por encima de todo», explican las monjas cistercienses de Villamayor de los Montes, en Burgos, que comparten con Alfa y Omega sus impresiones sobre Lutgarda. «Ella dio de algún modo su sangre en penitencia, ayuno y oración, amando a Dios sin medida para lograr la salvación de las almas», añaden, subrayando sobre todo el valor de «guardar el silencio como una penitencia de gran valor». De hecho, «si conseguimos vivir un silencio verdadero, salvamos nuestra alma y las de muchos hombres», concluyen.